martes, 18 de junio de 2019

Tadej Pogaçar



Un dato curioso, puede: el ciclismo balcánico. Desde que Yugoslavia se desmembrara en diferentes estados, parece que el deporte de esta zona de Europa sufrió un proceso de adaptación. En el ciclismo, los resultados van apareciendo poco a poco y, sobre todo, sorprende la ascendencia ganada por un país en concreto: Eslovenia. 

Veamos, en categoría continental, solo Croacia y Eslovenia tienen equipos profesionales. El Meridiana Kamen Team croata está dirigido por Antonio Giallorenzo. Más que por la formación de talento croata, se les conoce, entre el público menos conocido del deporte en Croacia, porque, en sus filas, se encuentran los italianos Matteo Rabottini, sancionado en 2014 por consumo de EPO, y Davide Rebellin, el corredor más veterano del pelotón a sus 47 años, 48 cumplirá el próximo mes de agosto. Entre el talento nacional, en el Meridiana Kamen Team se le puede hacer conocido un nombre a los aficionados internacionales, el de Emanuel Kiserlovski (1984), hermano de Robert Kiserlovski, uno de los, si no el más importante corredor croata de los últimos tiempos. Kiserlovski, Robert, campeón de Croacia en ruta, ganador del Giro de los Apeninos y 10º en los Giros de 2010 y 2014, decidió retirarse el año pasado. Su hermano, sin embargo, sigue activo en este Meridiana Kamen Team.

Por su parte, en continental, Eslovenia cuenta con dos equipos profesionales. Por un lado, el Adria Mobil que dirigen, entre otros, los ex ciclistas Bogdan Fink y Bostjan Mervar. Cuentan en sus filas con el veteranísimo ciclista croata Radoslav Rogina, quien aún sigue en activo a pesar de haber nacido en 1979. El resto de los corredores son eslovenos, y para algunos, quizás, el más conocido pueda ser Marko Kump (1988), ex corredor, entre otros, del Geox, el Tinkoff, el Lampre o el CCC. El otro equipo continental eslovena es el Ljubljana Gusto Santis donde corren varios corredores internacionales, de Taipei, Australia y Japón. También tienen a un corredor croata, el jovencísimo Viktor Potocki y al prometedor talento eslovena Rok Korosec, por mencionar al menos a uno.

Ambos países tienen también sus vueltas nacionales por etapas, con prestigio aunque no se encuentren entre las pruebas top del calendario UCI. El Tour de Eslovenia se disputa desde 1993 y en su palmarés aparecen ganadores como el actual, Primoz Roglic, del que hablaremos luego, y otros como Yevgnei Petrov, Jakob Fuglsang, Vincenzo Nibali, Rafal Majka, Tiago Machado o Rein Taaramae. Mientras que el Tour de Croacia se creó en 1994 y no se disputó entre 2002 y 2006. También lo ha ganado Vincenzo Nibali, quien, junto a Martin Derganc y Radoslav Rogina, es el único que puede alardear de haber ganado las dos. El último vencedor fue Kanstantsin Siutsou.

Serbia también cuenta con su prueba nacional, de menos peso que estas dos otras, y, en el año 2018, contaba con dos equipos continentales. El Dare Gaviota que dirigía el español José Antonio Ortuño y el Java Partizan de Dusan Banovic. En el primero, corrían los españoles Eduardo García, Héctor González, Josep Miralles y Óscar Sánchez. En el segundo, el veteranísimo británico Martin Ford, el griego Charalampos Kastrantas o el belga Mehdi Tigrine. Ninguno aparece registrado este año en la UCI.

El ciclismo esloveno tenía a sus primeros referentes en los Martin Derganc, Tadej Valjavec, Gorazd Stangelj, Martin Hvastija, Andrej Hauptmann, Jure Golcer, Gregor Gazvoda, Tomasz Nose, Uros Murn, Matej Mugerli, Jure Kocjan, Zoran Klemencic o Robert Vrecer. Y Janez Brajkovic, por supuesto, 9º en el Tour de 2012. Y Borut Bozic, ganador de etapa en la Vuelta a España. Algunos de ellos están ahora ejerciendo labores de directores: Bozic y Stangelj aparecen en la plantilla técnica del  Bahrain. Pero, y era a esto a lo que venía esta entrada, Eslovenia vive la que probablemente sea su época dorada, y no es solo por el futuro que ha descubierto este año con Tadej Pogaçar o la realidad de la que disfrutan ya con Primoz Roglic. Es porque, si no contamos a Kristijan Koren, recientemente sancionado por la UCI, el país cuenta, sin equipo y sin una tradición tan fuerte como la de otros países, con otros ocho corredores en el World Tour, además de los ya mencionados Pogaçar y Roglic. Al veterano Grega Bole, le acompañan el Bahrain cuatro compatriotas más: Matej Mohoric, Domen Novak, Luka Pibernik y Jan Tratnik. Junto a Pogaçar en el UAE Team corre el también esloveno Jan Polanc. Luka Mezgec lo hace en el Mitchelton y en el Katusha Simon Spilak.

No solo es un número significativo que diez corredores eslovenos se reúnan en la máxima categoría del ciclismo profesional, es que, además, sus resultados a lo largo de esta temporada están dándoles relevancia internacional. Jan Polanc fue líder del Giro de Italia, defendió la maglia con pundonor y acabó 14º en la clasificación final. Jan Tratnik ganó el prólogo del Tour de Romandía. Simon Spilak ha quedado entre los diez primeros en Vuelta al Algarve, Tour de California y Tour de Romandía. Mohoric fue 5º en la Milán-San Remo y 9º en la Gante-Wevelgem. Pero han sido sobre todo Tadej Pogaçar y Primoz Roglic los que le están dando visibilidad al ciclismo de su país. El primero se ha proclamado campeón de su país en contrarreloj, además de sorprender a todos al llevarse una etapa, la clasificación de los jóvenes y la general final del Tour de California. Antes también había sido el mejor joven en Vuelta al Algarve, donde además ganó una etapa y acabó en primera posición en la general final. No puedo acabar tan alto en la prestigiosa Vuelta al País Vasco, pero fue una de las sensaciones de la carrera al ser el mejor joven, acabar 6º en la general final y rozar los puestos de gloria en las parciales, incluyendo un 2º puesto en la etapa que terminó en Arrigorriaga. Sus resultados han llamado la atención de todo el mundo, sobre todo, porque tiene 20 años. El otro gran protagonista es, por supuesto, Primoz Roglic. Este ya tiene 29 años. Este año ha sido 3º en el Giro de Italia, donde ha ganado, además, dos etapas. También ha ganado el Tour de Romandía y la Tirreno-Adriático. Pruebas que se suman a su Vuelta al País Vasco 2018 y sus etapas en el Tour de Francia. Él es la punta de lanza de este nuevo ciclismo esloveno, pero el futuro de Pogaçar, el pundonor de Polanc, la velocidad de Mezgec, el reloj de Tratnik, el atrevimiento de Spilak o la veteranía de Bole también son argumentos contundentes para defender que este deporte está en su momento cumbre en el país balcánico.

