lunes, 6 de septiembre de 2010

David López


Ha sido un fin de semana de sonrisas y lágrimas. Decían que David López lloraba en la salida porque recordaba a Txema González, masajista del Sky, y ex-masajista de Euskaltel y los equipos de Matxin, que falleció repentinamente en un hospital de Sevilla. El pelotón internacional se conmovió. Primero fue Fignon, después Txema, de quien todos coincidían en decir que era una bellísima persona. Solo queda arropar a su familia. Igual que habrá que arropar a la familia del joven japonés Shoya Tomizawa. Su muerte, esta vez, conmovió al paddock. Ha sido un fin de semana de lágrimas.
A mí, todo esto, me pilló en la carretera. Casi quince horas de viaje para bajar el sábado hasta la frontera con Portugal y regresar al día siguiente. La victoria de España ante Grecia me pilló en un humilde apartamento de la urbanización Los Amigos de Olivenza. La muerte de Tomizawa me pilló en la carretera, en una gasolinera a medio camino de Valladolid. Antes, cerca de Zarza de Granadilla, nos pilló el anuncio de alto el fuego de ETA. Poco después, la victoria de David López en Alcoy. Fue un viaje sin tráfico, con calor, y con un aluvión de noticias radiofónicas.
Fue también el fin de semana del deporte vizcaíno. Si los periódicos ocupaban espacio hablando del bilbaíno Ibai Gómez y sus últimos cuatro goles, también hoy había espacio para la victoria balsámica del Barakaldo ante el Spórting B y, sobre todo, para la Bandera de Donosti más vizcaína de los últimos años, con los bermeanos de Urdaibai y los sestaotarras de Kaiku dejándolo todo en unos segundos para el fin de semana que viene. Y luego quedaba la Vuelta a España, con un chaval de Galdakao luciendo el nuevo maillot rojo de líder, y un barakaldés trabajador y silencioso, levantando los brazos en la línea de meta de Alcoy.
Empezó llorando, y terminó levantando los brazos en meta. David López se inscribió en el palmarés de la Vuelta para gloria del ciclismo de la margen izquierda. Desde la salida de cadena en los Lagos de Covadonga del sentimentalmente mítico Juan Tomás Martínez, "Volcán de Barakaldo" hasta el arrojo de David López han pasado muchos años sin que nuestra tierra de mineral y humo diera frutos. Ahora que ni nos reconocemos al mirarnos al espejo, un ciclista del pueblo, con el mismo perfil y las mismas características de los ciclistas de antaño, se ha dejado fotografiar en lo más alto. Y es que nadie duda del talento de un David López que ha puesto su carrera al servicio de los demás. Desde que debutara con Cafés Baqué, asomara con Euskaltel y se asentara con el equipo de Unzué, David López ayudó a ganar a Valverde una Vuelta y para él solo dejó la etapa reina de la Vuelta a Alemania. Ayer, en la última rampa, cuando Caruso, Kreuzinger, Moncoutié y Egoi amenazaban por detrás, David López tuvo tiempo para disfrutar de todos los esfuerzos que fue, generosamente, ofreciendo a otros en años anteriores. Era su día. Un día de sonrisas que ponían el contrapunto a las lágrimas.

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