Tonya Maxine Harding es probablemente una desconocida para la mayoría de la gente hoy en día, más aún en países como el nuestro, donde el patinaje artístico sobre hielo no es precisamente un deporte que arrastre masas. Sin embargo, a principios de los noventa, Harding fue una estrella mediática en los Estados Unidos. Primero, por ser una de las mejores patinadoras del mundo. Después, por convertirse en uno de los ejemplos más duros de cómo se puede caer de forma estrepitosa desde lo más alto de la cima. Harding tiene ahora casi 38 años, entre otras cosas, participa en un programa de televisión y es una luchadora de "vale tudo". A ver si me sale bien, voy a hacer una pseudo crónica periodístico-literaria de su carrera:
Tonya nación en Portland, Oregón y desde muy joven se dedicó al patinaje artístico. Su hermanastro, Chris Davison, murió muy joven y Tonya acusó a su madre de abusar físicamente de ella tras la muerte de su hermanastro. Dejó el colegio para dedicarse al patinaje y con 19 años se casó con Jeff Gillooly, que se convertiría poco después en su guardaespaldas y en el protagonista principal del lado oscuro de la biografía de la patinadora. Tonya despuntó en 1991 durante el campeonato de patinaje artístico sobre hielo de los Estados Unidos. Allí, consiguió la victoria final y se convirtió en la primera patinadora americana y segunda del mundo en realizar un salto conocido como el triple axel, al parecer todo un logro internacional. En el campeonato del Mundo de ese mismo año, Tonya se alzó con la medalla de plata. Repitió el triple axel en este campeonato. Poco después, empezó su declive y al mismo tiempo su hazarosa rivalidad con Nancy Kerrigan. Tonya era de origen humilde y tumultoso, poco agraciada y contaba con un sinfín de anécodotas torpes durante sus participaciones en distintos campeonatos. Nancy Kerrigan, por su lado, tenía una bonita sonrisa y era una niña prodigio. En 1992, Tonya solo consiguió ser tercera en el campeonato de los Estados Unidos porque se torció el tobillo en un entrenamiento. Ya por entonces, se empezaron a agravar sus problemas de astma, principalmente porque fumaba, y tenía continuos problemas para encontrar entrenador, incluso lo intentó ella misma, pero no funcionó. En los Juegos Olímpicos de 1992 llegó tan tarde que se vio afectada por el jetlag. Sin embargo, su declive llegó durante la preparación para los juegos de invierno que se disputaron en Lillenhammer, Noruega, en 1994. Antes de que llegara el acontecimiento, Nancy Kerrigan, su rival y compatriota, fue asaltada mientras entrenaba por un desconocido que la golpeó con una barra de hierro en la rodilla. Pronto, se descubrió toda la conspiración. Jeff Gillooly, ex-marido ya por entonces de Tonya Harding, y Shawn Eckhardt, su compinche, fueron acusados de contratar a Shane Stant para que llevara a cabo el asalto. Intentaron expulsar a Harding del equipo olímpico, pero los abogados de la patinadora consiguieron convencer a la federación amenazándoles con exigir una indemnización millonaria si era expulsada de la selección. Gillooly llegó a un acuerdo con los abogados de la acusación para señalar a Harding como la culpable de todo el asunto y Harding admitió estar informada de todo y haber colaborado para esconderlo y así evitó una condena más grave. Sin embargo, Tonya siguió diciendo que ella era inocente y se tatuó un ángel en su espalda para expresarlo artísticamente. De hecho, en una autobiografía que publicaría más tarde bajo el título de The Tonya Tapes, Harding confesó haber estado tentada de llamar al F.B.I. para informarles de todo pero que Gillooly la amenazó de muerte. El caso es que Nancy se recuperó a tiempo de participar en los Juegos de Invierno y, como buena protagonista del sueño americano, se alzó con la medalla de plata, mientras que Tonya, que ya se había convertido en la mala de la película, solo pudo hacerse con el octavo puesto. La campaña mediática, antes, durante y después de Lilliehammer, fue exagerada. Tonya apareció en las portadas del Time y de Newsweek, los periodistas vivían acampados fuera de la casa de Nancy Kerrigan y la CBS envió a Connie Chung a Noruega para que siguiera cada paso que diera Harding. La historia de una y de otra, el éxito de la heroína Nancy y el fracaso de la malvada Harding pasaron a ser parte de la memoria sentimental del americano medio. Desde aquella fecha fatídica de 1994, Tonya Harding comenzó un descenso a los infiernos que aún no ha tenido freno. Se convirtió en una estrella del desnudo en Internet después de que su marido se encargara de difundir un video íntimo de la pareja teniendo relaciones sexuales, fue manager de Art Barr en el USA Pro Wrestling Show y empezó a ampliar su larga ficha policial: en 1995, tuvo un accidente de tráfico, en 1997, denunció que había sido secuestrada a punta de cuchillo pero no se encontraron indicios, también ese año denunció el robo de su camioneta, y en 2000 la estrelló en un río cuando conducía, probablemente ebria, junto con su novio, el mismo que la acusó y la condenaron por violencia doméstica en el mismo año. Dos más tarde fue expulsada de su casa en alquiler. En 2005, un juzgado la obligó a dejar el alcohol tras una riña con su nuevo novio y ya, por último, el año pasado, llamó a la policía denunciando que había hombres armados intentando robar su camioneta y esconder armas en su casa, pero un amigo de Tonya confesó a la policía que en los últimos tiempos la joven había admitido ver animales y personas que nadie más veía. Y su carrera deportiva, continuó con el boxeo, al que se dedicó por un corto espacio de tiempo y sin mucho éxito. De ahí, pasó, como decía al principio, al "vale tudo", una especie de lucha extrema donde recibe palizas y se fotografía a cambio de cinco dólares con los aficionados que la esperan a la salida de los combates. A parte de eso, se ha hecho habitual en un programa de la Fox que se titula The Smoking Gun Presents: World's Dumbest, donde comenta los videos más extravagantes capturados por cámaras de videos y servicios de 911. Hace poco, volvió a aparecer en televisión cuando se presentó al estreno de la ópera basada en la historia de aquella famosa barra de hierro: "Tonya and Nancy: The Rock Opera" y, para terminar, en una reciente entrevista al Kansas City Star, la antaño estrella del patinaje, Tonya Harding, se describió a sí misma con las siguientes palabras: "Soy una paleta del sur. Vivo en medio de la nada. Corto madera, bebo cerveza, arreglo coches, esas cosas. Ésa soy yo." Yo no me dedicaré nunca al periodismo deportivo, ya se ve que no tengo mucho talento, pero de lo que estoy seguro es de que, más tarde o más temprano, algún director oportunista llevará la vida de Tonya al cine. No sé si la película será buena ni quien hará su papel, pero espero que lo que le quede por vivir a Tonya, sea o no sea culpable de aquel incidente, tenga un final feliz.