Matej Mohoric fue campeón del Mundo sub 23 en 2013 y campeón del Mundo junior en 2012. Janez Brajkovic, de contrarreloj, también sub23, en 2004. Bogdan Fink fue 3º en el campeonato del Mundo junior en 1990. Simon Spilak repitió puesto en 2004. Matej Mohoric fue campeón en 2012, ya lo hemos dicho, pero no que fue subcampeón en contrarreloj ese mismo año. La medalla de bronce de Andrej Hauptman en la edición de Lisboa 2001 que ganó Óscar Freire por delante de Paolo Bettini es el mayor logro en la categoría superior. Roglic, con su plata por detrás de Tom Dumoulin en el campeonato contrarreloj de hace dos años sumó otra medalla para su país. Se nota un crecimiento desde los 90 hasta que cambiamos de siglo y, probablemente, aún quede por llegar más. O quizás no, quién sabe, pero, pase lo que pase, creo que el peso de Eslovenia en el ciclismo internacional ha conseguido un ascendente que quizás pocos nos esperábamos. Veremos hasta donde llegan ahora, teniendo en cuenta hasta donde han llegado ya. Le damos el titular a Pogaçar por ser, aparentemente, el representante de esas incógnitas de futuro, llenas de expectación y promesa. La fotografía, para nadie. Solo porque sale alguien en bicicleta, le podemos encontrar relación con esta entrada. Estaba buscando otras y apareció esta que me gustó. Ya está.


lunes, 17 de junio de 2019

Wout Van Aert



Dicen que el ciclismo en Bélgica es una religión. Lo dicen así, con exageración. Pero es cierto que no hace falta más que ir de turista para que te des cuenta de que las dos ruedas predominan en los paisajes urbanos tanto en Bélgica como en los de sus vecinos holandeses. 

Los ciclistas belgas dominan una disciplina que podríamos denominar como secundaria, aunque nos duela, si nos atenemos a la popularidad y los índices de audiencia. Hablamos del ciclocross. En el medallero histórico de la categoría masculina y élite, los belgas acumulan 30 preseas de oro, 23 de plata y 19 de bronce, para un total de 72. Su más inmediato perseguidor, Francia, acumula 34 en total, casi tantas como ellos de la más preciada. No se puede decir lo mismo en la categoría femenina, donde el gran dominador es Holanda, gracias, sobre todo, al talento de Marianne Vos.

En la disciplina de carretera, Bélgica, y Holanda también, tiene un hueco en el imaginario de los amantes del ciclismo, por sus pruebas de un día, llenas de adoquines y emboscadas de tierra, o por corredores del calibre de Philippe Gilbert, Tom Boonen, Johan Musseuw o Franck Vandenbroucke en tiempos más recientes y Roger de Vlaemick, Rik Van Looy, Lucien Van Impe o Philippe Thys en tiempos más lejanos. Por supuesto, a parte, el gran nombre que supera a todos, Eddy Merckx. Y, por supuesto, siempre ese otro lado del ciclismo, el que no supone tanta preponderancia por sus victorias como lo que supone el afán y el esfuerzo. Thomas de Gendt podría ser el ejemplo belga más actual, eternamente escapado, pocas veces con éxito, pero algunas sí. 

Tampoco aspiramos a hacer aquí un recuento de los méritos y currículo del ciclismo belga, pero sí de como, con tres ejemplos, se puede observar que hay cierta esperanza para poder asistir a una época dorada de su ciclismo. Luego puede que se quede en nada, pero estar, siempre están. No ganan un Tour desde Lucien Van Impe en 1976. No ganan un Giro desde Johan de Muynck en 1978. No ganan una Vuelta desde Freddy Maertens en 1977. En esos años 70, entre estos y las victorias anteriores de Eddy Merckx en las tres grandes, Bélgica parecía el gran dominador mundial. Ya queda un poco lejos. Johan Bruyneel fue tercero por detrás de Laurent Jalabert y Abraham Olano en la Vuelta a España de 1995. Thomas de Gendt ocupó la misma posición en el Giro de Italia de 2012, detrás de Ryder Hesjedal y Joaquim Rodríguez. Tercero fue también Jurgen Van den Broeck en el Tour de Francia, el último pódium belga. Ocurrió en 2010 y le antecedieron Andy Schleck y Samuel Sánchez. Es poco bagaje para las decadas finales del siglo XX y lo que llevamos de XXI. Pero el ciclismo no se resume en pódiums de grandes vueltas, y corredores como los ya mencionados arriba, de los cuales dos, Boonen y Gilbert, llegaron a ser campeones del mundo, y otros, recientes, como Greg Van Avermaet, Jurgen Roelandts, Maxime Monfort, Jan Bakelants, Sander Armee, Jelle Vanendert, Kurt Van de Wouwer, Kevin de Weert o Stijn Devolder han mantenido siempre de moda al ciclismo flamenco y valón. 

