Fanzine deportivo literario. Crónicas caprichosas sobre héroes y villanos del mundo del deporte
jueves, 6 de noviembre de 2008
Barack Obama
Es fácil estar contento. Demasiado fácil. Ver a Jesse Jackson llorando, si conoces un poco de la historia de los Estados Unidos, es bastante emotivo. Ray Allen decía ayer que la gente no puede hacerse a la idea de lo histórico que fue el 4 de Noviembre de 2008 (es increíble como hemos devaluado el significado de la palabra "histórico," aunque no lo diga tanto por este ejemplo, y cómo ya hasta he usado el pasado simple, qué ganas de que pase el tiempo, qué raro suena todo). Glenn Doc Rivers, su entrenador, añadía que jamás había visto a tanto jugador de baloncesto interesado en las elecciones presidenciales. ¿Alguien podría decirle a Rosa Parks que está pasando en los Estados Unidos? Si ella supiera que por negarse a cederle el sitio a aquel hombre, si ella supiera que después de Martin Luther King, incluso después de su asesinato, y del asesinato de Malcolm X, y del asesinato de Bobby Kennedy y de la paliza a Rodney King y después de los poemas de Langston Hughes y las novelas de Zora Neale Hurston, y del Hombre Invisible de Ellison iba a haber un presidente negro en los Estados Unidos, un presidente negro al que le gusta el baloncesto, viajó de mochilero por España y ha coqueteado con la droga, quizás no solo se hubiera negado a ceder el sitio, incluso se hubiera atrevido a ponerse cómoda y estirar las piernas y respirar en el cristal para hacer muñecos de caras sonrientes sobre el vaho. Dicho esto: es fácil estar contento. El entusiasmo en Europa da miedo, y hasta parece premeditado. Coincido con la gente que considera la administración Bush como uno de los periodos más nefastos en la política de los Estados Unidos. No tanto por los hechos más concretos: Abu Ghraib, Guantánamo, la crisis económica, la gestión de las catástrofes naturales o la guerra, si no por los conceptos más generales de su política exterior basada en el dominio y en el aprovechamiento circunstancial de las condiciones manipuladas tras los atentados, el neoconservadurismo y la prepotencia más aciaga e ignorante. Incluso hay una cosa que me atemorizaba más: el constante recurso a las explicaciones más simplistas y el acoso y derribo contra el intelectualismo al que quisieron vestir de militante y subversivo. Dicho esto: Bobby Kennedy se murió sin demostrar que todos sus discursos llenos de poesía y palabras emotivas pudieran llevarse acabo. Si no se hubiera paseado por la cocina del Ambassador Hotel, quizás ahora tendríamos un antecendente para conocer las verdaderas repercusiones de la poltrona y el poder. ¿Hubiese sido capaz de acabar con el racismo y el hambre? Sus discursos, escuchados aún hoy en día, veinte años más tarde, suenan a promesas tan sugerentes que dudas de que puedan convertirse en certezas. Los demócratas siempre han tenido a los Kennedy en el rabillo del ojo. Barack Obama también. Él va a tener la oportunidad de demostrarnos si las palabras se quedarán en palabras. Tendrá la oportunidad de sonrojar a media Europa si ese entusiasmo generalizado que parece peligroso y hasta crédulo se ve decepcionado una vez que entre en el despacho oval. En uno de sus discursos en las primarias, Barack Obama habló sobre el precio del petróleo. Estados Unidos es uno de los países con los precios de la gasolina más bajos. Sin embargo, el país se basa en la movilidad y el uso de los coches es superior al de cualquier otro país industrializado. El precio de la gasolina es una de las mayores preocupaciones del americano medio. Creedme, viví en Iowa y me cedieron un coche para ir a trabajar a un colegio que tenía a diez minutos de mi casa a pie. Barack Obama en aquel discurso prometió que no estaba en su mano bajar el precio del petróleo, por lo tanto, tampoco podría hacer gran cosa con la gasolina. Pero prometió tasar más alto la venta de los vehículos nuevos con depósitos de gasolina del mismo tamaño mastodóntico que las ruedas y con la misma exagerada potencia. Les vino a decir: si os preocupa el precio de la gasolina, ¿por qué os compráis coches tan grandes y tan potentes que no necesitáis y que requieren más gastos de combustible? Eso es ir directamente al núcleo de la cuestión, eso es jugar una carta arriesgada, decirle al americano medio que debe renunciar al sueño americano, al sueño que consiste en aparentar que tienes un nivel de vida superior al de tu vecino: vivo en un país democrático, he ganado este dinero limpiamente, ¿quién eres tú para decirme que no puedo gastármelo en lo que me de la gana? Algo así probablemente le contestaría Joe the Plumber. Esa sinceridad tan arriesgada y consecuente, ¿será la que aplique Obama durante su mandato? Europa se ha rendido fácilmente a sus encantos, y no podemos olvidar que aún debe pasar la prueba de manejar un poder que siempre se ha mostrado contagiosamente perversivo. Ojalá todo vaya bien, ojalá el viejo jugador de baloncesto del instituto Punahoa meta todas las canastas que esperamos, ojalá no ocurra como con aquel otro político, más veterano, en este caso actor, que se labró su ascenso político a base de ser un adalid de la construcción del estadio de los Dodgers en Los Ángeles, una historia que contaré más adelante. Aquel visionario que manipuló la opinión pública subrayando que el béisbol era parte de la identidad americana, ganó sus segundas elecciones con una de las victorias más abrumadoras de la historia de los Estados Unidos. Ronald Reagan, para los republicanos, quizás sea lo más parecido a lo que los demócratas ven y encuentran en los Kennedy. En fin, una gran crisis económica mundial, una oportunidad para terminar con los prejuicios raciales (sí, yo también soy bastante excéptico, pero este sentimiento es peligroso y lucho por conseguir un sano equilibrio), una situación internacional frágil y conflictiva y un entusiasmo quizás desmesurado que Obama deberá saber manejar sin oportunismo y con buena mano. Dicen que después de votar, jugó un partidillo de baloncesto. Yo solo espero que no solo Dios bendiga a los americanos, si no que los americanos bendigan la oportunidad de rescatar la idea del juego colectivo y el trabajo en equipo, mejor que la individualidad y los mates espectaculares. Ya veremos. Ojalá.
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