Fanzine deportivo literario. Crónicas caprichosas sobre héroes y villanos del mundo del deporte
miércoles, 26 de noviembre de 2008
martes, 25 de noviembre de 2008
Casey Harriman
¡Empezó la NCAA! Y no pudo empezar mejor para los Bluejays de Creighton: tres partidos, tres visitas en casa, tres victorias. La primera, apretada, ante New Mexico, por 82-75, después de un parcial de 17-0 en los 3 últimos minutos; la segunda, sin sobresaltos, 82-50, ante Arkansas-Pine Bluff; y la última, también fácil, ante Oral Roberts, una universidad cristiana de Tulsa, Arizona, por 22 puntos, 87-65. En el primero, ante New Mexico, brilló Tony Dandrige para los del suroeste con 23 puntos. Por Creighton, llevaron el liderazgo P'Allen Stirrett con 30 puntos, mejor marca de lo que va de temporada y Booker Woodfox con 26. Nuestro amigo Casey Harriman no tuvo mucha suerte, jugó 10 minutos, no anotó ningún punto, perdió un balón, cogió un rebote e hizo una falta personal. Pues sí, pobre bagaje para un sophomore, digamos que duro trabajo de un hombre de equipo, sin más. En la segunda victoria, paliza sin paliativos ante los de Arkansas, donde solo se salvó Terrance Calvin, con quince puntos. En el equipo de Omaha, 15 puntos para Cavel Witter y 13 para Justin Carter, que aprovechó los muchos minutos que repartió Dana Altman. Nuestro amigo Harriman jugó hasta 18 minutos, pero solo consiguió anotar una canasta de dos puntos. Cogió también un rebote y robó un balón, pero cometió tres faltas personales y perdió el mismo número de balones. Subió los minutos en cancha, pero no aprovechó la oportunidad. Y, finalmente, el 3-0 lo consiguieron con otra victoria fácil ante Oral Roberts, supongo que una universidad amiga, por aquello de que comparten fe. Por los de Arizona, solo jugó bien Dominique Morrison, que anotó hasta 20 puntos. Por Creighton, Cavel Witter una vez más, con 25, y de nuevo Booker Woodfox con 12 puntos en quince minutos. Y, por fin, nuestro querido Casey Harriman aprovechó los minutos que tuvo, y bastante bien, por cierto. Casey anotó hasta diez puntos, cogió seis rebotes y robó dos balones, sin faltas ni pérdidas, y todo ello en tan solo catorce minutos. Esperemos que Harriman pueda seguir en esta línea. El próximo partido será la primera salida de una temporada que no podía haber empezado mejor. A ver si hay suerte, que en baloncesto es simplemente buen trabajo y un poco de talento, y los de Creighton llegan al March Madness y, ya puestos a pedir, con Casey Harriman cerca del quinteto titular.
lunes, 24 de noviembre de 2008
Gene Hackman
¿Quién no se acuerda de los Hickory Huskers? Paso de analizarla críticamente porque no puedo, solo puedo hacer un encomio sentimental. La última vez que la vi vivía en Estados Unidos y tenía tan poco que hacer que me enganché al viejo canal de reposiciones, la vi tres veces en el mismo día, y al día siguiente hice lo mismo con El Club de los Cinco. Así que, me da igual si solventa bien o no los tópicos sobre los que sustenta parte de la energía narrativa, si el ritmo fílmico es o no es el adecuado, si los personajes están bien desarrollados, si el final es decepcionante o no, parece que siempre que algo termina bien es exagerado y poco creíble. A mí me gusta como empieza, como sigue y como termina, y como termina me gusta dos veces, porque ganan y me gusta que ganen, me gusta tragarme de vez en cuando una de esas películas sobre el sempiterno sueño americano que, en realidad, tiene más de universal que de americano. Hay frases que tengo en la memoria, o escenas, como cuando llegan al estadio de la final y miden la canasta, cuando los hombres de la comunidad visitan al entrenador, cuando el tirador se entrena en una vieja canasta en la granja o cuando Gene Hackman y Barbara Hershey hablan en medio de la meseta del medio oeste. Dennis Hopper borracho, Gene Hackman cabreado, el chaval que tiraba los tiros libres "a la cuchara." Para mí es la mejor película sobre baloncesto, aunque tampoco recuerdo muchas, la de los blancos que no saben meterla, la de un chaval joven y enclenque que se enamoraba de una chica que le ayudaba a leer Moby Dick, la de Whoopi Goldberg entrenando a los Knicks, una en la que Nick Nolte se iba a buscar a Shaquille O'Neal para ficharlo para su universidad, la de Michael Jordan y el demonio de Tasmania, la de Forrester y el trasunto de Salinger interpretado por Sean Connery, la del perro que vuela, la de Leo di Caprio que dirán lo que dirán, y tendría música de PJ Harvey, de Pearl Jam, de Soundgarden y de lo que sea pero a mí me pareció un bodrio... No conozco muchas más, y la mejor, de manera caprichosa y personal, me sigue pareciendo Hoosiers. Aquella última vez que la vi, mientras vivía en Estados Unidos, me entraron ganas de jugar al baloncesto. Al día siguiente por la tarde, le pedí permiso al bedel de infantil para coger un balón y tirar unos tiros en la cancha del colegio. A los cinco minutos, se me acercó un muchacho de una de mis clases, tendría diez años, no me acuerdo como se llamaba, Conor, Gable, Bayley, algo así. Empezamos pasándonos la pelota para tirar, después vacilamos con el uno a uno, y cuando jugábamos a imaginarnos la última canasta, empezó a regatearme mientras gritaba, Hickory pierde por uno, Jimmy tiene la pelotaaa, dribla a izquierda, dribla a derecha, lanzaaa, y, claro, no es una peli, aunque me aparté falló, pero yo cogí el rebote, lanzé la bola a tablero, y grité: ¡Y Jimmy encesta para Hickory! y los dos empezamos a correr por la cancha celebrándolo, hasta que nos dimos cuenta de que, aunque fuera con una sonrisa, la señora Winchel nos estaba mirando desde la puerta.
