Mi primera vez en Londres. Alguien nos consiguió pasajes muy baratos para el ferry. Pasabas más tiempo a bordo que en tierra, pero el mismo sábado en el que volvíamos a bordo, nos llevaron de paseo por Londres. Me acuerdo de Picadilly Circus y de un mercadillo de Portobello. También me acuerdo de Carnaby Street, centro neurálgico de los swinging sixties. Pero eso lo sé ahora, ahora que ya he escuchado la canción de The Jam. Entonces, lo mío era el fútbol más que la música. En una tienda enorme, llena de colores y cosas que no servían para nada, me compré una camiseta. Una camiseta que durante años paseé orgulloso y dio pie a muchas conversaciones. Una camiseta horrorosa, negra, con la foto de Alan Shearer serigrafiada a todo color y la rosa de los Blackburn Rovers en el pecho. Me costó decidirme. Una opción era Allan Shearer. La otra, Matthew Le Tissier. Me decanté por el primero, pero no sé muy bien por qué. A los dos los conocía solo de oídas. Quizás por compensar, en cuanto volví de la Pérfida Albión, me preocupé por enterarme bien de quien era mi descartado, Matthew Le Tissier.
Hace unos días, por casualidad, me topé con un artículo sobre Le Tissier, que ahora anda de comentarista para la televisión inglesa y, según he leído, sigue haciendo gala de su amor por los colores del Southampton. Con una rápida búsqueda, descubrí que son varios los artículos que pululan por internet rescatando la figura de este jugador. Todos destacan lo mismo, que fue un derroche de talento y que pasó desapercibido hasta convertirse en un ídolo para mitómanos. Voy a intentar ser breve porque todo esto lo podéis encontrar en cualquier otro blog. Matthew Le Tissier, o Le God, o The Weaver (el artesano), como le apodaba su afición, nació en Guernsey, un pequeño archipiélago frente a la costa de Normandia que pertenece a la corona británica. Empezó jugando con el humilde Vale Recreation de la isla y, según cuentan, ya se le veía la calidad que atesoraba: como costumbre, tenía la de marcar goles de córner con regularidad. Probó con otro equipo antes, pero, al final, firmó por el Southampton y ya no se movió de allí, fidelidad con pocos ejemplos parecidos (Julen Guerrero, ya lo sé, ya lo sé, pero aún no me apetece) que le llevó a rechazar ofertas de los grandes de Inglaterra o del Milán. De hecho, tuvo un precontrato firmado con el Tottenham que más tarde rompió. Estas cifras bailan un poco dependiendo quien sea la fuente, pero sirven para hacerse una idea: en dieciséis temporadas con los Santos, jugó 540 partidos en la Premier y marcó 209 goles siendo centrocampista, 30 goles en una sola temporada, la 93-94. Marcó 48 penas máximas de 49 que lanzó y su único punto negro fue la selección donde, por diversos motivos, nunca llegó a marcar ni a conseguir un hueco. Se retiró sin títulos, sin amasar grandes cantidades de dinero, sin fama y sin tan siquiera disputar una competición europea, pero en Southampton ya han usado su nombre para un bloque de apartamentos. Es todo un ídolo y en Inglaterra se le recuerda por ser el jugador con más goles espectaculares de la historia. En su época, pocos jugadores tenían su toque y su remate desde fuera del área, su visión del juego y su capacidad de dribling, pero tampoco su habilidad para desaparecer de la cancha y descartarse del juego. Lo mejor que se puede hacer: ver los vídeos que, por su puesto, pueblan la red. Hay uno por ahí que creo que tiene Maldini (Maldini el de la tele, el marido de Mayte Zuñiga) en su blog donde el propio Le Tissier explica cuáles fueron los mejores goles que marcó en su carrera. Yo voy a colgar otros y, lo único que se puede decir es, disfrutad porque, aunque los marque siempre el mismo tío, parece un pupurrí de los mejores goles de la Premier League.
No hay comentarios:
Publicar un comentario