Mi primera entrevista en este blog fue a un jugador de baloncesto universitario de Estados Unidos. La segunda fue a un aficionado al ciclismo y a escribir sobre ello, noruego de nacimiento, internacional de alcance. Las dos las hice en inglés y usando el correo electrónico. Fue fácil. No tenían esa franqueza y transparencia del cara a cara.
Ésta sí.
Ha sido la más difícil y al mismo tiempo la más satisfactoria. Ha sido como la vida misma, que decía el otro: como cuando estás cansado de estar en casa, pero luego te da pereza salir de viaje; como cuando sales de fiesta, y a la mañana siguiente te repites en silencio que una y no más; seguir queriendo a Iggy Pop aunque anuncie limonadas; un disparo al palo, una mano y un balón que se queda a pocos centímetros de sobrepasar la línea de gol. Ésa es la verdadera pasión que produce el fútbol: que el mejor partido que recuerdes de tu equipo sea un empate que no sirvió para nada. Grandeza y pequeñez resumidas en una pasión que no tiene explicación ni falta que le hace. Algo de todo eso hay en una entrevista que, como siempre, no es una entrevista al uso: larga, distendida, sin ambiciones periodísticas. Personalmente, me ha confirmado lo que ya sabía: que ser honesto y honrado es algo que se lleva en la mirada y no se puede esconder. Mejor nos dejamos de precalentamientos y empezamos el partido.
Llego al bar y no está. Pido un café y le mando un whatsapp para decirle que le espero aquí, que no hay prisa, pero al momento aparece. Se asoma por la puerta, me saluda y dice que vuelve en seguida. Y lo hace. Él también se pide un café y durante un rato charlamos con el camarero y con otro cliente sobre las recién terminadas fiestas del pueblo.
Poco después, empieza lo bueno. Me enseña las instalaciones, recordamos cómo se encharcaba la vieja Lasesarre, me dice que podemos hacer la entrevista a pie de campo, sobre el césped. No se lo digo, pero acaba de hacerme feliz. Se entretiene un rato hablando con alguien en la oficina y yo aprovecho para pisar el campo, para observarlo con atención. El día es soleado, la yerba está fresca y segada. Se escucha el ruido del tráfico fuera, el alboroto de una perforada en alguna obra cercana, pero nada afecta a la sobriedad y la tranquilidad que se siente en un campo de fútbol vacío. No sé cómo explicarlo. Es como la belleza que existiría en el rollo en blanco que iba recibiendo cada pulso de las teclas mientras Jack Kerouac escribía. No sé explicarlo mejor. Él vuelve y no me pregunta. Nos ponemos a andar por la banda y le digo: qué fácil parece el fútbol desde la grada. Asiente. En el campo se ven las pendientes, la elegante rugosidad de la tierra, pero, sobre todo, se percibe el cansancio, el esfuerzo, el dolor de la competición.
Hace un par de horas que terminamos, ahora empiezo a escribirlo, y no me puedo quitar esa imagen de la cabeza: la espesura de la yerba, la carrera de Pita, el sol recortando las esquinas de la portería. Es un recuerdo que siempre le deberé a Alberto Romero, presidente del Barakaldo Club de Fútbol, quien se ha prestado, inconsciente y amable al mismo tiempo, a que le haga una de mis entrevistas repletas de preguntas que según las hago, me arrepiento de haberlas hecho.
- Ésta es mi primera entrevista futbolística, ¿tú, llevas la cuenta?
No, que va. Eso sí, la sensación es que han sido demasiadas. No termina de gustarme mucho. He entendido que va con el cargo. Me gusta llevarlo bien pensado. A veces, llevo guión y sé lo que tengo o quiero decir. Es la peor parte, sí.
Le veo muy tieso y serio. Le he dicho que la primera parte de la entrevista es más técnica, parecida a las entrevistas que ya le ha hecho mi periodista favorito en Vavel, Raúl Luceño, y quizás por eso se ha puesto tan profesional. Se lo digo, se ríe. Poco a poco irá escurriéndose en la silla, poniéndose cómodo. Nos olvidaremos de lo que estamos haciendo y hasta yo dejaré de tomar notas.
- ¿Qué balance haces de la temporada pasada? Te lo digo porque da la sensación de que se cierra un ciclo con la marcha de Iñaki Zurimendi. ¿Tú también tienes esa sensación?