viernes, 21 de noviembre de 2008
Holden Caulfield
Supongo que los que lo leyeron en su día recordarán que Holden Caulfield era el protagonista de la novela de JD Salinger El guardián entre el centeno. Podría buscar argumentos deportivos para justificar que Holden Caulfield encabece esta entrada. Al fin y al cabo, la novela empieza cuando regresa con sus compañeros del equipo de esgrima de un duelo en el que no pudieron participar porque Holden extravió los floretes en el metro. Y, cuando llegan al colegio, todo el mundo está en el estadio de fútbol porque se juega un partido de máxima rivalidad contra otro colegio, pero él prefiere ir a visitar a su resfriado profesor de historia. En realidad, lo que quería hacer en esta entrada es recapitular, y como para recapitular no se me ocurría ningún nombre para encabezar la entrada, lo he hecho utilizando el que yo habitualmente uso para firmar las entradas. Quería recapitular, ahora que, creo, alcanzo las 37 entradas con esta, un número de lo más caprichoso, sin ningún significado. En las 36 anteriores, he encabezado las entradas con: 15 jugadores de baloncesto, 7 jugadores de fútbol (en realidad seis, uno de ellos mi amigo Diego y otro personaje que fue presidente de un equipo de barrio), 3 ciclistas, 2 tenistas y 1 piloto de fórmula 1, 1 skater, 1 atleta y 1 jugador de rugby. Las otras cinco entradas fueron encabezadas por dos músicos, un escritor y un político, además de la primera que llevaba el título del blog y servía de presentación. Por lo tanto, se ve de qué pie cojeo y cuáles son los deportes que más me gustan y de los que, por decir algo, más entiendo (a los que he dedicado más tiempo, en realidad). La selección, como ya se dice en el subtítulo del blog, ha sido siempre caprichosa, a menudo, excesivamente personal. Siempre, dentro de mis posibilidades y de mi talento, he intentado cuidar la redacción. Solo me pongo un pero, pero en realidad no deja de ser, igualmente, un juicio personal y caprichoso: aún no he encabezado ninguna entrada con una mujer. Un día pensé hacerlo con Blanca Ares, y tengo guardada la historia de aquella famosa patinadora norteamericana que cayó en la más absoluta de las desgracias, pero, por una razón o por otra, aún no lo he hecho, y el dato es el dato. En fin, tampoco es que quisiera reflexionar mucho sobre lo que vengo haciendo. Simplemente, tenía la sospecha de que me estaba cebando con tanto jugador de baloncesto, y quería cerciorarme para confirmarlo. Ni tan siquiera voy a hacer promesas, este blog, a tenor de los nulos comentarios que recibo, sigue siendo un proyecto íntimo y sin ambiciones, del que disfruto a titulo personal y del que abuso para rellenar los huecos que aprovecho para descansar durante mis horas de trabajo frente al ordenador. No creía que iba a llegar tan lejos, eso también es verdad. Así que, nada, el próximo, si tengo ganas y cumplo lo que he pensado, lo encabezará Gene Hackman y, las chicas llegarán en breve, seguro.
Darral Imhoff
O bien podía haber puesto a Mark Pope o a Scott Hastings. Los tres eran pivots. Los tres son grandes leyendas para mí. Imhoff era el pivot titular de los Knicks cuando Wilt Chamberlain consiguió cien puntos. Su frase célebre fue algo así como: en la NBA hay pivots titulares, suplentes de esos titulares y suplentes de los suplentes, yo soy uno de esos últimos. Hastings, era un pivot blanco que jugó para los Hawks, los Knicks, los Heat, los Pistons y los Nuggets en algo más de diez años de carrera. Con los Pistons llegó a ser campeón de la NBA. Su frase célebre la dijo cuando fue fichado por los Heat, fue algo como así: estoy aterrorizado. Creo que soy el mejor jugador de este equipo. Y, por último, el gran Mark Pope. Jugó en los Pacers, en los Bucks, en los Knicks y en los Nuggets y en su mejor temporada promedió 2.1 puntos por partido. Sus frases célebres son un par de joyas: siendo tan malo como soy, para mí es un honor ser el 12º jugador de este equipo y esta vez esperaba que se les hubiera ocurrido algo original para ponerme en la lista de lesionados, algo así como caspa crónica, en sus dos primeros años estuvo prácticamente toda la temporada lesionado, solo jugó 32 partidos. Imhoff, hoy en día, es vicepresidente de ventas y márketing de la Academia de Baloncesto de los Estados Unidos, Hastings tiene un programa en la radio y Pope no sé muy bien a qué se dedica, pero se apuntó a una escuela de medicina y está casado con una antigua colaboradora del show de Letterman. Sus frases célebres, además de ser ocurrentes, son muy significativas. Creo que es saludable y meritorio encarar con esa sinceridad tus defectos. Seguro que así encararán también sus virtudes, que, a veces, suele ser la raíz del problema, pregúntenle si no a Cristiano Ronaldo por sí mismo. Estos tres, por cierto, los tres eran pivots y blancos, son para mí auténtica historia del baloncesto y del deporte en general. Otro día ya, hablo de Wilt Chamberlain, Shaquille O'Neal y Tim Duncan, seguro que es más aburrido.
jueves, 20 de noviembre de 2008
David Wood
Siempre me han gustado los falsos ala-pivots blancos norteamericanos con buena mano. Me refiero a los que han jugado en España: Joe Kopicki, Russell Larsson, Josh Asselin, Joe Arlauckas, Dylan Page... y David Wood. También Europeos o españoles con las mismas características: Ricardo Peral, Pep Cargol, Santi Abad, Andrés Jiménez, Carlos Jiménez, Andrés Nocioni, Walter Hermann, Jan-Hendrik Jagla, Mirza Teletovic, Ersan Ilyasova, Marcelo Nicola... Esos se me ocurren ahora, muchos fueron buenos, otros pasaron desapercibidos, pero es mi debilidad. También me gustan los de color, eso sí, no voy a justificarme, me parece estúpido, jugadores como Marcus Haislip también me gustan, pero son más físicos, van más de fuera a dentro para buscar el mate, a mí lo que me gustaba era lo contrario, tíos altos, algunos hasta torpes, que salían fuera para lanzar de tres con efectividad. Hoy leía en un periódico deportivo de tirada nacional un reportaje muy pintoresco sobre el Fuenlabrada y me quedaba con el detalle de que el presidente era el alcalde socialista de Fuenlabrada y como el periodista señalaba que, a pesar de sus ideas políticas, había tenido muy buena relación con David Wood, evangelista y republicano, probablemente, decía el periodista, el jugador más conservador que haya pasado por España. Así que me he puesto a rebuscar en Internet para ver si encontraba algún otro comentario sobre el tema, y no he encontrado nada, pero he enredado rebuscando sobre su biografía y palmarés. Me he quedado con estos datos: veinte años de profesional y veinte equipos distintos y fue medalla de bronce con los Estados Unidos en el campeonato del Mundo de 1998. Veinte equipos, entre ellos, Universidad de Nevada, Spurs, Suns, Mavs, Bucks, Bulls, Warriors, Rockets, Limoges, Taugrés, Barça, Canarias, Fuenlabrada... y no están ordenados cronológicamente. Creo que también jugó en Filipinas. Por lo que respecta al bronce, formó parte de una selección que dirigía Tomjanovich, ¿dónde estará éste?, ¿en la barra de algún bar?, con compañeros como Trajan Langdon, Michael Hawkins, Wendell Alexis, Brad Miller, Jimmy Oliver, Bill Edwards o Ashraf Amaya, vaya selección, probablemente el metal más logrado de la historia del baloncesto norteamericano. Y eso es lo que he hecho este mediodía, antes de ponerme con lo mío, ya ves tú, cualquiera pensará que vaya peñazo de tío. Y no le faltará razón. Pero me gustaba como jugaba David Wood, sobre todo cuando estuvo en aquel Taugrés, que ya empezaba a crecer de la mano de Kerejeta y que llegó a semifinales de la ACB, con Santi Abad, Carlos Dicenta, Laso, Joe Arlauckas, Ramón Rivas... y entrenados por Herb Brown, que llegaron a ser conocidos, sobre todo entre la prensa de Madrid, con el apodo que ya se utilizó para los Detroit Pistons campeones de la NBA. David Wood era todo temperamento y lucha, pero aparte era un buen jugador, con buena mano y rebote en ataque. De todos esos que he dicho al principio, no es el que más me gustaba, pero siendo evangelista y republicano, puede que ahora me guste menos, eso sí, la gente más cariñosa y desprendida que conocí en Estados Unidos, era evangelista y republicana, así que, sea como sea, siempre guardaré un buen recuerdo del pelirrojo David Wood, era pelirrojo, ¿no?
