sábado, 22 de agosto de 2009

Iván Fernández


Hoy he comido chocolate y estoy de resaca. Esta noche cenamos en un wok. No es que me lo haya propuesto, pero me lo merecía. En lo que iba de semana, ensaladas y pasta, y 7 kilómetros de carrera todos y cada uno de los días, y, la mayoría, a media tarde, que es cuando, no sé por qué, menos me apetece correr. Todo para que ayer disfrutara corriendo la Hiri Krosa de la Aste Nagusia. Y todo salió a pedir de boca. Si queréis una crónica más profesional: pormaratones. Para mí, la experiencia fue muy positiva. Nos juntamos cinco, seis amigos para correr, todos con objetivos distintos, y uno en común, el que en realidad le da valor a todo esto. Más o menos, cada uno cumplió los suyos, y el que compartíamos, también. Yo me quedé el último, como era de esperar, y me dediqué a buscar el ritmo y asombrarme de los de cabeza cuando me cruzaba con ellos. Lo bueno de una carrera popular es que siempre adelantas más gente de la que te adelanta, y eso motiva. Se hacía ameno correr entre los turistas del Guggenheim o oír tus zancadas en la madera del paseo del Euskalduna, retumbando al ritmo de las respiraciones atrompiconadas. Los últimos tres kilómetros fueron fabulosos: cuanto más apretaba, mejor me sentía. Iba mirando hacia adelante y me proponía cazar a alguien. Lo cazaba. Sin embargo, no veía a M y a su hermano, las dos Js estarían perdidas, y puede que A estuviera cerca de acabar. Aún así, apretaba. Miraba el reloj y veía que había hecho más de la mitad del recorrido y me sobraba más de la mitad del tiempo que me propuse. Confundí el puente del ayuntamiento con el puente del Arriaga así que apreté antes de tiempo, pero luego tuve fuerzas para repetir. Cuando di la curva a izquierdas me lancé a tumba abierta, ya había dejado atrás al hermano de M, pero ni me enteré. A cincuenta metros, adelanté a M mientras le daba una palmada en el culo. El tiempo, más o menos 30 minutos, casi 31. El del mejor de los nuestros, ocho minutos menos. El del ganador, el vitoriano Iván Fernández, 13 minutos menos. Pero aquí no valen las matemáticas: la ecuación de la felicidad es proporcionada. Yo acabé muy contento. Dan igual las medidas y los cálculos, cuando pones ilusión en algo y lo disfrutas, no se altera el producto. Sudar es una recompensa maravillosa cuando puedes disfrutarlo. La experiencia fue gratificante. Como estoy de resaca, escribo con frases cortas y como muy serio, ¿a que sí? Voy a comer un poquito más de chocolate. Quizás mañana, vuelva a correr. O el lunes, hay que pillar carrerilla. Aprovechar. El próximo objetivo no sé cuál será. Tengo que coger fondo, quizás algún día, empiece con la Santurtzi-Bilbao y acabe con una media maratón. Por ahora, cogeremos fuerzas para seguir corriendo, sin huir, eso sí, solo correr por placer.

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