Se cierra un ciclo, es evidente. El análisis es el que ya he explicado otras veces: feliz pero un tanto decepcionado. Sigo insistiendo en que cumplimos el objetivo con el que habíamos empezado, pero, después de la primera vuelta que hicimos, cierta sensación de decepción sí que queda.
Le interrumpo para preguntarle si le hubiera gustado terminar su último año como presidente con Iñaki Zurimendi de entrenador. "Sí, claro, sobre todo porque significaría que nuestra temporada habría sido incluso mejor de lo que acabó siendo." Es la segunda pregunta, y ya se empieza a soltar. Se explaya con la respuesta, y eso que me advertía, al principio, que no es un gran conversador: "En Febrero, ya hablé con Iñaki. Comentamos que quizás podía ser la última temporada, que había que hacer algo. Yo entiendo que el de entrenador es un cargo que quema. Tenemos una afición con experiencia, con memoria, que ha visto al Barakaldo en otras situaciones y es exigente. Poco a poco nos vamos dando cuenta de cómo es el fútbol hoy en día, dónde estamos y quiénes somos, pero bueno. Sí, gustar me hubiera gustado."
- ¿Y en la parcela económica? Hace poco fue la junta ordinaria y parece que las cuentas tienen refrendo. ¿Tú también estás satisfecho?
Encantado. Va todo según lo que nos planteamos cuando empezamos: en dos años, quitarnos la deuda; en tres, tener un pequeño superávit.
Tras esa directa y explícita respuesta, Alberto Romero se extiende largo y tendido explicándome que, cuando entró de presidente, se encontró con la plantilla más cara de todas las que ha tenido bajo su mandato y cómo ahora no entiende algunas suspicacias entre aquellos que sospechan que el club va a arriesgar mucho dinero con su apuesta de profesionalizar la plantilla y entrenar por las mañanas. Todo lo resume en una frase muy sencilla: "No vamos a tirar la casa por la ventana. Lo que nos gastamos de más es lo que tuvimos de beneficio. Ya está." Yo le insisto:
- La política de gastar solo lo que se tiene parecía la más apropiada para quitarse la deuda. Una vez conseguido, parece que el siguiente paso es crecer. ¿Ya sabéis cómo hacerlo?
Con más dinero. Con más dinero, dotas de más herramientas al cuerpo técnico, consigues...
- Sí, sí, pero te pregunto si sabéis cómo conseguir más dinero.
Convenciendo a los patrocinadores de que este año es el año del Barakaldo. Este año hemos cambiado el patrocinio, hemos conseguido más ingresos. Poner el nombre en la camiseta no puede hacerse de otra manera: al mejor postor.
Se toma un tiempo para alagar su explicación sobre el compromiso de la empresa que ha patrocinado al club durante las dos últimas temporadas, si no me confundo. Insiste en que el esfuerzo económico que ha hecho la empresa Pollito es digno de mención y que incluso se mantiene para esta temporada, aunque ya no vaya a rotular su nombre en la camiseta. Mientras me lo cuenta, con mucho más detalle y resolución de la que yo estoy poniendo ahora, me fijo en que ya se le ve absolutamente cómodo. Cruza las piernas con la solemnidad de un presidente de club, pero la correa de su perro colgada del cuello y la camiseta de Depeche Mode (ya hablaremos de esto) no parece que concuerden con el gesto. Yo también me animo, y mientras le acaricio el lomo a Pita, su perra, tumbada formal a mi lado, le pregunto:
- Ya dijiste en la presentación del nuevo entrenador que el objetivo para este año era entrar en play-off. ¿Estás convencido de ello?
Completamente, además. Es el año del Barakaldo. Yo estoy convencido, el míster está convencido y prácticamente tengo convencida a toda la directiva. Solo me falta convencer a los jugadores, aunque de eso también tiene que encargarse el entrenador.