martes, 18 de noviembre de 2008
Alberto Berasategi
Creo que podría decir que es el tenista vasco más famoso de la historia, a pesar de que perdió Roland Garros contra Bruguera y a pesar de que deportivamente se formara en Cataluña. A pesar de todo, es el tenista vasco más famoso porque no ha habido muchos más. Mi padre trabajó hasta poco antes de su fallecimiento en una de esas industrias sidrometalúrgicas que en la segunda mitad del siglo XX ayudaron a medrar a esta tierra. Era soldador en la Babcock Wilcox de Sestao, un complejo de talleres y hangares en el valle que se abre entre los montes de Ansio, el Serantes y el mar al fondo y las zonas urbanas de Barakaldo y Sestao. En los buenos tiempos, cuando la fábrica facturaba grandes proyectos para todo el mundo y los trabajadores obedecían la sirena de los turnos para salir en tropel, con algarabía, sucios, y las tarteras en la mano y sus buzos azules, la compañía se empeñó en desarrollar una política social para con las familias de la plantilla. Construyeron una biblioteca, un gimnasio, piscinas, y daban cursos en pequeñas habitaciones con pupitres con pala. Yo asistí a uno sobre técnicas de estudio. Me pareció una soberana gilipollez, pero desde entonces, me puse a hacer esquemas con rotuladores multicolores que, aunque me siguiera pareciendo una gilipollez, me ayudó a terminar la carrera con salud y tiempo libre. En una esquina del gimnasio, levantaron dos o tres pistas de tenis al aire libre. Una tarde de verano, fui a jugar allí con el hijo de uno de los compañeros de mi padre. Recorrimos los kilómetros que separaban la fábrica de la ciudad en bici, nos cambiamos en los vestidores, hicimos un poco el tonto en las cintas de correr y fuimos a la pista. Me ganó 6-0 y 6-0 y en mi vida me he aburrido tanto. Hasta me alegraba de tener que saltar al riachuelo que seguía el borde del cemento de la pista para recoger las pelotas que, en una proporción de 9 de cada 10 veces, perdía yo. Aquello era más divertido que darle a la pelota. No era capaz de subir la pelota sobre la red, y cuando lo hacía, se me iba más allá de las líneas. Corría detrás de las que me devolvía mi amigo sin sentido y sin interés ninguno. Fue una auténtica condena. Ni tan siquiera las bromas al principio, cuando él "se pedía" Mónica Seles y yo Steffi Graff y jugábamos a subirnos los pantalones cortos y estirarnos las camisetas para aparentar que llevábamos falda corta duraron lo suficiente cuando empezó el partido. Supongo que el tenis es un deporte divertido pero no para neófitos. Me he acordado de todo esto, y luego de Alberto Berasategi y de toda la familia junta frente al televisor para ver a Arantxa Sánchez Vicario o de la imagen ya vulgar y manida de Rafa Nadal sacándose la goma de la braguilla de donde le incomoda, porque hace unos días conducía un domingo de mañana, sin más aspiración que pasarla cuanto antes y, al recorrer la larga recta de los polígonos industriales, pasé por el viejo gimnasio, di media vuelta, aparqué junto al complejo donde ahora se acumulan los burdeles y los autolavados y caminé por detrás, siguiendo el arroyo, hasta acercarme a lo que fueron las pistas de tenis. Ya no queda nada. El gimnasio está abandonado, las marquesinas de los aparcamientos las desmontaron hace unos meses, la hierba mala crece por las grietas de la pista de tenis, ya no se oye el eco de la gente al saludarse alegre cuando venían en Navidades a recoger las cestas de Navidad. Tampoco está mi padre ya. En cierta manera, me alegra que no haya sido capaz de ver todo esto. Aunque hubiera preferido que lo viera. Mi amigo si está, aunque ahora puede que esté en Oriente Medio, y creo que sigue jugando al tenis y hace mucho que no le veo ni tan siquiera para devolvernos sin raquetazos unos saludos convencionales. Sin embargo, todo sigue estando allí. Supongo que es lo que aprendemos según vamos creciendo, a ver lo que se ve cuando no se ve nada. Supongo que a Alberto Berasategi le pasará la mismo si se acerca de visitante a la pista central de Roland Garros, se pone de pie y olvida a la gente y se deja llevar por la memoria. El tiempo, aunque se escriba en los libros y se guarde en la memoria, al final nos pone a todos en el mismo sitio. Deuce.
