Una más para el saco, aunque solo van dos. Dos B/SS seguidas, las dos terminadas, y esta última mejor que la primera. Así visto, todo parece que salió bien. Pero empecemos por el principio.
En rasgos generales, la edición número 47 de la carrera popular por excelencia en Euskadi, registró una alta participación, con récord femenino incluído, y dos ganadores, los dos etíopes: Assefa Abrah Milaw en categoría masculina y Tirhas Gebre en femenina quien, además, batió el récord de la prueba en su categoría que aún ostentaba la gran atleta leonesa Rocío Ríos. Por ello, para ella va el encabezamiento. Y pasamos a lo nuestro, a la crónica de la participación pormaratoniana en la prueba.
Finalmente, nos juntamos cinco iluminados: dos parejas de gemelos, y un servidor. Las parejas gemelas perseguían retos distintos, los dos atletas de cuerpos delgados y correr erguido, Álvaro y Emi, primero y segundo de la I Carrera Pormaratoniana, querían estar delante. Los hermanos Uría, sobre todo debido a que uno de ellos, Xabi, debutaba en la prueba, aspiraban a disfrutarla y terminarla con dignidad. El servidor, que soy yo, seguía el ejemplo de los Uría.
Durante la semana ya íbamos avisados: viento sur y calor, hay que hidratarse bien. Y lo hicimos, pero no fue suficiente, por lo menos en mi caso.
Nos reunimos a eso de las siete de la mañana en Landeta y, en procesión, salimos los tres coches en dirección a Donosti. Nos costó aparcar, y para cuando llegamos a la estación de Atocha, ya habíamos perdido el tren. Empezaba la aventura. Nos despedimos de nuestras dos acompañantes, Mar e Isa (quienes junto a las tres escoltas de Emi merecen un aplauso por su paciencia y sus ánimos) y tuvimos que salir al galope, cruzando el Urumea a la carrera, para intentar llegar a tiempo a la estación de Amara y coger el topo. Lo hicimos. Después el autobús, y al final, nos presentamos en Behobia con el tiempo justo. A los Uría y un servidor nos sobraron 20 minutos, Álvaro y Emi llegaron tarde, perdieron sus grupos de salida y tuvieron que salir con otros grupos más retrasados.
Aún así, Álvaro y Emi hicieron un gran tiempo en torno a la hora y media. Cuentan que a Emi se le hizo dura y no pudo más que decir que sí con la cabeza cuando un sobrado Álvaro le decía, mira, ahí tienes el Arzak, al llegar al alto de Mirakruz. Uno es veterano, el otro era debutante, pero los dos hicieron una carrera espectacular, más aún si lo miras desde la perspectiva de los otros tres participantes pormaratonianos. De todas formas, estoy seguro de que nuestro amigo de las asics, en breve, sacará su propia crónica y os dirá con mayor detalle cómo fue la carrera y qué tiempos hicimos. Si os interesa, visitad pormaratones.blogspot.com en unos días.
Los Uría y un servidor salimos con nuestro grupo y con mucha tranquilidad. Unos más que otros, por cierto. Cuando entrábamos en Irún, yo me adelanté un poco para evitar a un grupo de chicas que nos cerraban el paso, y perdí a los Uría que se quedaron a unos pocos metros de mí, pero ya no nos volvimos a unir hasta la meta. Así que ellos, si quieren, seguro que Mitxel se anima, ya nos añadirán su propia visión de la carrera en los comentarios de este blog. Yo solo puedo añadir que llegaron muy enteros los dos, que consiguieron bajar de las dos horas, que Mitxel hizo una buena labor de apoyo para Xabi y que Xabi, para ser la primera vez, y ser más un biker que un corredor popular, demostró una gran forma.