Le pregunto por él, si fue difícil ficharle. "No, para nada", me dice, "fue muy rápido." Hablamos otra vez sobre Iñaki Zurimendi, sobre el trabajo de Jorge Portillo "Boluka" y sobre el propio Axier Intxaurraga, de cuando era jugador, y de cuando empezó a sobresalir como entrenador en la Cultural de Durango. Me cuenta una anécdota: él tenía 16 años y no era más que un aficionado que animaba al Barakaldo desde la grada. Hace poco, otro que sigue haciéndolo ahora, lo de animar desde la grada, digo, le vino un día y le enseñó una fotografía en la que se le veía entregándole un premio a un Axier Intxaurraga que, por entonces, se vestía de corto. Se ríe: "Yo, ahí, con mi bómber y todo."
- Ya terminamos con esta primera parte. ¿Cómo ha ido el verano en el despacho? Yo tengo la sensación de que el verano pasado el grueso del equipo estuvo firmado mucho antes. ¿Ha cambiado el ritmo del mercado o vuestras aspiraciones?
Se lo piensa, pero acaba dándome la razón: "Sí, quizás, sí, quizás la temporada pasada fichamos antes, pero hemos formado el equipo rápido, de todas maneras." Ahora soy yo el que asiento: sí, sí, comparados con otros equipos, sois muy rápidos. Se pone serio mientras dice que sí con la cabeza: "Otra de las partes más difíciles de mi trabajo, pero en la que soy muy puntilloso: desde que soy presidente, al día siguiente del último partido de Liga, se dan las bajas. Hay jugadores que no lo entienden y lo malinterpretan, pero nuestra única intención es que tengan el mayor tiempo posible para gestionar su futuro." Volvemos a hablar de dinero, de los presupuestos que se manejan, de cómo está el mercado y lo que cuesta llegar a donde quieres. No duda en decirme: "Ahora mismo, tenlo muy claro, todos los equipos vizcaínos estamos muy parejos en cuanto a presupuesto." Le interrumpo: no te voy a pedir nombres, pero, ¿la plantilla está cerrada? "No te los iba a dar, pero sí, no está cerrada. Faltan dos jugadores, un sub 23 y un sénior."
Y hasta ahí pudo leer. Escribir, yo puedo más todavía. Y me quedé con la sensación de que podríamos haber estado hablando toda la tarde. Habría sido un buen plan, charlar mientras veíamos cómo va oscureciendo y el campo toma otra forma con las sombras, le invaden otros sonidos. Eso sí: queda. Aún queda mucho. Y, lo siento, pero no pienso mover ni un dedo para hacer esta entrevista más corta. Entiendo que a muchos les parezca demasiado larga, pero a mí me parecería un despropósito no aprovechar esta oportunidad y contarlo todo. O casi todo, porque tendré que acabar recortando.
Si te cansas, pues para, que para eso puedes. Imagínate que, en el próximo salto de párrafo, nos tomamos una pausa para la publicidad: ve a mear, coge una bolsa de panchitos del armario. Cinco minutos, y volvemos a empezar.
- ¿Cuál es el primer recuerdo que tienes del Barakaldo?
Buff, supongo que entrar al campo de la mano de mi padre. Y cuando mi padre no iba, que raro era, intentar que cualquier hombre te cogiera de la mano para poder entrar al campo.
- ¿Cuántos años llevas de socio?
No lo sé, en total, no lo sé. Más o menos, empecé con 13 o 14 años. Con 18 o 19 años fui árbitro. En el colegio de árbitros, te sugerían que no convenía que fueras socio de ningún club... De hecho, tuve que arbitrar, en varias ocasiones, al juvenil del Barakaldo. Así que, durante ese año, dejé de ser socio. Pero fue solo un año.
- Ahora, ¿le enseñas tu carné al boina?
Se parte. Primero dice que "sí, casi siempre", luego lo piensa, "bueno, no, la verdad es que casi nunca. Claro. Es que generalmente espero a la directiva visitante y entramos por la puerta vip, y, ahí, no hay boina." Vuelve a reírse. Me da el sol de cara, así que yo la arrugo. Pita me pone el hocico cerca para que sepa que sigue ahí. Le tamborileo en la cabeza mientras a su dueño le pregunto:
- Cuando eras solamente aficionado, ¿tenías algún jugador preferido?