viernes, 14 de noviembre de 2008
Jonah Lomu
Todo es porque estoy en Palma de Mallorca. Mañana me voy. No vine de vacaciones. Acabo de participar con una ponencia en un congreso y me vuelvo. Parte del éxito de este congreso ha sido establecer relaciones con otros colegas, y entre ellos, con un gallego cuyo nombre guardaré en el anonimato. Hemos cenado juntos dos noches seguidas y compartido los descansos entre ponencias y los viajes en el entrañable metro mallorquín. Durante esos viajes y esperas, nos ha dado tiempo a hablar un poco de todo. Esta noche, mientras cenábamos por segunda vez en el restaurante colombiano Mi Tierra, a la vuelta de nuestro hotel, empezamos a hablar de rugby. Él jugó a rugby cuando apenas era un adolescente. Vio un anuncio en su instituto, se apuntó un día y al siguiente le llevaron a jugar un partido. Me contaba lo impresionado que le dejó ver como después de repartirse leña, los jugadores hacían un pasillo y aplaudían al rival. También ha dicho que le gusta este deporte porque puede jugar todo el mundo: rápidos y lentos, gordos y flacos, torpes y hábiles, todos tienen un hueco y una oportunidad en este juego. Cuando ya nos traían los platos repletos de sobrebarriga, empezamos a jugar a recordar los pocos nombres de jugadores de rugby que conocíamos: Chabal, aunque ninguno fue capaz de recordarlo en ese momento, Wilkinson, Serge Blanco y poco más, y especialmente uno: Jonah Lomu. Poco a poco lo hemos reconstruido, aunque en nuestro campo de investigación lo que está de moda es deconstruir, y hemos unido las piezas hasta volver a tener la imagen completa del gran Lomu. Su flequillo, su zancada, su fuerza, sus problemas físicos, sus jugadaras en el campeonato del mundo... No he podido resistirme y al llegar a la habitación del hotel me he conectado a internet, he abierto youtube y he buscado las viejas jugadas. No entiendo nada de rugby, algo más que de fútbol americano en cualquier caso, pero es gracioso como he guardado en la memoria algunas jugadas de aquel neozelandés que probablemente consiguiera al ver las noticias en televisión. Yo tuve ofertas para jugar al rugby cuando era un adolescente, pero era demasiado cobarde. Jugábamos algunos sábados en la playa, y era bastante bueno placando. Mi amigo el gallego jugaba de ala, como Jonah Lomu, y se ríe solo de pensarlo. Lo que no sé, de todas formas, es como hemos pasado, sin dejar de comer sobrebarriga, de Jonah Lomu a la película Tuno Negro, de ahí a Derrida y de Derrida a quedarnos dormidos sobre la mesa. Quizás fue por la cumbia que no dejaba de sonar en el restaurante. Por lo que fuera, pero... antes de irme a la cama voy a ver si encuentro algún video de Chabal placando sin reparos, después, me meto a la cama, que ya son casi las dos de la madrugada y mañana toca abandonar las islas. Lo dicho, Jonah Lomu, qué grande el tío.
lunes, 10 de noviembre de 2008
Carles Ruf
Fácil sería si ahora me pongo a contar que Ruf jugó en el Joventut, en el Girona, en Lugo, en Portugal. Más fácil aún si digo que era un paquete o, por el contrario, me pongo del lado de los que piensan que tenía facultades pero no tuvo mucha confianza de sus entrenadores. Para eso, están los foros en internet. Os encontraréis de todo, espero que el pobre Ruf no lea alguno de los comentarios. Para los que no se acuerden era un tío alto, delgado, rubio, con buena mano y cuyo momento más grande fue el partido de la final del Open McDonalds entre el Joventut y Los Ángeles Lakers que acabó con el sorprendente resultado de 114-116. Y de aquel partido y de aquel torneo era de lo que quería hablar. Del McDonalds y del torneo de Navidad que solía organizar el Real Madrid. Recuerdo bastante bien para lo que en mí es habitual los últimos minutos de aquel trepidante partido. La voz de Pedro Barthe, la canasta a tablero de Corny Thompson, el triple de Ruf, el rebote en ataque de Pressley, Magic mareando la bola. Para los que nos gustaba el baloncesto a principios de los noventa, prácticamente al mismo año en que robábamos patinentes de Tony Hawk en el Corte Inglés, aquel partido fue épico y vibrante, lo más cerca que se estuvo de ganar el McDonalds. Y era ante los Lakers que dirigía Dunleavy, con Magic, Worthy, Perkins, Elden Campbell, Scott, Divac o AC Green. En frente, la Penya de Lolo Sainz, vestidos de blanco y pantalones negros, los cinco que jugaron los últimos minutos eran Jofresa, Villacampa, Pressley, Corny Thompson y Ruf, en el banquillo se veía a Morales y a Tomás Jofresa más excitados que si estuvieran en la cancha. Eran grandes aquellos torneos, aunque el que mejor recuerdo es el de aquel año de 1991 en París-Bercy. Se solía jugar en Octubre, y por Navidad, el Madrid organizaba el suyo. Supongo que ya no lo organizan, pero durante años, formaba parte de las Navidades. Siempre solíamos bajar la mitad de las fechas a Valladolid, a un pequeño pueblo cerca de Tordesillas donde teníamos familia. Antes de que creciera lo suficiente para convertir aquellos viajes en una suerte de noches sin fin con los amigos de mi primo, las fiestas señaladas de Navidad en la meseta oscura y desapacible de Castilla se resumían en una mesa camilla con un dulce brasero bajo las faldas de paño, mucho turrón, regalos sorpresa y todos los hombres en la habitación de la tele viendo jugar a Sabonis, a Petrovic, a Kukoc, y discutiendo sobre quién era el mejor de Europa. Puedo ver a mi tío sentado en el sillón orejero, ya con el pelo cano y escaso, y su dedo torcido de jugar al frontón y sus sonrisas capciosas cuando rememoraba sus años de portero en el Palencia y el día que entrenó con el Atlético y Aragonés le vacilaba. Solo me acuerdo de que había baloncesto y era el Torneo de Navidad, que siempre invitaban a algún equipo exótico, cuando exótico es hasta el Brasil pero sobre todo recuerdo hablar de tú a tú con los hombres de la familia, aunque fuera de baloncesto, aunque fuera de Carles Ruf a quien, por cierto, fuera lo malo que fuera, seguimos recordándole y preguntándonos qué fue de él. En fin, mi tío sigue estando tan delgado como siempre, pero ya casi no monta ni en bici, quizás estas próximas Navidades podamos ver un partido de baloncesto juntos, y, en ese caso, por mucho que se empeñe, seguiré negándole que Drazen Petrovic haya sido el mejor jugador de Europa.