Se esperaba mucho de una generación que aún puede crecer, la de los Dylan Teuns (1992), Edward Theuns (1991), Tim Wellens (1991), Victor Campanaerts (1991), Louis Vervaeke (1993), Tiesj Benoot (1994), Jasper Stuyven (1992) o Sean de Bie (1991), pero lo cierto es que se le está sumando otra nacida a partir de 1995 que ha roto los pronósticos y expectativas que se podían esperar de los precedentes. Hablamos de corredores como Laurens de Plus (1995), quien ha frenado un poco su progresión después de hacer 24º en su primera grande, un Giro de Italia, Steff Cras (1996), corredor del Katusha que fue 5º en el Tour del Porvenir, o los más jóvenes, recién estrenados en el profesionalismo, como Jasper Philipsen (1998) o Bjorn Lambrecht (1997), quien acaba de ganar el premio al mejor corredor joven en la Dauphinè Liberè. Y la cantera no para. En la recientísima Vuelta a Navarra, quedó ejemplo de ello: Arne Marit y Maxim Van Gils le dieron triunfos parciales al Lotto Soudal, Laurens Huys lo rozó y Kobe Goosens acabó 2º en la general final. A esta lista podríamos añadir un buen puñado de corredores holandeses como el avezado ganador Fabio Jakobsen, Sam Oomen, Cees Bol o Maikel Zijlaard.

Pero son especialmente tres corredores los que, a lo largo de esta temporada, han llamado la atención a nivel internacional y han puesto en el candelero al ciclismo belga, aunque uno de ellos tenga nacionalidad holandesa, que es una de las razones por las que estamos mezclando sin mucho criterio a ambos países. Hablamos de Wout Van Aert, reciente ganador de dos etapas en el Dauphinè Liberè, Mathieu Van der Poel, ganador este año de una agónica Amstel Gold Race y Remco Evenepoel, vencedor final de la Vuelta a Bélgica que terminó hace unos días. El primero tiene 24 años y el último 19. Los dos son belgas. El del medio, que tiene 24 años, es de nacionalidad holandesa aunque nacido en Kapellen, Bélgica, la misma ciudad donde nació el defensa del FC Barcelona Thomas Vermaelen. Esas victorias que han conseguido esta misma temporada son significativas, pero más lo son sus edades, sobre todo, por supuesto, en el caso extremo de Evenepoel. Si hablamos de Van Aert y Van der Poel, algo más mayores, resalta igualmente su origen en el ciclocross, donde ya habían labrado una significativa rivalidad, y cómo empiezan a despuntar ahora con sus victorias en carretera, demostrando que el talento del barro van a poder trasladarlo al asfalto. También es necesario ver cómo han ganado, analizar cómo se dieron esas victorias: Van Aert lo hizo en una de las carreras más prestigiosas del calendario internacional, la Dauphinè Liberè y en dos especialidades muy distintas, en la lucha contra el reloj y al esprint; la victoria de Van der Poel en la Amstel Gold Race será recordada por mucho tiempo, por sus ataques finales, su amor propio y su esprint agónico final. 

Van Aert, como ya hemos dicho, nació hace 24 años en Herentals, una ciudad flamenca cercana a Amberes. Un nido absoluto de ciclistas, y, sobre todo de ciclocrosistas. En Herentals nacieron corredores como Paul Herijgers, Johan Verstrepen, Mario Aerts, Bart Wellens, Bart Leysen, Geert Omloop, Jurgen van den Broeck o Rik Van Looy. Van Aert tenía espejos de sobra donde mirarse. Antes de concentrarse en la ruta, Van Aert se lució en los circuitos de lodo del ciclocross: fue campeón del Mundo en 2016, 2017 y 2018 y campeón de la Copa del Mundo que organiza la UCI en 2015-2016 y 2016-2017. Un año antes de que ganara su primer título mundial, perdió el mismo ante un corredor de su misma edad, Mathieu Van der Poel, quien repetiría victoria este mismo año, en el campeonato del Mundo de 2019, dejando precisamente a Wout Van Aert de nuevo como subcampeón. Por el contrario, en las tres victorias consecutivas de Van Aert, Van de Poel solo sería segundo en Bieles, Luxemburgo, 2017. En lo que concierne a la Copa del Mundo de la UCI, Mathieu Van der Poel ganó solo la de 2017-2018 y Toon Aerts venció a los dos en la última, esta de 2018-2019. 

Ahora, pueden trasladar esa rivalidad a la carretera, como decíamos arriba. Mathieu Van der Poel ya había destacado en la ruta siendo junior, cuando en 2013 se convirtió en Campeón del Mundo de la categoría por delante del danés Mads Pedersen y el albanés Iltjan Nika. Precisamente, el tercero en discordia en todo esto, Remco Evenepoel, disfrutaría del mismo honor justo antes de pasar a profesionales, convirtiéndose en campeón del Mundo junior en ruta en 2018, galardón que celebró llevándose también el de contrarreloj. Con ese bagaje, Remco Evenepoel dio el salto a profesionales con el Deceuninck-Quick Step, convirtiéndose, directamente, en una de las grandes sensaciones del pelotón internacional, a pesar de contar solo con 19 años, ya que nació en el año 2000 en Schepdaal, Flandes. En su biografía, además, aparece un dato muy curioso. Y es que Evenepoel iba para futbolista, deporte en el que llegó a ser seleccionado por su país en categorías sub15 y 16, después de pasar por las canteras de Anderlecht y PSV. Las que acaba de conseguir en la Vuelta a Bélgica son sus primeras victorias. La general la ha completado con una exhibición: ganando dos victorias parciales y casi sin despeinarse. Se suma así a un palmarés histórico donde se encuentran muchos o casi todos los ciclistas de su país que hemos ido mencionando en esta entrada, más otros internacionales como Frans Maassen, Sean Yates, Michael Rogers, Sylvain Chavanel o Tony Martin. Muy seguramente, tanto él como muchos expertos, esperan que supere los palmareses de estos corredores. 