Se lo piensa, y mucho. Yo también, porque vamos a intercambiar nombres como generalmente se hace acodado en una barra compartiendo una cerveza con un amigo. Él se anima: "va a sonar mal, pero te diría que Axier Intxaurraga." Sigue pensando mientras se acaricia la barbilla. "Ha habido varios. Moreno, claro." Y quién no se acuerda de él, Iñaki Moreno: yo también, le digo. "Quién más, quién más..." Parece disfrutar: "Bedia, claro, por cómo se partía el alma. También me acuerdo de Pablo Zuloaga". Zuloaga, claro, le animo. Y le digo, "a mí me gustaban los menos atractivos: Bodeguero, Camacho..." Él añade: "Donosti".
Y se nota que ya estamos tan acomodados que nos hemos olvidado del tiempo y del objeto de nuestra reunión. Para explicarme una anécdota de Donosti, viajamos hasta 1997, se dice rápido, cuando el Barakaldo se jugaba un ascenso que finalmente se llevaría el Elche. Hablamos de aquel partido en Riazor ante un Deportivo B que tenía la que probablemente haya sido una de las mejores generaciones de canteranos del club de A Coruña. Disfruta recordando aquel partido que califica de "mítico", por el juego del equipo y por cómo se animó desde la grada. Y, al final, termina con una de esas frases que dicen más de lo que en realidad parecen decir: "ha sido uno de los mejores partidos del Barakaldo, un empate, fíjate si somos pobres." Pobre puede significar muchas cosas, pero, a mí, aquí, me parece un halago.
- Ya que nos ponemos nostálgicos: ¿recuerdas tu primera vez en Lasesarre?
No, la verdad es que no. Tengo mala memoria.
- ¿Y algún partido que recuerdas especialmente?
Muchos, prácticamente todos los de play-off. Lo vivías con mucha intensidad. Te pasabas la semana entera pensando en el partido. El del Salamanca... me viene ahora a la cabeza.
- ¿Y recuerdas la última vez que estuviste en Lasesarre sin ser presidente?
En campaña. No fue especialmente emotivo. Ya estábamos descendidos o estaba claro que íbamos a descender. Estuve muy comedido. Además, tenía un hándicap: sabía que alguna cámara podía estar siguiéndome. Recuerdo que estaba desilusionado, claro.
- ¿Ha cambiado algo tu manera de ver los partidos desde que eres presidente?
Totalmente.
Es rotundo. Yo sonrío: ¿sufres, eh? "Mucho." Le recuerdo que la primera vez que coincidí con él en un campo, siendo presidente, quiero decir, fue en Laudio. La verdad, le explico, me dejaste preocupado. Estabas muy nervioso. "La tercera fue un infierno, sufrí mucho." No sé si es con esta pregunta, o con otra, porque lo dirá un par de veces, pero me explica que, durante su primer año, con el equipo en tercera, más de una vez tenía que salir del campo antes de tiempo y darse una vuelta, respirar, relajarse. Me explica que, en aquel partido de Laudio lo pasó muy mal, que acabó dolido con ciertos comentarios y críticas que recibió, pero que se esforzó por ser comprensivo, aunque algunas cosas le cueste entenderlas. Le pregunto si celebra los goles en el palco y es aún más rotundo: "Nunca, no los celebro, ni el de Águilas." Luego volverá a insistir en que le parece fundamental guardar las formas y tener respeto: "solo si no hay nadie de la directiva visitante, nos permitimos celebrar los goles en el palco. Y, por supuesto, si vamos fuera, no los celebro."
- Echemos la vista atrás tres años, ¿recuerdas quién fue el primero que te propuso ser presidente o con quién lo comentaste, cómo tomaste la decisión?
Sí. Bueno, fueron los socios los que me hicieron presidente, pero la verdad es que fue mi contricante, con quien no estaba de acuerdo en su proyecto para el Barakaldo, el que me empujó a presentarme. Tenía, y aún tengo, dos buenos asesores anónimos con los que medité la decisión. Y, por supuesto, también con mi pareja.
- ¿Te costó?
Sí, me costó. De hecho, a los dos días, tuvimos una reunión con la gente que iba a ir en mi plancha y me presenté con una carta en la que pedía perdón pero me echaba para atrás.
- ¿Y quién te convenció?
Ellos. Yo pensaba: dónde cojones voy. Pero me convencieron.
- Lo dice con una resignación un tanto sarcástica, pero no le doy un momento de descanso: ahora que se acerca el final de tu mandato, ¿te sientes satisfecho de lo que ha conseguido tu junta?
