No hablamos mucho de fútbol americano en este blog, y no lo hacemos por una razón muy sencilla: que generalmente evitamos hablar de lo que no tenemos ni idea. Hablamos mucho de lo que conocemos muy poco, así que siempre nos proponemos no hacerlo peor aún y hablar de lo que desconocemos por completo.
Sin embargo, la NFL es todo un acontecimiento en los Estados Unidos de América y ya conocen quién disputará la final que ellos llaman Super Bowl y que, en esta edición de 2017, se disputará en el NRG Stadium de Houston, Texas, con capacidad para más de 72.000 espectadores. En concreto, son dos las aficiones que disfrutarán del concierto de Lady Gaga en el descanso del partido, la de los Falcons de Atlanta y la de los Patriots que, una vez más, liderados por Tom Brady, dejaron en la cuneta a los Pittsburgh Steelers.
Nosotros queríamos, sin embargo, hablar de los otros derrotados, los Green Bay Packers de Aaron Rodgers (vamos a darle a él el titular, qué más da), MVP de la liga en los años 2011 y 2014 que, esta vez, tuvo que conformarse con llegar tan lejos como a semifinales. Y queríamos hablar de ellos por una única razón: porque son un equipo especial, distinto.
A mí me lo explicaron en su día, hace mucho tiempo. Quien lo hizo, lo hizo con mucho entusiasmo y fidelidad, y, de alguna manera, se me quedó grabado. Así que vamos a aprovechar la ocasión para hablar de ellos, y, además, como han perdido, parece que no somos tan oportunistas.
Green Bay, en Wisconsin, es la tercera ciudad más grande del estado, pero, aún y así, tiene poco más de cien mil habitantes. Situada en la desembocadura del Río Fox, junto al lago Michigan, tiene la quinta colonia más grande de
belgas en el país, en un espectro de población donde el 77% son blancos y donde la
industria papelera tiene gran peso. La historia de Green Bay se remonta a los lejanos tiempos en los que un francés de nombre Jean Nicolet comenzó allí un puesto comercial para negociar, entre otros, con los winnebagos, la tribu india que habitaba la zona. Hoy en día, sin embargo, Green Bay es conocida por otra cosa. Muchos la apodan "Titletown", la ciudad de los títulos, porque, en la historia de la NFL es la insititución que más títulos guarda en sus tribunas, nada más y nada menos que 13 títulos de campeón nacional (en sus distintas versiones) para superar a los Chicago Bears, sus inmediatos perseguidores, en cuatro títulos. Todo esto, además, siendo la ciudad más pequeña de los Estados Unidos con un equipo en las ligas mayores, sea cual sea el deporte colectivo.
Esos trece títulos los han conseguido los Green Bay Packers, el equipo de fútbol americano que lleva asentado en la ciudad desde que fuera fundado en 1919 por George Whitney Calhoun y el histórico Earl "Curly" Lambeau. Dentro de dos años, cumplirán los cien, y Lambeau sigue siendo aquel joven de padres de origen belga, nacido en la ciudad, que debutó como jugador profesional en la primera temporada de la historia del fútbol americano, y lo hizo jugando para un equipo que él mismo había ayudado a fundar y que llevaba el sobrenombre de Packers por la empresa de empaquetamiento cárnico que había sufragado con 500 dólares la compra de los uniformes del equipo. Lambeau, además, se convirtió poco tiempo después en entrenador del equipo cuando lo dejó el primero, Willard Ryan, y lo siguió siendo hasta 1929 en el doble rol de entrenador y jugador, y hasta 1949 ya solo como entrenador. Su nombre es ahora el del estadio de los Packers, el Lambeau Field, con capacidad para más de 81.000 espectadores.
Y un lector avezado se preguntará ya: ¿81.000 espectadores para una ciudad de poco más de 100.000? Pues, sí, y, además, son pocos. Y por eso los Green Bay Packers son un equipo especial. Los datos son contundentes y se resumen así: desde 1960 todos los partidos disputados en el estadio han registrado un lleno absoluto. No hay localidades. La lista de espera para conseguir un abono de temporada es tan larga que recoge más de 80.000 candidatos y hay una media de treinta años de espera para lograrlo. ¿Por qué? También es fácil explicarlo.
Los Green Bay Packers incumplen las normas de gestión de la NFL en un detalle que precisamente describe por qué son un equipo distinto en lo administrativo. Según la NFL, ningún club puede tener más de treinta dueños y uno de ellos debe tener el 30% de las acciones. Más o menos, igual me bailan algunos números. Pero el contraste queda claro a pesar de ello. Y es que los Green Bay Packers tienen, en total, 360.000 dueños. El equipo, como cualquier otro equipo de la NFL, está
dirigido por un comité directivo y tiene un CEO, pero se declaran asociación sin ánimo de lucro. Hay cinco millones de acciones y nadie
puede poseer más del 4%. La última vez que se pusieron acciones a la
venta fue durante 2011, para recaudar dinero y ampliar y mejorar el estadio. Las acciones
no producen dividendos, solo se pueden vender de vuelta al club y por
una cifra más baja, y son hereditarias pero no dan derecho a pases para
la temporada. La ciudad de Green Bay, además, protege que la franquicia no sea trasladada a otra ciudad con más público y mejores ratios de audiencia televisiva y están protegidos por sus propios
estatutos de 1923 que obligaban a que todos los beneficios de una
posible venta fueran donados a una institución benéfica para la
construcción de un memorial militar, destinatario que se cambió en junta
pero manteniendo el espíritu. Ahora, si el club se vendiera, los beneficios se transferirían a la fundación del club que es quien se dedica
a repartir el dinero que ingresa el club en actos solidarios y
benéficos. Según he leído, los Packers son el único equipo de la NFL que publica sus balances económicos. Paga los cachés de sus jugadores y de sus empleados, pero no produce beneficios. No es una empresa, es un club, propiedad de 360.000 personas que tienen derecho a voto para decidir su futuro.
Entre sus fans se encuentran o se encontraban (por fallecidos), gente famosa como Jodie Foster, Pat
Morita, Erin Andrews, el famoso Monk Tony Shalhoub, James Van der Beek, que no es otro que Dawson en la serie Dawson Crece, Ryan Reynolds o
la rockera Joan Jett. En la actualidad, los Packers están entrenados por Mike McCarthy (con él ganaron su última Super Bowl, en 2010) y, como creo que ya hemos mencionado al principio, tienen como estrella principal al quaterback Aaron Rodgers, quien tomó el relevo, en el puesto y el liderazgo, a uno de los jugadores históricos más recientes, Brett Favre. Hay más, muchos más personajes en la historia de un club que frisa los 100 años de historia. Por ejemplo, Vince Lombardi, quien, como entrenador, llevó a los Packers a ganar tres de esos trecer títulos en los años 60 y, en parte por eso y por otros logros, pasó a la historia de la NFL que le reconoció poniéndole su nombre al trofeo que celebrarán los Falcons o los Patriots, el que gane el 5 de Febrero la Super Bowl 2017. No lo harán los Packers, eso está claro, tan claro como que, el año que viene, pase lo que pase, el Lambeau Field se seguirá llenando hasta arriba para ver en directo jugar a los Packers de Green Bay, una pequeña ciudad para un club muy grande que parece un rara avis en el deporte profesional norteamericano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario