Fanzine deportivo literario. Crónicas caprichosas sobre héroes y villanos del mundo del deporte
martes, 24 de febrero de 2009
Jordi Tarrés
Estamos tres y, como no hay heineken, bebemos Volldam, sin prisa, sentados en una mesa, con esa calma chicha precisa que intenta acelerar los prolegómenos del sábado noche. Con los minutos, vienen y van los botellines. En el televisor, fútbol. En el bar, humo. La gente, en otras mesas, hablan de otra gente o juegan al parchís o beben en silencio. Uno de nosotros hace un comentario sobre el partido, y los otros dos dicen que sí o que no. Poco a poco, nos animamos, por inercia y por efecto de la cerveza. Como es lo más fácil, hablamos de fútbol. Después, de baloncesto. Volvemos al fútbol y acabamos hablando de Jordi Tarrés. D pregunta en uno de esos arrebatos suyos, más cómicos que solemnes, que quién es el deportista a quien más respeto le tenemos. E se ríe, yo me río. Nos reímos de D que se ríe de sí mismo pero se pone serio y dice, no, en serio, quién es. Y dice el suyo: Jordi Tarrés. Más risas. ¿Jordi Tarrés? Hace casi diez años que se sacó el carné de conducir y aún no sabe sacarlo del garaje. Con sorna, E le pincha y pone cara de circunstancias: ¿quién es Jordi Tarrés? Ni idea, digo yo con la cabeza siguiéndole el juego. D pasa de todo: sí, Tarrés, coño, el tío ése que conducía una moto sin sillín, de esas que subían por fardos y bajaban por peñascales de cartónpiedra, el que ganó tropecientos campeonatos del mundo o yo qué sé. Más risas si cabe. Y yo le pregunto sin dejar de reírme: ¿y por qué es ése tu deportista preferido? Se ha levantado hasta la barra y ha pedido tres cervezas y vuelve con ellas justo para pasar de nuestras risas bobas y etílicas y atender a mi pregunta. Muy serio, mientras se sienta, contesta: porque gracias a él me descojoné de risa durante toda mi infancia cuando tú jugabas a emularle con tu Torrot BMX y yo con mi California era Tommy Ahvala y la colección de ostias que te pegaste en el parque de Lasesarre aún me dan agujetas de recordar las risas. Y E se atraganta con la cerveza del ataque de risa y yo le miro con cara de sorpresa justo antes de pasar de todo y partirme la caja como dios manda. Pues, nada, ¡Jordi Tarres!, y mira que no fardaba yo nada con mi Torrot BMX roja y blanca.
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