Todavía no. Me queda un año. Pero también te diré que casi vamos por el mejor plan que teníamos previsto.
- ¿Te has arrepentido alguna vez de tomar aquella decisión?
Sí, alguna vez, sí, pero muy pocas. De calentón. El año pasado, después del partido del Peña Sport, fue duro. Muy mal. Aquel día hubo algunas reacciones que dolieron mucho. Siempre digo que el Barakaldo es como una comunidad de vecinos, que nos conocemos todos, y nuestro tesorero explica muy bien el trabajo que hacemos con un grandísimo sueldo de cero euros. Algunas veces, lo que te gritan o te dicen, duele. Pero no, nunca me he arrepentido seriamente. Y cuando me da el calentón, siempre me recuerdo que firmé un contrato de cuatro años con el Barakaldo y que pienso cumplirlo.
- ¿Te ves con fuerzas para seguir adelante o esperas a este año para tomar una decisión?
Voy a esperar un año. Sinceramente, fuerza sí. No te voy a negar que me haría ilusión ser el presidente del centenario, pero mi sueño ya lo he cumplido. Quería ser presidente del Barakaldo, y ya lo he logrado.
Lo siguiente que le pregunto estaba cantado y no soy muy original. Él mismo lo dice: "sabía que ésta iba a caer." Pero no la rehuye. Le pregunto por la peor experiencia y la mejor que ha vivido en sus tres años de presidente del club. Si él se las esperaba, yo también me había imaginado las respuestas, y, más o menos, es lo que me figuré. "Supongo que la peor fue interna, lo que yo entendí como una traición." La verdad es que no quiero insistirle, me cansa hablar de algo de lo que ya se escribió y hasta se discutió en junta, y si alguien opina que no se escribió lo suficiente, yo discrepo, así que le pregunto por lo deportivo: "El día de Logroño, supongo." Se refiere al último partido de su segunda temporada, cuando el equipo se quedó a una victoria de jugar el play-off de ascenso. De todas formas, recapacita. Y explica por qué se lo piensa: "Pero es que... también fue bueno. Sí, es el peor, pero también me sentí muy orgulloso. De todos, de los jugadores, del cuerpo técnico, de la afición... Trece autobuses, aquello fue muy grande. Entrar al vestuario después del partido fue muy duro, pero creí que tenía que hacerlo y, la verdad, lo que más me sorprendió es que yo parecía el más entero de todos, porque aquel vestuario era una auténtica tragedia." Recordamos aquel balón de Joseba Arriaga que se quedó a un palmo de entrar. Y le comento que, cuando me hablaba del partido de 1997 en Riazor, con un balón al palo que pudo cambiar el rumbo de aquel equipo, me acordaba de la línea de gol de las Gaunas. Y, más o menos al unísono, también recordamos la mano de Txemi Talledo en Águilas. Pequeños gestos, décimas de segundos, centímetros fatídicos que parecen jugar con nosotros de manera enfermiza. La ciudad del golfo de Mazarrón, por supuesto, vuelve a salir en la conversación cuando le pregunto por lo contrario, la mayor alegría que se ha llevado, y el ascenso desde tercera vuelve a acaparar protagonismo: "Águilas, por supuesto. Ése es un recuerdo que me quedará para toda la vida." Y al día siguiente, celebrándolo en el pueblo, ¿no?, le pregunto: "Sí, sí, también, me lo pasé muy bien en aquel camión, pero mucho mejor en el viaje de vuelta. Aquello es algo que no olvidaré nunca." Ya que estamos hablando de recuerdos, cambio de tercio y le hablo de sueños. Le digo que creo que conozco la respuesta, pero le pregunto si le queda alguno por cumplir en el Barakaldo. No hace ni el esfuerzo de ponerle énfasis: "Claro... 2ª A." Pero no tarda nada en cambiar la respuesta: "2ª A y ver este campo lleno." Mientras tomo nota, sin levantar la cabeza, le comento que me parece más difícil que se cumpla el segundo que el primero. Sin perder la calma, me lleva la contraria: "Yo estoy convencido de que si jugamos play-off podemos estar cerca de conseguirlo." Tenía la pregunta preparada, pero ya me ha contestado a la mitad. Quería que me explicara qué cree que es necesario para conseguir que ese sueño se cumpla, y ya me ha dicho que, para llenar el campo, cree que con jugar play-off será suficiente. Para lo de subir de categoría, me contesta que "un poco de suerte. Muchísimo trabajo, por supuesto, pero esto no deja de ser un deporte y también se necesita una pizca de suerte."