Y me toca lo mío, que intentaré resumir. Me quedé solo en Irún y tiré para adelante. Ya desde el principio, se veía lo que iba a ser la carrera: mucha gente, muchísima, tanto con las zapatillas puestas como animando a pie de carretera (el público de la B/SS es lo más grande de esta carrera). Le dije a Mitxel segundos antes de separarnos, que aquella no parecía la misma carrera que el año pasado. Y era así: la lluvia y el frío de la edición anterior, que dejaron desangelados algunos tramos del recorrido, eran ahora una demostración de público animoso y un ambiente caluroso que empezaba a impregnarse en la musculación. Me había olvidado de que el año pasado, Irún me dejó bien claro desde el principio lo dura que es esta prueba: subir y bajar. Pero me encontraba muy bien. Llegando a Gantxurizketa tenía ganas, iba diciéndome: sí, vamos, tengo ganas de subirte, y lo subí muy bien. Miraba el reloj y lo veía bien. Al pasar por el primer control, iba bastante por debajo de la hora, podía llegar a la hora y cincuenta al final. Los toboganes de Lezo tampoco me hacían daño, y me daba tiempo hasta mirarle a los ojos al Pirata. Bebía en cada puesto de avituallamiento líquido, y con paciencia, incluso me paraba unos segundos y bebía un buen vaso de agua y el otro me lo tiraba por encima. El calor empezaba a hacer mella y ya veía cerca el centro de Lezo, siempre lleno de gente, y más cerca aún Pasajes, la mitad de la carrera ya atrás. Pero seguía haciendo un calor insoportable, porque cualquier calor es insoportable para un servidor, que sigo siendo yo, y a pesar de tener raíces extremeñas, siempre piensa que algún gen me vino de Finlandia. Llegando al puerto de Pasajes, empezaron los pinchazos. Las piernas me picaban, parecía que querían dormirse, no me dolían, pero notaba como los gemelos se endurecían y estaban en tensión. Sudaba y sudaba y soñaba y soñaba con miles de bebidas isotónicas que volaban alrededor de mi cabeza. Empezando el puerto, me entró del todo la pájara. Me costaba mantenerme erguido, me dolía cada zancada que daba y empezaba a afectarme a la cabeza, me acordaba de la media nocturna de Bilbao. Solo pensaba: y te queda Mirakruz, matxo, y te queda Mirakruz, no puedes, te paras, Mirakruz, no puedes, te paras, Mirakruz, pum, pum, como la música matraca que pone el dijey de Pasajes. Y empezó Mirakruz y bajé el ritmo pero apreté los dientes. Y apretaba los dientes. Y ya no sabía si adelantaba a gente andando o era el público. El reguero de corredores que se paraba y andaba había empezado ya en Irún, pero en Mirakruz era enorme, los evitaba con esfuerzo, porque cualquier cambio brusco, me desequilibraba, y llegaban los árboles, pero no el final, y otro árbol, y el semáforo allí, y me dolían más las piernas, y más calor, y ya ni miraba el reloj, pero llegó el semáforo. Se acabó Mirakruz. El año anterior, al coger la cuesta abajo, me tiré a tumba abierta. Este año no, solo fui capaz de dejarme llevar, y ni eso. La cuesta abajo parecía cuesta arriba, y solo pensaba aguanta, aguanta, aguanta, y más calor, más calor, más calor. Donostia. Donostia es larga de cojones. Más público al que ni miraba. Los niños ponían las manos, pero si yo levantaba la mía para chocarla, iban a tener que levantarme los padres del suelo. Este año no me confundí con los hinchables, básicamente, porque me daban igual, ni esprinté, ni tuve fuerzas para levantar los brazos, llegué a meta, un minuto mejor que el año pasado, pero por encima de la hora y cincuenta, por encima de la hora y cincuenta y cinco. Una chica decía, los que puedan que sigan andando, los que no puedan, a la derecha. Me fui a la derecha. No tosía, de caja iba bien, pero las piernas apenas me aguantaban. Me senté y me temblaban. Agua. Solo soñaba con agua.
Me he puesto un pelín dramático, pero así fue la carrera para mí. Más dura que la del año pasado, muy dura. El calor hizo mella, y bastante mella. Aún hoy me duelen las piernas y la espalda una barbaridad. Los cinco últimos kilómetros los hice encorvado como un niño en la placenta. Tardé en beber y cuando agarré el powerade no duró ni dos segundos en la botella. Comí fruta, más fruta, me bebí la botella de agua y el batido antes de salir del recinto de avituallamiento.
He leído que la Cruz Roja atendió a 120 personas. No hay que lamentar ninguna desgracia grave, en cualquier caso. Los pormaratonianos acabamos por reunirnos en la Plaza Gipuzkoa con nuestra banda de animosas, y, después, nos fuimos a ducharnos al velódromo. Unos pintxos por la zona vieja y de vuelta a casa. Unos más contentos que otros, todos cansados, pero convencidos de que el año que viene se intentará volver. La prueba merece el esfuerzo, esperemos que, por lo menos, no haga tanto calor.
Y, por cierto, otra buena noticia: en la lotería de la ONCE que celebraba el aniversario del club Fortuna, organizador de la B/SS me ha tocado dinero atrás, dos euros. Soy todo suerte.
Muchas gracias a todos los que nos animaron desde la carretera, enhorabuena a todos los que participaron y ánimo a los pormaratonianos, que empezamos a ser legión, así es más fácil calzarse las zapatillas.
Hurrengora arte!