A pocas millas del centro de Los Ángeles, hace cincuenta años, Chávez Ravine era un barrio casi autosuficiente, una sólida comunidad formada por unas trescientas familias de origen mejicano que algunos conocían con el sobrenombre de El paraíso del hombre pobre, Poor Man´s Shangri-La.
En 1949, una nueva ley federal de construcción de vivienda pública otorgaba dinero a los ayuntamientos para promover proyectos de rehabilitación urbana. Fletcher Brown, alcalde de Los Ángeles por aquel entonces, tenía en mente un proyecto ambicioso: diez mil nuevas viviendas, miles de ellas en Chávez Ravine, bajo el nombre de Elysian Park Heights y con el diseño del reputado arquitecto austriaco Richard J. Neutra. En julio de 1950, todos los habitantes de Chávez Ravine recibieron cartas oficiales en las que se les instaba a vender sus casas. Se les decía que tendrían preferencia a la hora de conseguir una de las nuevas viviendas. Haciendo uso del llamado eminent domain, que permitía al gobierno comprar propiedad privada para proyectos de construcción considerados de interés público, el consistorio se hizo con la tierra y, para agosto de 1952, Chávez Ravine era ya un barrio fantasma.
Sin embargo, el proyecto nunca se llevaría a cabo. Los años cincuenta son tiempo del llamado terror rojo y de crecimiento desmesurado para la ciudad de Los Ángeles. Un tiempo en el que los especuladores inmobiliarios no podían desaprovechar el caramelo que les ofrecían los más de trescientos acres de Chávez Ravine. Estos especuladores se aprovecharon de aquel clima paranoico patrocinado por la cruzada de McCarthy para tachar a la vivienda pública de socialismo antiamericano. Frank Wilkinson, uno de los idealistas promotores del proyecto, fue reclamado por el Comité de Actividades Anti-Americanas y Norris Poulson ganaría las elecciones municipales de 1953 apoyándose en argumentos contrarios al proyecto. Al poco tiempo, el nuevo gobierno municipal de Poulson conseguía comprar los terrenos al gobierno federal, a muy bajo precio pero con la condición de que se usaran en beneficio público.
En esta década, como ya dije, Los Ángeles estaba creciendo de manera rápida y desproporcionada. Los responsables municipales habían decidido que la ciudad necesitaba un equipo en las Ligas Mayores para darle publicidad a la nueva urbe. Walter O’Malley, patrón de los Dodgers por aquel entonces de Brooklyn, tenía problemas para llegar a un acuerdo con el ayuntamiento de New York para la construcción de un nuevo estadio que sustituyera al viejo Ebbets Field. O’Malley decidió mover al equipo de costa. Tenía la promesa del consistorio de Los Ángeles para otorgarle unos terrenos donde construir un nuevo estadio. A O’Malley, el barranco de Chávez le había parecido el lugar ideal.
Así empezó un nuevo período de juicios. Se acusó a Poulson de tratos ilícitos con el dueño de los Dodgers, pero, finalmente, el 8 de mayo de 1959, la última familia fue expulsada de Chávez Ravine. Los favorables al estadio habían ganado un referéndum público con el 52% de los votos a su favor. Para el 10 de Abril de 1962, el nuevo estadio de los Dodgers ya era toda una realidad. Y Chávez Ravine, historia silenciada.
Desde que se mudaron, los Dodgers han ganado cuatro series mundiales y once títulos de división. Mike Piazza, Sandy Koufax, Don Drysdale, Steve Garvey, el mánager y amigo de Frank Sinatra, Tommy Lasorda, el pitcher Wilhelm, Steady Eddie... Grandes jugadores han pasado por el estadio, pero también jugadores de origen latino como Juan Marichal, Raúl Valenzuela, César Izturis, Wilson Álvarez y Manny Ramírez. Quizás ellos no sepan que aún hay gente que puede apuntarte con el dedo al punto exacto del campo donde antes su abuela colgaba la ropa. Gente que aún guarda en la memoria la historia de una comunidad que fue expulsada de sus tierras para construir un estadio de béisbol. Al menos, no fue un Starbuck's o un Wall-Mart. Un Carrefour, vamos.
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