Casey Harriman
Aunque el primer partido oficial no será hasta este próximo domingo, ya empezó la temporada para los arrendajos azules de la Universidad de Creighton. Lo hizo con un partido de exhibición en su propio estadio, algo que organizan para celebrar el comienzo de la temporada y que se toman muy en serio: la pretemporada cuenta con sus propias estadísticas y su propia listas de líderes en anotación, rebotes... De hecho, en el artículo de la crónica del partido, se resalta bien claro que desde que el equipo es entrenado por Dana Altman llevan un registro de 24-3 en partidos de exhibición, incluyendo siete victorias consecutivas. Así es, los Estados Unidos, sin comentarios. Y este año los de Dana Altman también han ganado. 78-65 contra Central Missouri. Destacaron Kenny Lawson Jr., Booker Woodfox y Kenton Walker. Por Central Missouri, Joe Young, y eso que contribuyó al 2 de 22 en triples con un 0 de 7 para enmarcar. Por Creighton tampoco estuvieron muy afortunados con los triples, 3 de 10, y nuestro protagonista, Casey Harriman, falló el único que intentó. Igual que falló los otros dos tiros de campo que tiró, para quedarse en 0 puntos. Al menos, cogió dos rebotes, uno en defensa y el otro en ataque, que eso suele lucir. Y su estadística quedó equilibrada al perder un balón pero recuperar otro. Es decir, poca cosa por ser generoso, pero al menos, jugó catorce minutos, el cuarto por la cola en cuanto a tiempo cancha, bien es cierto, pero de los 9 jugadores que jugaron más que él, 7 lo hicieron entre dos y cuatro minutos más tan solo. Por lo tanto, conclusiones, los Bluejays empezarán la temporada el próximo domingo con buenas sensaciones: las más de quince mil personas que fueron ayer a ver el partido se marcharon contentas. ¿Y Casey? Si el equipo tiene éxito, él lo tendrá y si puede jugar catorce minutos por partido, lo hará bien. Juega con el 32, es mucha presión. Seguiremos informando.
domingo, 9 de noviembre de 2008
Alfredo Uría
Aprovechando que hoy se ha corrido la Behobia-San Sebastián, y para celebrar que por fin alguien cercano a este blog ha abierto el suyo propio para dar rienda suelta a su pasión por esto de correr (podeís encontrar el enlace a la izquierda, porMaratones se llama), vamos a hablar de Alfredo Uría. A sus 68 años, hace como mucho un año, recorrió 800 kilómetros del Camino de Santiago en una semana. Creo que Alfredo ejerce de portugalujo, no lo sé, pero hace años recuerdo, si no me equivoco, que quizás lo haga, tenía una tienda de deportes cerca de mi casa. Yo andaba aún en el instituto, cuando Alfredo, ya entrado en años, se pasó varios días corriendo alrededor del tartán de la ciudad deportiva, para batir no sé qué récord de larga distancia o de resistencia. Me acuerdo, ya ves tú, de cómo comía yogures sin dejar de correr. Fue una hazaña de la que no recuerdo los detalles, pero sí que la seguimos con interés en el barrio y en la clase, hasta con orgullo. Desde entonces, no volví a saber de él, pero se ve que ha seguido, como no, corriendo sin parar y, supongo, que sin ir a ningún sitio en concreto. Hace ya unos seis años o así que empecé yo también a correr. Recuerdo la primera vez que bajé al borde de la ría, junto a la vieja carretera que sigue paralela a las vías y no era capaz de completar dos minutos seguidos sin parar. Duré diez, a tirones, y me tumbé otros veinte para recuperarme. Un año después, retomé el interés con empeño. Salía con mi hermano, primero veinte minutos, después treinta, cuando me quise dar cuenta, aprovechando que por aquellos días había bajado unos kilos y no fumaba, ya corría sobre la hora. Durante un tiempo, corría cinco días a la semana como mínimo y siempre sobre la hora. Ahora, ya no es lo mismo, los kilos y el tabaco han vuelto, y a lo sumo corro un día o dos a la semana. Como con todo, la promesa está propuesta y quisiera recuperar aquel ritmo. Tan solo una vez he corrido una carrera organizada y fue la carrera popular por antonomasia en la provincia. Llegué de resaca, me sobrepuse, y no recuerdo ni cuánto tardé ni en qué puesto llegué, pero esprinté en la Gran Vía y tosí como un condenado al parar. Reconozco que engancha. Cuando te encuentras bien, lígero, sudas y disfrutas del esfuerzo, parar y respirar profundamente es un gozo recomendable. Quizás la mejor parte es descansar en la cocina mientras bebo una bebida isotónica, así de amateur soy, pero bueno, Alfredo Uría seguro que sabría explicarlo mucho mejor. Quién no querría llegar a esa edad con esas piernas. Se ha puesto de moda lo de correr y envidio a el tipo de porMaratones y su próxima cita con la maratón en Florencia, de la que seguro que ofrecerá una buena crónica después de la experiencia. Por mi parte, seguiré a lo mío, recorrido dando la vuelta al pueblo, a tirones, esperando que un día no muy lejano, vuelva a recuperar el ritmo y las ganas de dejar de fumar. Mientras tanto, enhorabuena a todos los que hoy han corrido la Behobia-San Sebastián y ánimo para terminar las carreras que hacemos andando, que también son largas y cansinas palizas como las que el bueno de Alfredo se da por amor al deporte y al espíritu de superación. Eutsi gogor.
jueves, 6 de noviembre de 2008
Barack Obama
Es fácil estar contento. Demasiado fácil. Ver a Jesse Jackson llorando, si conoces un poco de la historia de los Estados Unidos, es bastante emotivo. Ray Allen decía ayer que la gente no puede hacerse a la idea de lo histórico que fue el 4 de Noviembre de 2008 (es increíble como hemos devaluado el significado de la palabra "histórico," aunque no lo diga tanto por este ejemplo, y cómo ya hasta he usado el pasado simple, qué ganas de que pase el tiempo, qué raro suena todo). Glenn Doc Rivers, su entrenador, añadía que jamás había visto a tanto jugador de baloncesto interesado en las elecciones presidenciales. ¿Alguien podría decirle a Rosa Parks que está pasando en los Estados Unidos? Si ella supiera que por negarse a cederle el sitio a aquel hombre, si ella supiera que después de Martin Luther King, incluso después de su asesinato, y del asesinato de Malcolm X, y del asesinato de Bobby Kennedy y de la paliza a Rodney King y después de los poemas de Langston Hughes y las novelas de Zora Neale Hurston, y del Hombre Invisible de Ellison iba a haber un presidente negro en los Estados Unidos, un presidente negro al que le gusta el baloncesto, viajó de mochilero por España y ha coqueteado con la droga, quizás no solo se hubiera negado a ceder el sitio, incluso se hubiera atrevido a ponerse cómoda y estirar las piernas y respirar en el cristal para hacer muñecos de caras sonrientes sobre el vaho. Dicho esto: es fácil estar contento. El entusiasmo en Europa da miedo, y hasta parece premeditado. Coincido con la gente que considera la administración Bush como uno de los periodos más nefastos en la política de los Estados Unidos. No tanto por los hechos más concretos: Abu Ghraib, Guantánamo, la crisis económica, la gestión de las catástrofes naturales o la guerra, si no por los conceptos más generales de su política exterior basada en el dominio y en el aprovechamiento circunstancial de las condiciones manipuladas tras los atentados, el neoconservadurismo y la prepotencia más aciaga e ignorante. Incluso hay una cosa que me atemorizaba más: el constante recurso a las explicaciones más simplistas y el acoso y derribo contra el intelectualismo al que quisieron vestir de militante y subversivo. Dicho esto: Bobby Kennedy se murió sin demostrar que todos sus discursos llenos de poesía y palabras emotivas pudieran llevarse acabo. Si no se hubiera paseado por la cocina del Ambassador Hotel, quizás ahora tendríamos un antecendente para conocer las verdaderas repercusiones de la poltrona y el poder. ¿Hubiese sido capaz de acabar con el