La Vuelta a Bélgica es, de hecho, la prueba que une a estos tres corredores. Solo Evenepoel ha ganado la general, pero los tres han conseguido victorias parciales en ella. Van der Poel, por su parte, a esa fue sumando otras, en pruebas menos conocidas para el gran público, como la Boucles de la Mayanne, el Tour de Limburgo, la Artic Race de Noruega, la Dwars door het Hageland o el Baltic Chain Tour hasta que este año ha dado el gran salto, con su exhibición en la Amstel Gold Race y sumando otras citas importantes como la Flecha Brabançona, el GP Denain, A través de Flandes y una etapa en el Tour de Antalya turco. Poco a poco, ha ido dando ese salto de calidad que todo el mundo esperaba. Ahora, lo que habrá que esperar es a ver cómo se plantea su futuro profesional. Si apuesta decididamente por la ruta o sigue a dos aguas, compaginando con ambición carretera y ciclocross. Si aspira a conseguir victorias más grandes en el asfalto, probablemente tenga que pensarse su contrato con el Corendon-Circus de Christoph Roodhooft, donde también corre su hermano, David Van der Poel, y un veterano como Stijn Devolder, pero que no puede ofrecerle el calendario que sí le darán Deneuncinck y Team Jumbo-Visma a Remco Evenepoel y Wout van Aert. 

Un Van Aert que, como decíamos, consiguió una de sus primeras victorias precisamente en la prueba que ahora ha ganado Evenepoel, la Vuelta a Bélgica. No fue la primera, sin embargo, ya que había ganado antes, el año anterior, una Vuelta a Lieja donde también se llevó dos etapas. Y no han sido estas las únicas, ya que también ha ganado en carretera pruebas como el Tour de Limburgo, una etapa y la general de la Vuelta a Dinamarca, la Clásica de Brujas, la Schaal Sels y el Gran Premio Pino Cerami. Además, por supuesto, de esas dos recientes victorias parciales en el prestigioso Criterium Dauphinè Liberè. Primero, se impuso en una contrarreloj de 26 kilómetros en Roanne a especialistas más experimentados como Tejay Van Garderen, Tom Dumoulin, Steven Kruijswijk o Adam Yates. Y, al día siguiente, en el esprint en Voiron, se impuso a un Sam Bennett que ya había ganado en una llegada masiva en la tercera etapa, con llegada en Riom, dejando precisamente a Van Aert en segunda posición.

Van Aert se llevó, además, el maillot verde de la regularidad en un Criterium que ha estado marcado por el éxito del ciclismo holandés y belga. A saber, Van Aert y Dylan Teuns ganaron tres etapas para Bélgica y el propio Van Aert y Phillippe Gilbert hicieron segundos en otras dos. Teuns hizo 6º en la general final y fue dos días líder. Bjorn Lambrecht ganó el maillot del mejor joven y Xandro Meurisse acabó 14º en la general final e hizo una gran etapa en la última etapa, con final en Chámpery, que acabó por coronar a Jakob Fuglsang. Por parte holandesa, otras dos victorias parciales: las etapas conseguidas por Dylan Van Baarle y Wouter Poels, quien, además, acabó 4º en la general final. 

Van Aert, Van der Poel y Evenepoel. O puede que Lambrecht, Jakobsen y De Plus. Holanda y/o Bélgica. Pero aparecerá otro De Gendt, eternamente en la pomada. O un Tom Boonen que azuze a la afición belga. O, quién sabe, quizás alguien que no obligue a mirar a finales de los años 70 para recordar a los Maertens, De Muynck y Van Impe. Pero, lo que está claro, es que no dejan de salir. Y, cuantos más salgan, mejor para los aficionados y para el ciclismo profesional. 

Le vamos a dar el titular a Wout Van Aert porque a alguno de los tres había que elegir. La fotografía se la damos a Remco Evenepoel, del día que se proclamó campeón del mundo en ruta junior. A Mathieu Van der Poel le consolamos asegurando que, muy probablemente, nos vuelva a tocar hablar de él pronto.


miércoles, 12 de junio de 2019

Giancarlo Bellini



Este jueves, 13 de junio, comienza el BabyGiro, cuyo nombre oficial es Giro d'Italia Giovani Under 23, la prueba internacional de ciclismo más prestigiosa en esta categoría. Un prólogo y nueve etapas, que comenzarán en Riccione, en Rimini, zona costera y turística de la Riviera Adriática, para terminar en una etapa decisiva con la cumbre del Passo Fedaia-Marmolada en la línea de meta. Por el medio, más kilómetros y mucha montaña.

En esta edición, participarán 31 equipos. 17 de ellos serán italianos y 14 internacionales, lo mejor del pelotón, incluyendo a los españoles Lizarte y Kometa, además de equipos de Austria, Bélgica, Colombia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Suiza, Holanda, Rusia y Kazajistán.

Aunque sorprende los buenos resultados del ciclismo soviético en los años 80, donde entre 1981 y 1989, de las ocho ediciones disputadas (en 1987 no se organizó) ganaron siete, el gran dominador de esta prueba es el país anfitrión, Italia. De todas formas, la nómina de ganadores es significativa y se pueden leer en el palmarés nombres de reputados ciclistas en diferentes épocas: desde Francesco Moser hasta Pavel Sivakov, pasando por otros como Piotr Ugrumov, Dimitri Konyshev, Wladimir Belli, Francesco Casagrande, Gilberto Simoni, Leonardo Piepoli, Danilo di Luca, Carlos Betancur. Mattia Cattaneo o Joseph Dombrowski. Y, por supuesto, Marco Pantani. Algunos lo rozaron, y se quedaron en el pódium, dándole aún más pedigrí a este palmarés: Fabio Aru, Winner Anacona, Domenico Pozzovivo, Ivan Gotti, Franco Pellizotti, Gianni Bugno, Paolo Tiralongo o Peter Kennaugh.

En la edición del año pasado, el vencedor final fue un ruso, Aleksander Vlasov. Vlasov quedó por delante del portugués del equipo norteamericano Hagens Berman Aexeon Joao Almeida y del australiano del Mitchelton Robert Stannard. Vlasov ha sido este año 3º en la Vuelta a Asturias, 10º en el Tour de los Alpes, 4º en el Giro de Sicilia o 8º en la Vuelta a Andalucía, así que su progresión sigue prometiendo buenos momentos para el ciclismo ruso. Robert Stannard ya había sido 8º en la edición anterior a esta en la que quedó tercero, la de 2017, donde el pódium lo consiguieron tres corredores, Pavel Sivakov, Lucas Hamilton y Jai Hindley, que han estado, precisamente, este año en el Giro de Italia, el de los mayores, digamos. Sivakov acabó 9º, Hamilton 25ºy Hindley fue 35º. Por lo tanto, se ve que hay relación entre aquellos que despuntan en el sub23 y los que se asoman en profesionales. En aquella edición de 2017, por poner un ejemplo, también se dejaron ver corredores jóvenes que ya han aparecido por el pelotón profesional como Mark Padun, Nicola Conci, Jasper Philipsen, Mikkel Frolich Honoré, Neilson Powless o Scott Davies.

