Fanzine deportivo literario. Crónicas caprichosas sobre héroes y villanos del mundo del deporte
domingo, 17 de octubre de 2010
Ibai Gómez
Una verdadera lástima. Ibai Gómez es un joven bilbaíno de 20 años que hoy debutaba en San Mamés, el estadio en el que tantas otras veces fue espectador. Gómez ha tenido una carrera humilde, creciendo como jugador en el barro de las categorías regionales. Leí que, en parte, se debía a que su padre, durante muchos años, fue técnico de Lezama, epicentro de la cantera del Athletic. Para no levantar sospechas sobre el talento de su hijo, el padre prefirió que siguiera un camino distinto. Un camino más largo, quizás más sacrificado, con seguridad, más arriesgado. Tras una excelente temporada en el Sestao, Ibai Gómez consiguió ingresar este verano en la disciplina del equipo vizcaíno. Con ficha del filial, el joven se había ganado debutar con el primer equipo. Y hoy lo ha hecho. Con toda la ilusión que se le supone a un jugador con sentimiento de club y que vive el fútbol con intesidad. Pero solo le ha durado tres minutos. Su rodilla ha hecho un giro extraño y ha tenido que abandonar el campo en camilla, con una ovación que, a ciencia cierta, no habrá podido disfrutar. Es joven. Tiene carácter. Ha sufrido antes. Seguro que ese esguince se olvida y, con el tiempo, recordará su debú como una anécdota donde, seguro, se deslice una ligera sensación de tristeza.
Por lo demás, y olvidando la jornada, no sé por qué me duelen tanto las piernas. Puede ser porque el sábado volví a Sasiburu. Bajo una fina lluvia, pero con el entusiasmo de volver a lo alto del paisaje de mi pueblo, subí el Arroletza con energía, disfruté de las vistas hasta Peñas Blancas y alcancé el Apuko más por cabezonería que por piernas. Lo malo del viaje fueron los muchos rodeos. P estaba que se salía y hasta corrió para llegar antes a la campa de las Tres Marías. La lluvia prometía. Así que J y un servidor, le echamos una mano en su ansiosa búsqueda de carrerilla, bola de anís, champiñones y galampernas. El boletus se resistió. Y sigo sin ver el níscalo. Hoy nos hemos almorzado las galampernas con un poco de pasta. Pero quizás me duelen también las piernas porque hoy, acompañado por J (otro J) y M, nos hemos pasado la mañana recorriendo la ría. Un buen trote con un ritmo más alto de lo normal (por culpa del Kipketer de turno, un J que tenía la osadía de ponerse detrás y azuzarnos). Aún así, M y yo hemos aguantado, y hemos seguido su ritmo desde Barakaldo hasta Burceña, de Burceña a Zorroza, de Zorroza a Olabeaga por la ría, subida a un San Mamés donde ya preparaban los tenderetes de bufandas, rodeo hasta Basurto y regreso a Barakaldo por la carretera nacional que lleva hasta Zorroza. Unos trece kilómetros que han terminado con la subida por la Telefónica y frenazo en seco antes de llegar al Monumento, cuando más empezaba a llover. No ha estado mal. Por cualquiera de los dos días, me duelen las piernas esta noche. Por eso, y por casi dos horas sentado en el bar viendo al Zaragoza intentando creer que juegan al fútbol y al Athletic bostezando mientras se conformaba con un cinco. Probablemente, a Ibai Gómez le duela más esta noche, pero seguro que lo supera, igual que superaré yo las agujetas.
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