viernes, 6 de junio de 2014

Guillermo Corrales



Las semifinales de la ACB parecían estar tan cantadas (o alguno lo tenía tan claro) que en las islas afortunadas molestó mucho la producción publicitaria de la Liga. Aún no habían dirimido Unicaja y Gran Canaria su partido de desempate de los cuartos y ya rulaba por la televisión un anuncio de promoción de la ACB con cuatro jugadores de los cuatro equipos que, finalmente, ya han empezado a jugar las semifinales. O eso he leído. 
El caso es que aunque Valencia, Barcelona, Real Madrid y Unicaja hayan sido los vencedores, los cuartos depararon sus dosis de emoción. El Baskonia no pudo, en ningún momento, con el Barça, y ahora anda devanándose la cabeza Josean Querejeta para ver cómo puede resolver la merma de competitividad en el equipo. Dicen que, incluso, se está replanteando recuperar a Dusko Ivanovic. Los de Zaragoza tampoco pudieron inquietarle mucho a un Real Madrid donde un renqueante Rudy Fernández fue letal. Pero en las otras dos eliminatorias sí hubo igualdad y emoción, redobles de tambores y todos esos artilugios del suspense. Albert Oliver apretó las cuerdas del Unicaja y forzó el quinto partido, pero de vuelta a Málaga, no les tembló el pulso. Entre Txemi Urtasun, Earl Calloway y Nik Caner-Medley se ventilaron a un equipo, el grancanario, donde solo Tomás Bellas, el base madrileño, estuvo a la altura de lo esperado. 
De todas formas, yo quería hablar de la otra eliminatoria, de la que enfrentaba al poderoso Valencia contra el sorprendente Cajasol, al segundo mejor de la Liga (30 victorias y 4 derrotas) contra el séptimo empatado con el octavo (18 victorias y 16 derrotas). 
La eliminatoria parecía desequilibrada y todos esperaban una clasificación rápida de un Valencia que llegaba con el mejor récord de victorias de su historia, el título de la Copa de Europa, Justin Doellman, el MVP de la Liga Regular y una afición, la de la Fonteta de Sant Lluís, más ilusionada que nunca. Por el otro lado, un extraño equipo dirigido por un veteranísimo entrenador, formado por un puñado de imberbes jugadores acompañados por un veterano de Wisconsin y representando a un club que vivió momentos mejores y que ahora pasaba un tanto desapercibido. 
Al final, ganó el favorito. Valencia no tuvo dudas en el primer partido y barrieron a los sevillanos en Valencia con un rotundo 84-54. Sin embargo, el segundo partido en Sevilla fue una demostración de excelencia de la joven plantilla del Cajasol y los de Aíto García Reneses sorprendieron a los de Velimir Perasovic forzando el tercer partido: 84-78. El de desempate fue de infarto. El 87-84 final es buena muestra del empeño y el tesón de un Cajasol que luchó hasta el final y que a punto estuvo de colarse en semifinales cuando nadie esperaba exigirles mucho más que mantener la categoría. 
Hablemos de ellos, porque igual estamos hablando de buena parte del futuro del baloncesto europeo. 
Aíto García Reneses, veterano entrenador madrileño al que conocemos todos de sus años en el FC Barcelona y en la selección española, representante de un tiempo en el que el baloncesto español solo soñaba con lo que disfruta ahora, pero también protagonista parcial de la realización de ese sueño, volvía a entrenar después de cerrar con un año sabático su periplo en el Unicaja de Málaga. Aceptaba la oferta de un Cajasol en plena reconversión y llegaba a Sevilla en la 2012-2013. Los resultados no eran los que se esperaban y con un bagaje de 12 victorias y 22 derrotas acababan en la posición 15º y se dedicaban toda la temporada a evitar un descenso que se llevaría a Gipuzkoa Basket y Manresa aunque luego los despachos les dejarían donde estaban. 
Jugadores como John Holland, Milenko Tepic, Luka Bogdanovic o Juan José Triguero decidían abandonar el equipo. El primero se iba a Francia, el segundo, volvía al Partizan, el tercero a Turquía y Triguero, precisamente, a sus rivales en cuartos, el Valencia. Aíto García Reneses, dispuesto a acentuar aún más su primera idea, se dedicó a traer más talento juvenil y convertir a su equipo en una suerte de academia de baloncesto de primer nivel. 
A saber, según la página oficial de la ACB, la plantilla del Cajasol la forman los bases Nikola Radicevic, de 20 años, Tomas Satoransky, de 22 y Josep Franch, de 23. Por fuera, tanto escoltas como aleros, García Reneses y Diego Ocampo contaban con Scott Bamforth, de 24 años, Beka Burjanadze, de 20 años, Joan Sastre, de 22 años, más la experiencia del argentino Marcos Mata, 27 años, y el fichaje final de Álex Urtasun, 30 años, quien, recuperado de sus lesiones, había vuelto a jugar al baloncesto en LEB Oro, y fichaba por los sevillanos para suplir al lesionado Sastre. Completaban el equipo Kristaps Porzingis, de 18 años, Ondrej Balvin, de 21 años, Willy Hernangómez, de 20 años y el ya mencionado Marcus Landry, de 29. También ha contado con minutos el canterano Guillermo Corrales de 19 años (para él va el titular porque sí, porque es el que menos ha jugado). 