A falta de que se hagan públicos los dorsales, sabemos los equipos que representarán al pelotón amateur español. El Lizarte de Juanjo Oroz, que viene de un fin de semana lleno de éxitos, se presentará en Rimini con tres corredores que ya conocen esta carrera, Iñigo Elosegi, actual campeón de España sub23 y, según los rumores, próximo a convertirse en profesional con el Movistar, Roger Adrià y el escalador manchego José Félix Parra. Junto a ellos debutarán Kiko Galván, Jordi López y el alavés Ibon Ruiz. Por el Kometa de Rafa Díaz Justo y Carlos Barredo, participarán los nacionales Eduardo Pérez-Landaluce, Arturo Grávalos, Sergio García y Carlos García, más el colombiano Jhon Stiven Ramírez.

Estos jóvenes tienen donde mirarse. Los del Kometa pueden seguir con el rabillo del ojo lo que sus compañeros mayores del equipo continental están haciendo en la Vuelta a Hungría, sabedores de que, quizás, en un futuro cercano pueden estar a las órdenes de Jesús Hernández y aspirar a una carrera profesional. Los del Lizarte, a buen seguro, tendrán en el recuerdo las buenas actuaciones de Richard Carapaz, Antonio Pedrero, Héctor Carretero y Andrey Amador en el reciente Giro de Italia, todos ellos, corredores que se formaron en la estructura del Lizarte para luego pasar al Movistar. 

Aunque queden un par de días, aún no hay dorsales oficiales, pero sí que parece que, entre otros, podremos ver en directo a corredores como el belga Kevin Vermaeke, su compatriota del Lotto Soudal Julian Mertens, los holandeses Maikel Zijlaard y Kevin Inkelaar, el polaco Krzysztof Domin, el colombiano Sebastián Castaño, los italianos Edoardo Faresin, Aldo Caiati, Michel Piccot, Filippo Conca, Alessandro Colvi, Matteo Sobrero o Samuele Battistella, el británico Jackson Stewart y el portugués Andrés Carvalho.

El titular va para Giancarlo Bellini, primer ganador, allá por 1970. Su palmarés no luciría tanto como se podía haber esperado tras estrenar las ediciones del BabyGiro, pero formó parte de aquel Molteni de Eddy Merckx y le ayudó a ganar los Giros de 1971 y de 1972. Su mejor puesto en el Giro sería un 11º puesto en el año 1976. Un buen escalador que ganaría la general del premio de la montaña en el Tour de Francia de 1976, donde acabaría 26º. Ganó una etapa en el Giro de Italia y otro puñado de ellas en pruebas como el Tour de Romandía o la Vuelta a Suiza.

martes, 11 de junio de 2019

Pablo Sánchez






Ya solo queda la final (casi, que miento, pero ya me entendéis), pero nos podemos permitir empezar a hacer ciertas lecturas. Y, como siempre, las nuestras son un poco rebuscadas. En una temporada, esta que está a punto de terminar en la ACB, en la que ha habido muchos debutantes entre los fichajes de la Liga, y a algunos con impacto (Cady Lalanne, Stan Okoye, Javier Justiz, Chris Singleton, Louis Labayrie…), nosotros nos vamos a fijar en esos jugadores jóvenes que apenas han tenido partidos pero que pueden anticipar el futuro que le aguarda a ciertos equipos y a la competición en general. 

Lo vamos a hacer equipo por equipo, sin hacer juicios de valor e incluyendo, puntualmente, jugadores que ya debutaron antes, pero que aún están en edad de meritorios y que igualmente pueden marcar el porvenir de la liga y de sus equipos. Luego, al final, si eso, sacamos algunas conclusiones. 

En el sorprendente Manresa, han debutado en la ACB, este año, hasta seis jugadores. Pau Treviño, del año 2002 y David Efambé, congoleño del año 2001, solo han disputado un partido. David Òrrit, del año 2000, ha jugado tres partidos y 4 partidos ha disputado Dani García, de la cantera del L’Hospitalet, nacido en el año 1998. Los otros dos debutantes han contado con algún partido más: seis ha jugado Paco del Águila, del año 1999, natural de Almería, canterano del Real Madrid y del Fuenlabrada, y hasta 19 partidos, con protagonismo, ha disfrutado Yankuba Sima, quien empezó su carrera en Girona y la Canarias Academy y regresó esta temporada de la NCAA para debutar en ACB con Manresa a sus 22 años. No han debutado este año, pero otros dos jóvenes con futuro han contado, y mucho, en el equipo manresano esta temporada. Jordan Sakho, congoleño del año 1997 salido de la cantera del Torrelodones, ha disputado 25 partidos, pero en la 2016-2017 ya jugó 11 en ACB. Guillem Jou, también de la generación del 97, debutó puntualmente en ACB durante la temporada 2015-2016, pero este año ha disfrutado de peso en las rotaciones de Manresa, equipo con el que ha jugado hasta 27 partidos. 

En el Barcelona, este año, solo ha habido un debutante: Aleix Font. Nacido en 1998, el canterano solo ha disputado un partido. 

En el descendido Gipuzkoa no ha habido ningún debutante, pero tres jóvenes meritorios han contado con partidos, los tres vascos. Gaizka Maiza ha disputado 11 partidos, Xabier Oroz, cinco, y Xabier Beraza, el más joven, cuatro. Beraza es del año 1999 y ya debutó en la 2017-2018. Oroz y Maiza nacieron en el año 1996. El primero debutó en la 2014-2015 y el segundo en la 2015-2016. 

En el Tenerife ha habido un solo debú, el de Samuel Rodríguez, nacido en el año 1997. Solo ha disputado un partido. Cinco partidos ha disputado otro joven, el danés Mads Bonde Sturup. Sin embargo, este ya debutó en la 2017-2018. 