racismo y el hambre? Sus discursos, escuchados aún hoy en día, veinte años más tarde, suenan a promesas tan sugerentes que dudas de que puedan convertirse en certezas. Los demócratas siempre han tenido a los Kennedy en el rabillo del ojo. Barack Obama también. Él va a tener la oportunidad de demostrarnos si las palabras se quedarán en palabras. Tendrá la oportunidad de sonrojar a media Europa si ese entusiasmo generalizado que parece peligroso y hasta crédulo se ve decepcionado una vez que entre en el despacho oval. En uno de sus discursos en las primarias, Barack Obama habló sobre el precio del petróleo. Estados Unidos es uno de los países con los precios de la gasolina más bajos. Sin embargo, el país se basa en la movilidad y el uso de los coches es superior al de cualquier otro país industrializado. El precio de la gasolina es una de las mayores preocupaciones del americano medio. Creedme, viví en Iowa y me cedieron un coche para ir a trabajar a un colegio que tenía a diez minutos de mi casa a pie. Barack Obama en aquel discurso prometió que no estaba en su mano bajar el precio del petróleo, por lo tanto, tampoco podría hacer gran cosa con la gasolina. Pero prometió tasar más alto la venta de los vehículos nuevos con depósitos de gasolina del mismo tamaño mastodóntico que las ruedas y con la misma exagerada potencia. Les vino a decir: si os preocupa el precio de la gasolina, ¿por qué os compráis coches tan grandes y tan potentes que no necesitáis y que requieren más gastos de combustible? Eso es ir directamente al núcleo de la cuestión, eso es jugar una carta arriesgada, decirle al americano medio que debe renunciar al sueño americano, al sueño que consiste en aparentar que tienes un nivel de vida superior al de tu vecino: vivo en un país democrático, he ganado este dinero limpiamente, ¿quién eres tú para decirme que no puedo gastármelo en lo que me de la gana? Algo así probablemente le contestaría Joe the Plumber. Esa sinceridad tan arriesgada y consecuente, ¿será la que aplique Obama durante su mandato? Europa se ha rendido fácilmente a sus encantos, y no podemos olvidar que aún debe pasar la prueba de manejar un poder que siempre se ha mostrado contagiosamente perversivo. Ojalá todo vaya bien, ojalá el viejo jugador de baloncesto del instituto Punahoa meta todas las canastas que esperamos, ojalá no ocurra como con aquel otro político, más veterano, en este caso actor, que se labró su ascenso político a base de ser un adalid de la construcción del estadio de los Dodgers en Los Ángeles, una historia que contaré más adelante. Aquel visionario que manipuló la opinión pública subrayando que el béisbol era parte de la identidad americana, ganó sus segundas elecciones con una de las victorias más abrumadoras de la historia de los Estados Unidos. Ronald Reagan, para los republicanos, quizás sea lo más parecido a lo que los demócratas ven y encuentran en los Kennedy. En fin, una gran crisis económica mundial, una oportunidad para terminar con los prejuicios raciales (sí, yo también soy bastante excéptico, pero este sentimiento es peligroso y lucho por conseguir un sano equilibrio), una situación internacional frágil y conflictiva y un entusiasmo quizás desmesurado que Obama deberá saber manejar sin oportunismo y con buena mano. Dicen que después de votar, jugó un partidillo de baloncesto. Yo solo espero que no solo Dios bendiga a los americanos, si no que los americanos bendigan la oportunidad de rescatar la idea del juego colectivo y el trabajo en equipo, mejor que la individualidad y los mates espectaculares. Ya veremos. Ojalá.
martes, 4 de noviembre de 2008
Tony Hawk
Mira que se hizo famoso el tío. El otro día leí que salía en un anuncio en el que hacía un grupo de música con Kobe Bryant, Michael Phelps y no sé quién más. Me he acordado de él como Proust hizo con la magdalena. Me explico. Acabo de leer en el periódico que Emir Kusturica abrirá el próximo festival del Zinebi con un concierto. El próximo Zinebi, festival de cortos de Bilbao, recupera también para la próxima edición su antigua sede, el viejo cine Gran Vía, que en los últimos años pasó de ser una oficina de Euskaltel a una preciosa aunque exageradamente cool sala de conciertos donde vimos a Quique González no hace mucho. Temíamos que se pasara gran parte del año cerrada, pero parece que poco a poco la van encontrando utilidad. Sería una pena que no se aprovechara esa sala para ampliar la oferta cultural de Bilbao. A lo que iba, que me he acordado de los viejos cines Gran Vía. Y, a lo que iba, que me he acordado de que cuando era un chaval, hablo de octavo de EGB como mucho, con unos 14, 15 años, nos llevaron a ver un documental a esos cines. Yo creía recordar que era un festival de cine documental deportivo, pero igual era el mismísimo Zinebi, no sé. El caso es que nos tocó ver un documental sobre espeleología en ucraniano, o ruso, o yo que sé, con subtítulos. La sala estaba muy oscura. El profesor que nos tenía a su cargo era aquel profesor substituto bajo tratamiento psiquiátrico al que no ayudamos a superar su enfermedad. Aprovechando un permiso enfurruñado para ir al baño, a los cinco minutos de la película, ya nos habíamos escapado. Recuerdo a Ramon Ángel, recuerdo a Diego, recuerdo a Iñigo y a Félix y a Tato, pero igual lo mezclo con otros recuerdos, quién sabe. Seguro que estábamos Diego, Ramon Ángel, Tato y yo. Nos encontramos solos y excitados en medio de la Gran Vía. Llovía. La gente iba de un lado para otro y nosotros nos dirigimos casi sin pensarlo al Corte Inglés, que quedaba muy cerca. Un resumen: a mí me tiró de las orejas uno de los hombres de corbata por jugar al golf con un palo reglamentario y una cesta de pescar. Diego perdió la apuesta de levantar las pesas más de dos veces y se cargó el suelo y casi su pie izquierdo. Ramon intentó en vano robar una cachimba. Nos colamos en los probadores de chicas. Garabateamos en el baño. Comimos golosinas sin pagarlas en la tienda a granel. Me probé una camiseta de hockey. Corrimos por los pasillos, bajamos por las escaleras, subimos en el ascensor y golpeamos repetidamente el botón de alarma. A una señora mayor engalanada con su abrigo de visón, la soplamos las faldas. Pero lo mejor era cuando ya salíamos por la puerta porque calculábamos que nos andarían buscando desesperadamente, entonces apareció Tato, que ha vuelto de nuevo a casa después de un largo periplo como pies negro que según la leyenda le llevó hasta aparecer de extra en una peli de Almodovar, montado en un patinete corriendo por entre los mostradores de perfumería gritando Tony Hawk, o Tonijok, Tonijok, Tonijok, mientras un orondo responsable de seguridad intentaba sortear amablemente a la clientela y atraparlo al vuelo en el mismo gesto. Casi en la puerta de la esquina de Gran Vía con Alameda Urkijo, lo atrapó, y los dos se fueron al suelo, y el patinete se estampó contra la cara de un famoso que en un cartel de cartón anunciaba el último reloj de oro y de moda. Y nosotros nos reíamos. Y Tato, con sus dientes ya perdidos a los catorce años, sus eternos mocos en equilibrio (le llamábamos Tatamoco) y sus gafas de miope, se reía con su risa gangosa mientras el segurata se lo llevaba y nos gritaba: Tonijok, Tonijok. Llegamos a la puerta de los viejos cines a medias riéndonos a medias preocupándonos, pero ninguno se quedó atrás. El profesor substituto nos soltó unas collejas y, ya no me acuerdo, pero supongo que volvimos en autobús o quizás en tren, sin saber qué fue de Tato porque ni el profesor se quedó para averiguarlo. Eso sí, recuerdo que camino de la estación, Ramon se puso serio y dijo, eso le pasa por intentar robar el patinete de Tonijok y acto seguido se levantó la camiseta y de la cintura se sacó una preciosa cachimba de plata.