- Personalmente, ¿notas que esta experiencia te ha cambiado, que has madurado?
Yo creo que sigo siendo el mismo, exactamente el mismo. Quitando que los que me conocen antes me llamaban por mi nombre y ahora me dan la coña con lo de presi, presi, creo que nada ha cambiado. Sigo haciendo exactamente lo mismo que hacía hace tres años.
- Tampoco es que el Barakaldo sea un club excesivamente mediático, pero, ¿cómo has llevado la notoriedad, que te reconozcan por la calle?
No, bien. Tengo una regla de oro: cuando salgo del club, solo hablo del Barakaldo si yo quiero. Si insisten y no me apetece, lo siento, pero estoy fuera de servicio. La gente suele ser bastante respetuosa. Menos los dos o tres pesados que te puedes encontrar un día, ya te digo que lo único que me molesta es la murga que me dan con lo de presi, presi.
Hablando de ser presidente, le intento hacer una pregunta capciosa: ¿tienes la sensación de que eres un presidente distinto? Para quitarle hierro (o igual para hacerlo más difícil), le explico que distinto puede significar muchas cosas. Se lo piensa mucho. Mucho. Alberto Romero da la sensación de dar los pasos mirando al suelo, calcula bien lo que va a decir y cómo va a decirlo. La sensatez no parece algo gratuito. Pero, por mucho que lo calcule, nunca da la sensación de que su respuesta sea calculada. O calculadora. No sé si me explico: "Según me cuentan algunos socios que también son amigos, sí." Lo que más me sorprende es que se suelta: "Hombre.... Águilas. En el palco de Águilas, aparecí con esta camiseta." Se la agarrá. Ya me había fijado en ella: es una vieja camiseta de Depeche Mode. Me dice que es "la de la suerte" y me cuenta que antes de ir al estadio aquel día, le preguntó a Javi Herrero, uno de sus directivos en aquella época, "¿qué me pongo, camisa "institucional" o la camiseta de la suerte?" Y ganaron los de David Gahan. ¿Por eso la has traído?, le pregunto a bocajarro. "Pues, sí", me contesta, con una media sonrisa satisfecha. Y aprovecho: no te creas, tenía una pregunta sobre eso. "Me lo imaginaba", murmura. Te la leo: ¿lo haces a propósito o es incosciente? Me refiero a lo de presentar jugadores en rueda de prensa con camisetas de The Clash o Porco Bravo. No me deja ni terminar la frase: "Totalmente a propósito." Está convencido. ¿Por qué?, le pregunto. "Porque intento no engañar a nadie. La primera foto que me hicieron como presidente: camiseta de The Clash. Estaba preparado, ése soy yo, no quería engañar a nadie, repito." Cuando engañas a alguien, o cometes un error, o a veces incluso cuando no lo haces, recibes críticas. Ésa es mi siguiente pregunta:
- ¿Cómo has llevado las críticas? ¿Has vivido críticas que te han parecido injustificadas o simplemente dañinas?
Sí, claro, si estás en este cargo, te va a tocar. Si son malintencionadas, me la pela. Miro para otro lado y no hago caso. Si es constructiva, va a sonar a tópico, pero es así, las agradezco, siempre se puede aprender algo nuevo.
- Supongo que entiendes que no se puede contentar o convencer a todo el mundo...
Sí, por supuesto. Es imposible convencer a todos. Pero también hay gente que parece que está esperando a que te tropieces para decirte, ¿ves?, te lo dije. He aprendido a no hacerles caso. Yo cuando me vaya sé que me voy a ir con la conciencia tranquila. Sé que la cagaremos, como ya la hemos cagado en otras ocasiones, porque somos humanos y cometemos errores, pero no me arrepiento de ellos, vamos, quiero decir que no tengo cargo de conciencia. Me equivoco, lo reconozco, aprendo y la próxima vez, intentaré no hacerlo.