El Fuenlabrada ha visto debutar a dos jugadores, el sevillano de la generación de 1999 Osas Ehigiator y el inglés Jacob Round, del año 2000. El primero ha disputado dos partidos y el segundo solo uno. 

El Real Madrid ha contado con el debú más mediático. Usman Garuba, del año 2002, disputó dos partidos a las órdenes de Pablo Laso. Otro joven meritorio es el sueco Melwin Pantzar. Nacido en el año 2000, ya debutó en la 2017-2018. Este año, ha disputado cinco partidos. 

En Málaga, el Unicaja es otro equipo con varios debutantes. Con una reputada cantera, este año han debutado hasta cuatro jugadores, aunque uno de ellos lo ha hecho en unas circunstancias distintas. Nos referimos a Rubén Guerrero, ex canterano del Unicaja, que se incorporó al equipo desde la NCAA en los últimos encuentros, para debutar en ACB a sus 24 años. Solo jugó un partido de liga regular. Los otros tres debutantes fueron Lucas Muñoz, del año 2001, Pablo Sánchez, del año 2002, y Morgan Stillma, del año 2000. El primero jugó 2 partidos, el segundo uno, y el tercer hasta cinco. Otro joven que aspira a tener más peso es el interior Viny Okouo, congoleño del año 1997, quien ya debutó en la 2015-2016. Este año, como miembro de la primera plantilla, ha disputado siete encuentros. Le vamos a dar el titular, que no la foto, a Pablo Sánchez por ser uno de los más jóvenes, si no el que más, porque no he calculado quién es más joven, la verdad, si Garuba o él. 

La del Joventut es otra de esas grandes canteras de la ACB. Este año, solo ha habido un jugador que ha debutado, Pep Busquets, del año 1999, quien ha disputado tres partidos en ACB. Sin embargo, otros jóvenes han jugado y van reclamando paso en la inacabable cantera de Badalona. En concreto, el estonio del año 2000 Arturs Zagars, quien ya debutó en la 2017-2018; el interior holandés de la generación de 1997 Terrence Bieshaar, quien ya debutó en la 2016-2017; y el alero nacional Joel Parra, del año 2000, quien se estrenó en ACB en la 2017-2018. Parra ha tenido cierto peso, llegando a jugar hasta nueve partidos, mientras que Zagars (dos partidos) y Bieshaar (tres partidos) han tenido un impacto menor. 

En el Baskonia ha habido dos debutantes, pero uno de ellos fue un fichaje que llegó desde la NCAA y con nacionalidad bosnia, ya que nació en Sarajevo. Hablamos de Ajdin Penava, del año 1997, debutante en ACB con tres partidos disputados esta temporada. El otro debutante sí es de la cantera baskonista. Hablamos del letón Arturs Kurucs, del año 2000, quien ha disputado un solo partido este año. Se podría destacar la aportación de otros dos jóvenes talentos, el lituano Tadas Sedekerskis, de la generación de 1998, quien ha disputado 9 partidos y ya debutó en la 2014-2015, y Miguel González, de la generación de 1999, quien ha entrado en el parqué hasta en once ocasiones esta temporada pero ya lo hizo por primera vez en la 2017-2018. 

En el Andorra ha habido un debutante. Se trata del bosnio Sani Campara, ex junior en la cantera del Real Madrid, quien ha disputado dos partidos. Campara nació en el año 1999. 

En el Burgos ha habido hasta tres debutantes. Un partido ja jugado Alberto Alonso, nacido en el 2001. Dos partidos ha disputado Víctor Aguilar, un canario nacido en el año 1998. Por último, el estonio Robert Valge, nacido en 1997, ha disputado cuatro partidos con los burgaleses en esta edición de la ACB. 

En el descendido Breogán, el único debutante ha sido un jugador que ya tenía cierto bagaje, Sergi Quintela. Nacido en el año 1996, ha disputado cinco partidos con los de Lugo. 

En el Gran Canaria ha habido un debú. El de Javi López Santana, nacido en el año 1999, quien ha saltado a la cancha en un partido. Otro joven, el polaco Olek Balcerowski, de la generación del 2000, jugó hasta cuatro partidos. Pero Balcerowski ya disputó un encuentro en la temporada 2017-2018. 

En el Obradoiro no ha habido debutantes de formación o nacionales, aunque sí ha habido algún acierto en los fichajes que debutaban en esta competición, como siempre, por otra parte. En el contexto de este estudio, quizás se podría mencionar al islandés Tryggvi Hlinason, cedido por el Valencia, con los que debutó en la 2017-2018. Este año, el jugador del año 1997, ha disputado hasta 33 partidos con los gallegos. 

El otro gran equipo de cantera en España es el Estudiantes de Madrid. Difícil no ver un debutante en una temporada de los madrileños, aunque sea en una como ésta, donde han sufrido tanto. Hasta cuatro jugadores han debutado con los de Magariños, pero podemos antes mencionar los 27 partidos de Adams Sola, natural de Leganés, de la generación del 2000, quien ya se ha hecho un hueco en el primer equipo después de debutar en la 2017-2018, temporada en la que disfrutó de hasta cinco oportunidades. Los debutantes han sido Andryi Grystak, Nacho Arroyo, Álex Tamayo y Dovydas Giedraitis. El primero, Grystak, es de Ucrania y del año 2000. Ha jugado cinco partidos. El segundo, Arroyo, es chileno y también del año 2000. Solo ha jugado un partido. Igual que Álex Tamayo, también de la generación del 2000, y nacido curiosamente en Lusikisiki, Sudáfrica. Por último, un partido también jugó Dovydas Giedraitis, un lituano del año 2000 en el que se tienen puestas muchas esperanzas. 