Y, vale, Corrales solo ha jugado un partido de Liga regular y uno de playoff, y Joan Sastre ha jugado menos que con los anteriores entrenadores (22 partidos en la liga regular), donde tampoco ha jugado mucho Nikola Radicevic, al igual que ha bajado mucho su participación (4 escasos minutos) en playoff Beka Burjanadze. 
Aún así, todos estos jóvenes, han sido la columna vertebral del equipo. Exceptuando un Marcus Landry que llegó con la temporada avanzada para substituir a Latavious Williams, y a un Marcos Mata que salía por primera vez de su país después de diez años en el Atlético Peñarol, y eso que ninguno supera la treintena, todos los demás jugadores de García Reneses eran, como mucho, buenos proyectos de jugadores de futuro. Scott Bamforth recién salía de la universidad, Ondrej Balvin llevaba ya un par de años intentando ganarse el pan, Joan Sastre ya había sido pulido por Joan Plaza y Willy Hernangómez había compartido banquillo con Felipe Reyes, pero todos ellos apenas superaban la veintena, igual que Burjanadze, Radicevic, Corrales o un Porzingis que ni tan siquiera llegaba. Todos ellos liderados por uno de los mejores talentos de la generación del 91, el checo Tomas Satoransky. El espigado base, quien llegó del USK Praga allá por el 2009, decidió quedarse una temporada más en Sevilla, desoyendo las muchas ofertas que le llegaban, y a fe que ha acertado. Este año ha dado un paso más en su formación, jugándolo todo y haciendo números muy meritorios (12.4 puntos por partido, 3.7 rebotes por partido y 4.6 asistencias por partido), con un promedio de más del 50% en tiros de dos. Ha hecho jugar al equipo, ha ganado partidos él solo y ha hecho que Unicaja suspire por él, la NBA ya se le presente como una oportunidad cercana y Sevilla vea cómo llega la hora de dejarle marchar. 
Y puede que le sigan otros. A Beka Burjanadze parece que aún le falta un curso. Kristaps Porzingis ya acepta comparaciones con Dirk Nowitzki y otros. A sus 18 años, se ha hecho con un hueco en el equipo y ha promediado 6.7 puntos por partido. Por la red corren rumores de que los Thunder le han prometido una primera ronda del draft. No le vendría mal, sin embargo, seguir un año más en las manos de Aíto García Reneses, si es que éste sigue, que no lo sé. Ondrej Balvin, que ya mide 2'17 de por sí, sigue creciendo. 6.4 rebotes por partido este año, pero se espera más de este proyecto bohemio. Uno que parece que ya puede empezar a producir es Willy Hernangómez. El pivot cedido por el Real Madrid muestra medias de 5.9 puntos y 3.2 rebotes por partido, pero ha hecho algún partido magnífico en el que ha demostrado lo que se puede esperar de él. Por ahora, tanto él como su hermano jugarán con la sub20 durante el verano, pero luego habrá que ver qué decide Pablo Laso. Si no sigue en Madrid, probablemente haya más pretendientes que el Cajasol dispuestos a llevárselo cedido. 
Habrá que ver cuál es la opción del Cajasol para la próxima temporada, jugando, además, en Europa, si sigue aceptando el reto de convertirse en una especie de universidad repleta de Erasmus que sacan matrículas de honor o monta un equipo más convencional. Este año ha acertado con los contrapuntos experimentados. Marcos Mata ha hecho una temporada más que aceptable (8 puntos por partido) y el rendimiento de Marcus Landry ha sido una de las claves del buen final de temporada del equipo. Álex Urtasun también ha aportado desde que llegó. Pero apostarlo todo a acertar con tres hombres puede ser muy arriesgado, igual que es arriesgado diseñar tu equipo en jugadores que rozan o apenas superan los 20 años, pero Aíto García Reneses tenía que haberles visto talento, y él sabe verlo, porque a todos les ha sacado un jugo muy sabroso. 
Para empezar, todo parece que apunta a que seguirán con el mismo enfoque porque, en una noticia muy reciente de solobasket.com, se apuntaba que los sevillanos son los favoritos para hacerse con los servicios de Marius Grigonis. Un alero lituano de 20 años y casi dos metros que este año ha despuntado en la LEB Oro después de ser cedido por el Zalgiris Kaunas al Peñas Huesca. Ahora, parece que son muchos los equipos interesados en él y el Cajasol el mejor colocado para ficharlo. 
Pero habrá que esperar. Habrá que ver si se renueva a Aíto García Reneses, si se va Tomas Satoransky, si Marcus Landry, después de pasar por su país, el nuestro, Venezuela o China, decide marcharse de viaje otra vez, si se refuerza la apuesta por la juventud o no. Todo eso, este verano. Ya en cines. Por ahora, eso sí, que les quiten lo bailao y apuntemos los nombres de todos esos chavales.

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