Cambiamos de tercio porque nos vamos acercando al final. Llegué cansado a la cita y sigo estándolo, pero es por otra razón por la que seguiría aquí sentado todo el día. Él también parece estar cómodo. Las preguntas las tengo apuntadas en un papel, pero no suenan artificiales cuando las leo. Menos aún, cuando él las acepta todas con naturalidad. Como con las siguientes, porque, a veces, sabe ser tajante y dejarlo todo resumido en un par de frases:
- En tu opinión, ¿qué función debe ocupar el club dentro de la ciudad?
La que estamos intentando que ocupe, pero cada día nos encontramos con más trabas. Creo que deberíamos tener más ayuda institucional y así se lo he hecho saber a quien corresponde.
- ¿Y cuáles crees que son los valores que debe representar el club?
Buff: yo siempre he dicho que con trabajo se consiguen las cosas. Todo suena a tópico, pero yo creo que es así: trabajo. No puedo entender la implicación de un jugador si no es total, si no se deja hasta la última gota de sudor. Y la directiva y empleados, lo mismo. Debemos tener una actitud respetuosa y correcta. Y trabajar. Con humildad, por supuesto.
- Y, en estos tres años, ¿has contado con empleados, futbolistas, técnicos o directivos que hayan compartido eso contigo?
Sí, claro, en la directiva, creo que todos. Todos. Y en el equipo, sin esos valores, no funcionaría. De hecho, creo que ésas fueron las claves del ascenso a tercera división: trabajo, humildad, y una que no he dicho antes, compañerismo. Ésa fue la gran clave de aquel año: el buen grupo que había. Siempre pongo de ejemplo a Pino.
- ¿A quién?
A Pino, a Sampedro. Mira lo que jugó, pero él representaba lo que es ser un buen compañero. Fue un jugador clave a pesar de que apenas jugara.
Pita se ha vuelto loca y empieza a correr alrededor nuestro. "Ya le ha dado", murmura sin alterarse. Se para de golpe delante mío y extiende las patas, como si esperara a que le lanzara una pelota. La verdad es que me dan ganas de lanzarle los papeles. Solo ver las notas que he escrito, me dan escalofríos pensando en este momento: cuando tenga que pasarlo a limpio. Si por mí hubiera sido, me habría quedado con la conversación; habría quitado la categoría de entrevista. Pero ése no era el objetivo. De hecho, ya me duele que he tenido que quitar cosas, partes que fueron tan interesantes como las que ya he escrito, pero no creí conveniente alargarla aún más: el fichaje de Jon Ander Garrido por el Cádiz, el convenio con el Athletic, el diseño de los grupos, la cantera del club... Quizás algún día, haya una segunda oportunidad y entonces encuentre el momento y el lugar de hablar de todo eso que he preferido dejar fuera. Ahora, solo nos queda la traca final. Unas pocas preguntas que intento lanzarle como por la espalda, pero no funciona, no le cojo desprevenido. Demuestra cuajo y tiento, no se altera. Entra al trapo, dribla las preguntas sin dejar de sonreír ni mirar para otro lado.
- ¿Eres del Baraka?
Sí. A muerte. Es más, antes tenía un segundo equipo del que también era aficionado. Cuando me eligieron presidente, tuve claro que ya solo tenía uno.
- Y para ti, ¿qué significa eso?
No lo sé, la verdad. He salido así. Así me acostumbró mi padre. Me gustó desde pequeñito y es algo que no me paro a buscarle explicación. Me gusta decir que soy de Barakaldo y del Barakaldo.
- ¿Solo Baraka?
Sí, por supuesto.
- Y durante estos tres años que llevas como presidente del club, ha sido solo Baraka, ¿o has conseguido tener un equilibrio, guardar otras inquietudes e intereses, que no sea todo fútbol y fútbol?
No, no, claro que sí. He tenido y tengo otras inquietudes. Mi chavala sale de currar a las seis, a partir de las seis de la tarde, he acabado. Intento que sea así.
- ¿Puedo preguntarte por tu chavala?
Sí, claro.
- ¿Cómo lo lleva ella?
Bueno, bien, a veces. Se ha acostumbrado. Como le pasa a casi todas las parejas de los que estamos en la junta directiva, no acaban de entender del todo cómo tenemos este vicio del fútbol.