El Zaragoza de Porfi Fisac está realizando una gran temporada y disputa ahora las semifinales de la ACB. Esta temporada, de la mano de Fisac, han debutado dos jugadores. Ander Urdiain, del año 2000, ha disputado un partido y hasta cinco ha jugado el interior Jaime Pradilla, del año 2001. Otros tres jugadores jóvenes han contado para Fisac. Un partido de liga regular y otro de play-off ha disputado el checo Vit Krejci, del año 2000, quien ya debutó en la 2016-2017. Pero, sobre todo, destaca el peso adquirido por dos jugadores que ya debutaron hace tiempo pero aún son jóvenes. Por un lado, Marc Martí, del año 1997, quien ya debutó en un partido de la temporada 2014-2015, pero en esta ha jugado hasta 25 partidos. Y, por el otro, uno de los jugadores jóvenes españoles con más futuro, el base Carlos Alocén, quien, habiendo nacido en el 2000 y debutando en la 2016-2017, ya se ha asentado en el primer equipo, con el que ha jugado 32 partidos esta temporada. 

Finalmente, el Valencia se despedía ayer de la competición al caer en la Fonteta ante el Real Madrid y, además, despedía, de paso, a una de sus grandes referencias en las últimas once temporadas, Rafa Martínez. Entre lágrimas, el capitán decía adiós al equipo de Joan Ponsarnau y, seguramente, dos meritorios que este año han contado con minutos en el equipo soñarían con repetir la escena en unos cuantos años. Se trata de uno que no ha debutado este año, porque ya lo hizo en la 2016-2017, Josep Puerto, de la generación de 1999, quien ha jugado en un partido esta temporada; y de otro que sí ha debutado, el vizcaíno Ion Galarza, de la generación de 1997, quien ha debutado en ACB con los valencianos en esta edición. 

En marzo de 2018, El Confidencial publicaba un artículo en el que resaltaba que el cambio de extranjeros por cupos no parecía haber reducido el número de foráneos en la ACB, justo al contrario. El artículo se hacía eco de los datos del estudio realizado por la FIBA y el Centro Internacional de Estudios del Deporte (CIES) que dejaba claro que la liga ACB, al margen de la NBA, era la liga profesional internacional con menos producto local, con un índice de 69,6% de jugadores extranjeros en la temporada 2016-2017. Si echamos un vistazo a los 30 debutantes que hemos mencionado en este poco pormenorizado y probablemente erróneo estudio, 22 de ellos, el 73,3%, son jugadores nacionales: Galarza, Urdiain, Pradilla, Tamayo, Javi López, Aguilar, Quintela, Alonso, Busquets, Pablo Sánchez, Muñoz, Stillma, Guerrero, Garuba, Ehigiator, Samuel Rodríguez, Font, Sima, Òrrit, Treviño, Dani García y Del Águila. Y solo el 26,6%, 8 de los 30 (Grystak, Arroyo, Giedraitis, Valge, Campara, Kurucs, Round y Efambé) son foráneos. No son malos números, pero estamos hablando de jugadores, por supuesto, que apenas han contado con un puñado de segundos, o minutos, y que no podemos anticipar que vayan a tener un amplio recorrido profesional en el baloncesto. De algunos, los Garuba, Font, Pradilla, Kurucs o Ehigiator, se lleva tiempo hablando, pero habrá que esperar para ver si lo que se espera se cumple. Por cierto, otro dato final y cerramos con estas vagas y breves conclusiones: el 53’3% de esos debutantes, 16 de 30, nacieron en el año 2000 o después. Es decir, una nueva generación, la que no ha conocido el siglo XX, se dispone a tomar la ACB. 

lunes, 10 de junio de 2019

Kawhi Leonard



Si ganan los Toronto Raptors...
Seguimos con nuestro habitual estilo torpe y deslavazado, a menudo inoportuno, que nos lleva a abandonar el blog por largos periodos y cuando lo recuperamos, hablar fuera de tiempo. Porque... ¿por qué no esperar un día? Si ganan los Raptors esta madrugada, ya no tendríamos que usar el condicional. Y si pierden, ¿por qué no esperamos un poco más? Total. Y si al final ni ganan las series finales, pues nos podíamos ahorrar el desatino. Pero, no. Nosotros, al revés. Hacía mucho que no veníamos por aquí y ahora que venimos, vamos a hacerlo así: y si ganan los Toronto Raptors...

Si ganan los Golden State Warriors sería difícil llevarle a alguien la contraria cuando afirmen que estamos ante el mejor equipo de todos los tiempos. Los datos serían contundentes, y ya lo son pase lo que pase: han jugado cinco finales consecutivas y ya han ganado tres anillos, el cuarto aún lo disputan. Por supuesto, aún se podría argumentar que a ver si no nos olvidamos de los Celtics de los 60, los Lakers de los 80 y los Bulls de los 90. Motivos para la discusión habría, aunque es indiscutible que los Warriors se han labrado a pulso su hueco en la historia de la competición. 

Si ganan los Toronto Raptors... Pues, por fin, tendríamos algo distinto. Porque es un equipo distinto, con detalles y aspectos concretos que lo convierten, sin duda, en aire fresco para la NBA. Para empezar, son la culminación de la expansión de la NBA. Y ha costado. Los Raptors son un equipo terriblemente joven. Se fundó en 1993, cuando la NBA abrió sus fronteras a Canadá, y en estos menos de tres lustros han pasado por los vaivenes y los costos que se cobra un equipo que no tiene ni números retirados ni miembros del Hall of Fame. Al equipo lo fundó el proyecto colectivo de una serie de canadienses entre los que destacaba el hombre de negocios John Bitove y un Allan Slaight que cuenta con una biografía curiosa, al menos en este mundo del negocio del baloncesto, ya que comenzó como mago amateur y medró como locutor de radio y hombre de rock and roll hasta convertirse, entre otras cosas, en presidente de Global Television. De aquel equipo que eligió a BJ Armstrong como su primer fichaje y este les rechazó hasta este que ahora lucha por convertirse en campeón de la NBA, han transcurrido catorce largos años en los que les costó entrar en play-off (1999-2000) y ostentaban como mejor récord una derrota en las finales de conferencia ((2015-2016, al perder contra Cleveland Cavaliers después de eliminar a Indiana Pacers y Miami Heat). Ahora, por fin, El Norte, con su fiel y bulliciosa afición, vive la emoción de poder convertirse en campeón, el galardón más grande al que puede aspirar una franquicia de la NBA. 