Gustavo Kuerten
Es una broma. Mi hermano y yo hacemos bastante el gilipollas. A veces. Muchas veces en casa. Mi madre es el único testigo, así que más que nada lo mantenemos en secreto. Durante un tiempo, mantuvimos una broma contínua con Guga. Dábamos por sentado que yo era amigo personal, íntimo de Gustavo Kuerten. Estábamos viendo la tele, hablaban de la subida en el precio de la harina y yo rompía el silencio para decir, joder, el otro día estaba hablando con Kuerten y, fíjate tú, ya no puede hacerse sus propias hogazas de pan gallego con esto de la subida de la harina. Estábamos viendo la tele y en las noticias deportivas hablaban del último Open USA y mi hermano decía, ¿dónde está Guga?, no sale de Copacabana, el cabrón, contestaba yo. Cada dos por tres, cualquier gilipollez que empezaba, el otro día hablaba con Guga... Y duró. ¿Por qué me acuerdo hoy? Yo qué sé, quizás porque tengo la cabeza llena de tantas cosas que para librarme del agobio pienso en Kuerten y su eterno aspecto desaliñado y sus reveses saltarines, y su pelo revuelto y su sonrisa de niño pícaro. Qué fue de Gustavo Kuerten. Nos caía de puta madre, en el fondo, por lo menos a mí. Estoy seguro de que sabe disfrutar de la vida, de la buena vida del tenista retirado. Joder, seguro que ahora alguien me cuenta que ha caído en una depresión o está perdido en el mundo del narcotráfico. Prefiero que no me lo cuenten entonces, prefiero seguir imaginándome a Kuerten en bermudas, con la piel bronceada, mirando a las mulatas más que al mar. No es que le envidiaría por ello, pero me siento mucho mejor sabiendo que Kuerten es feliz aún, entonces, todos los demás podemos serlo también a nada que nos empeñemos. Eso me decía el otro día cuando hablé con él por teléfono.
domingo, 2 de noviembre de 2008
Juan Manuel López Iturriaga
Juanma Iturriaga, Fernando Romay, Julio y Patxi Salinas, David Meca, Nikola Loncar, Chichi Creus, Juanito Oiarzabal, Korta, Perico Delgado, Michael Robinson, Lobo Carrasco o Ángel Nieto. ¿Qué tienen en común? Era fácil: deporte y televisión. Algunos de los que he dicho en esta lista se han hecho con un hueco en televisión retrasmitiendo o comentando noticias deportivas. Ésta es una buena oportunidad para el deportista cuando se retira. ¿Cuántos jugadores han comentado partidos de fútbol? Alkiza, Larrañaga, Julen Guerrero, Rafa Martín Vázquez, Craioveanu, Kiko, Quique Estebaranz, Laudrup, Etoo, Cañizares, Marcelino Elena, Poli Rincón, Butragueño, Michel, Amor... cientos y cientos, algunos ocasionalmente, otros con asiduidad, y los canales de pago y las televisiones locales no han hecho más que aumentar las posibilidades del chollo. Y en otros deportes, lo mismo. Tenis con Corretja. Motociclismo con Crivillé. Formula 1 con De la Rosa. Ciclismo con Unai Etxebarria, Mikel Artetxe, Unai Osa o Unai Yus y eso que solo conozco los de la ETB. En tenis, hace poco tuve que viajar a Alcalá de Henares y mientras hacía tiempo en un bar estaban dando una de las semifinales o los cuartos de final, no sé, del Open de Madrid, Federer contra cualquier otro, y estaba de comentarista Titi Rascón, ¿alquien se acuerda de Titi Rascón? Pues eso. Y si nos vamos al Mundo Exterior nos encontramos a Peter Schmeichel en un reality show, a John Salley, ya dije aquí, haciendo monólogos de humor, John Amaechi, que también lo comenté, colaborando con la televisión en Inglaterra, a Kenny Smith y a Charles Barkley como estrellas del programa TNT sobre basket, a Steve Kerr saliendo hasta en la Play Station, Maradona y sus programas de entrevistas, Pelé y sus anuncios de televisión... es que hasta esta lista queda pobre si cada uno empieza a añadir los que se le ocurren. Hay cientos, miles de casos, y aquí solo he hablado de ciertos deportes y hasta de ciertas zonas geográficas. Sin embargo, lo que está claro, es que la televisión se ha convertido en la mejor jubilación para muchos deportistas. Y, algunos de ellos, tienen cierto talento, no especialmente Salinas para bailar, pero desde que el jugador de beisbol más famoso de todos los tiempos, Babe Ruth, comenzara a ser una cara conocida en las casas de los Estados Unidos incluso antes de que llegara la televisión hasta hoy en día cuando las listas de los hombres más influyentes del mundo están plagadas de actores y deportistas y la primera potencia mundial se dispone a ser dirigida por un ex-jugador de instituto Punahou, han pasado muchos años y muchos deportistas haciendo gala de su natural desparpajo en televisión. Y estoy seguro de que lo mejor está por llegar: iremos a más, quién sabe, quizás Peja Mijatovic sustituya a Punset, Enrique Cerezo al poli de la primera, Sergio Scariolo al Conde Lecquio y Güiza a Belén Esteban. Quién sabe
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