- Más tarde o más temprano, te alejarás del fútbol, ¿piensas ya en ese momento?
Sí. No pasa absolutamente nada. Volveré a la grada y seré feliz. Podré celebrar los goles.
- ¿Has visualizado ya esa rueda de prensa, la de tu despedida?
Noooo. No quiero ni pensarlo. Me pondré nervioso, me emocionaré y... No quiero ni pensarlo. Lo llevaré escrito, porque si no...
- ¿Y cómo te gustaría que te recordara el socio?
Como alguien que ha sido honesto y ha intentado ayudar en todo lo que ha estado en su mano.
Paro un momento. Para responder a esta última, él se tomó unos segundos y lo pensó mirando hacia el palco. Quizás estaba intentando verse a sí mismo allí arriba. Yo hice hace un rato lo mismo, pero dándome la vuelta y mirando hacia el rincón de la preferencia donde me coloco cada quince días. Seguro que yo me siento más raro aquí, en el césped, que lo que se sentía él la primera vez que se puso debajo del marcador. Sin embargo, los dos tenemos algo en común, y, por eso, había decidido dejarlo para el final, aunque, en parte, ya me lo ha ido contestando a lo largo de la entrevista:
- Vale, la última. Hace tres años, el día de las votaciones, se te vio muy emocionado en la rueda de prensa. Mencionaste a tu padre, algo que, si me permites, a mí se me quedó grabado. Mi padre fue socio de este club hasta que falleció. Muchos de los recuerdos que aún guardo de él están unidos al club, como la primera vez que mi hermano y yo volvimos al campo sin él, el año de la Ciudad Deportiva. ¿Fue tu padre también parte importante de que ahora tengas ese vínculo con el Barakaldo?
Sí. Me emocioné, no tanto por el hecho de salir elegido presidente, que, por supuesto, fue una enorme alegría y una gran emoción, pero sobre todo porque me acordé de mi padre y pensé en lo que le habría gustado verme en ese momento. Mi padre era una persona muy seria, y esto, el Barakaldo, era lo que compartíamos. Me habría encantado que lo hubiera visto. Sé que ahora fardaría. Y que sería mi mayor crítico, por supuesto. Pero también me defendería.
Pita se aburre. Los dos nos ponemos de pie. "¿Fácil, no?" Le pregunto. "Sí, bien, muy bien." Me pregunta que si me tomo una cerveza, y le digo que sí, claro. Recogemos las sillas y entramos al bar. Aún tenemos cosas de las que hablar, y lo vamos haciendo, pero le suena el teléfono. Son ya la siete. Hora de seguir adelante. Nos estrechamos la mano y nos despedimos con una sonrisa.
Aún no he llegado a la esquina de la comisaría municipal, cuando me doy cuenta de que se me olvidó sacar una foto. Me da pereza volver. Le mando un mensaje y le digo que, si puede, me envíe una, la que quiera (y es la que he colgado al principio), mientras tanto, por dentro, pienso que mejor así. No quiero fotografías, no quiero bases de datos, sin pruebas ni evidencias. Solo con memoria y emoción, como se vive el fútbol: un balón al palo, el guante de un portero que vuela, la línea de gol que se ensancha. Y los presidentes. Los presidentes que se ponen camisetas de Depeche Mode porque les traen suerte y que pueden mirarte a los ojos con la conciencia limpia y el corazón... gualdinegro. Eso es el fútbol: el más grande, el de los empates que nos hacen creer, a ciegas, que un día ganaremos. Algo de todo eso, hemos intentado que tenga esta entrevista, o como lo quieras llamar.
Mañana miércoles, 23 de Julio, yo estaré torrándome en la plaza Alonso Martínez de Madrid, mientras él se piensa si ponerse la camisa institucional... o no, antes de presentarle el nuevo equipo a la afición. Será el comienzo de un nuevo año futbolístico. Según Alberto Romero, "el año del Barakaldo". Él está convencido. Yo creo que todos lo son, así que no tengo remedio. Por si acaso, voy a ir buscando la camiseta de la suerte. La mía es de Grateful Dead. Un placer, que rima: el césped brillante, el cielo azul y una buena conversación con alguien que decía no saberlo hacer. No sé puede pedir más. Lo dicho, un placer.