Su afición es, precisamente, otro de sus rasgos distintivos. Ellos mismos hacen alarde de sus diferencias, de su lejanía, de su rasgo particular. Utilizando referencias a Game of Thrones, se han erigido en uno de los argumentos más significativos de la peculiaridad de esta franquicia. También los datos son contundentes aquí: los Raptors son el cuarto equipo en asistencia a su estadio, con una media de más de 19000 espectadores. También son cuartos en asistencia a domicilio y en el computo global. El Air Canada Centre disfrutará de ese ambiente para intentar que la ilusión de la afición y de la institución se confirme cuanto antes, esta misma madrugada de poder ser. 

Otro aspecto distintivo de esta franquicia que puede convertirse en campeón nacional estos próximos días es el carácter internacional de la misma. Y no hablamos solo de jugadores. Porque, si nos ceñimos solo a la procedencia de los jugadores, fijémonos en una cosa. El líder de este equipo, el norteamericano Kawhi Leonard, si ganan, no conseguirá su primer título, si no que se hará con el segundo. El primero lo consiguió con su anterior equipo, los San Antonio Spurs de Gregg Popovych. En aquellas finales de 2014, Leonard y sus compañeros derrotaron a los Miami Heat de Ray Allen, LeBron James, Rashard Lewis, Greg Oden, Dwayne Wade o uno que fue, precisamente, una de las primeras estrellas de los Raptors, Chris Bosh. En aquel equipo de los Spurs de Leonard había ocho jugadores internacionales: el canadiense Cory Joseph, el brasileño Tiago Splitter, el italiano Marco Belinelli, el argentino Manu Ginobili, los franceses Tony Parker y Boris Diaw y los australianos Patty Mills y Aron Baynes. Más internacional podía haber sido aquella plantilla, pero difícilmente. 

La internacionalizad de los Raptors, sin embargo, empieza hasta por su gestión, ya que, su manager, el hawaiano Bobby Webster, tiene por encima a un presidente nigeriano, Masai Ujiri, quien, en realidad, nació en Bournemouth, Inglaterra. Antes de cambiar las bambas por la corbata, Ujiri hizo carrera en Europa, donde jugó al baloncesto en equipos modestos de Inglaterra, Dinamarca, Finlandia, Alemania o Bélgica. Incluso en la parcela deportiva, encontramos ya rasgos del mundo global en la dirección técnica. Nick Nurse, ahora exitoso entrenador en los Raptors, tuvo antes que intentar lanzar su carrera en Inglaterra y Bélgica. Seguro que alguno, que le viera allá por Oostende o Manchester en los inicios de su carrera, aún se sorprende viéndole ahora dirigiendo a una franquicia que aspira al título de la NBA. Y, entre sus ayudantes, Nurse también cuenta con ayudantes que tienen un sabor cosmopolita, y no solo porque hayan nacido fuera, ya que, por ejemplo, en el caso del norteamericano Adrian Griffin, ex de Celtics, Mavs, Rockets, Bulls y Sonics y MVP de la CBA, aunque norteamericano, tuvo algo de experiencia europea como jugador en el Roseto italiano. Y precisamente italiano, por supuesto, es uno de los ayudantes más famosos de Nurse, el seleccionador nacional de España, Sergio Scariolo. Y, junto a él, también ejerce de ayudante Patrick Mutombo, congoleño con pasaporte belga y ninguna relación con Dikembe Mutombo que, como jugador, pasó por Italia, Brasil o Grecia. 

Por supuesto, entre los jugadores también tenemos este acento internacional. Al fin y al cabo, el bloque principal de este equipo lo forman siete jugadores, de los cuales cuatro son norteamericanos (Kyle Lowry, Danny Green, Kawhi Leonard y Fred Van Vleet) y tres no lo son (Mar Gasol, Serge Ibaka y Pascal Siakam). Solo tienen un canadiense, eso sí, el ex de la Universidad de Oregon, Chris Boucher, nacido en realidad en el mar del Caribe, en la isla de Santa Lucía, pero con pasaporte canadiense, quien tiene un papel residual en el equipo, algo menos que el norteamericano Patrick McCaw y los menciono a los dos juntos porque ambos son, precisamente, ex jugadores de los Golden State Warriors. Pero a Boucher y el peso específico en el equipo de los españoles Marc Gasol y Serge Ibaka (este nacido en la República Democrática de Congo) y el camerunés de la Universidad de New Mexico Serge Ibaka, hay que sumarle también al británico OG Anunoby, de origen nigeriano. Ya puestos, podríamos incluir también a Jeremy Shu-How Lin, natural de Torrance, California, y a todos los efectos norteamericano, pero con raíces chinas. Sin embargo, esta globalidad e internacionalidad del equipo no solo se refieren a los nacimientos de los jugadores. Igual que Nurse tuvo que buscarse las castañas en Europa, jugadores de la plantilla como Jordan Loyd, ex Hapoel Eliat, Malcolm Miller, ex del ALBA Berlín o el propio Danny Green, quien también estaba en aquellos Spurs internacionales que mencionábamos antes, ex del NK Olimpja Ljubljana también emigraron al viejo continente antes de encontrar acomodo en la NBA. 

Todo esto, claro... si ganan los Toronto Raptors... y si no, pues tendrá la misma importancia y significación que tiene ahora, ganen o pierden, porque todos estos estudios de pretendido aire cosmopolita poco valen. Sin embargo, creo que sí, que si los Raptors ganan será aire fresco. Ganará un equipo en el que el juego interior tiene peso, con argumentos estratégicos que van más allá del bloqueo y tiro y ganará una afición que seguro que lo celebrará con la intensidad con la que merece perseguir algo tan ansiado, aunque solo lo hayan ansiado durante menos de quince años. Y, sí, también son especiales porque Leonard es especial, porque tiene las manos muy grandes, porque se cuentan bulos sobre si se come o no doce manzanas en una cena de equipo, porque apenas sonríe, no tiene redes sociales y todo lo que tú quieras, pero, sobre todo, es especial por su baloncesto. 

Dicho esto... si los Toronto Raptors ganan... y si no, pues no. A nosotros, igual nos da, la verdad, si somos sinceros.