Fanzine deportivo literario. Crónicas caprichosas sobre héroes y villanos del mundo del deporte
viernes, 29 de octubre de 2010
José Manuel Pinto
Se está poniendo oscuro aquí en Vitoria. Me asomo a la ventana. Es una de esas ventanas que caen al suelo. No se puede abrir del todo, supongo, que tienen miedo de que nos arrojemos por ella. Se está poniendo oscuro y tengo que ir a la biblioteca. Me doy la vuelta y sobre la mesa, veo los libros, un manojo de folios garabateados y el ordenador que parpadea. Me miro las manos: pintas. Sucias de bolígrafo. Pintas. Vuelvo a mirar por la ventana. Tengo ganas de relajarme. Pintas, pinto. Veo a un par de niños que vuelven del colegio mientras juegan a pelearse. Desde la ventana silbo, y me escondo un poco detrás de la persiana veneciana. Los niños miran para arriba. Buscan. Luego siguen peleándose. Pobre José Manuel Pinto, no se puede ser tan pillo, pienso, lo llamaremos, José Manuel Pillo. Tengo que relajarme por cojones. Así que sigo, voy a pensar, mientras veo como se encapota el cielo, en el reparto del dinero de las televisiones. A golpes, como los niños, por llevarse un buen trozo de pastel. Todos quieren que les toque la parte con más chocolate. ¿Y a nosotros en qué nos afecta? En los hábitos. Y los hábitos siempre trastocan la salud. ¿Qué fue del café y el partido el domingo a las cinco? Siete u ocho partidos ha tenido que esperar el Athletic para jugar en domingo, y aún estamos esperando a que uno de los dominicales sea a las cinco, llevan tres, dos a las siete y el de este fin de semana a las nueve. Partidos en lunes (que se descafeinan o que demuestran los egos de nuestro deporte rey, el señor Valdano empieza a ser amigo de adjetivos demasiado grandilocuentes), en martes, en miércoles, en jueves, en viernes, en sábado y en domingo, en diferido y en directo, de pago y por abierto, de todos los colores, de todas las ligas, pero ya no hay fútbol el domingo a las cinco. Qué tiempos aquellos, levantado al mediodía con resaca, comiendo tarde y sin ganas, hundido en el sofá y sacando fuerzas de flaqueza para imprimirle ánimo y bajar al bar con la sombra del lunes acechando en el entusiasmo. Ya no queda de eso. Yo lo echo de menos, y en eso nos afecta el reparto del pastel del dinero de las televisiones. El otro día se quejaban en el bar porque no habían televisado el Portugalete-Getafe. Dentro de poco hablá pleno extraordinario en Sancti Spiritus, Badajoz, para crear un equipo entre los 200 vecinos del pueblo porque han recibido una oferta de televisión para retrasmitirle los partidos. Eso sí, sería a cualquier hora menos los domingos a las cinco.
Sigue oscureciéndose. Ya no puedo permitirme relajarme más. Aunque para el camino hasta la biblioteca me guardo el recuerdo de ese vídeo que colgaban ayer con el portero iraní o lo que fuera abandonando su portería. Así se me hace más corto cruzar el campus. Me voy relajando. Poquito a poco. Y para cuando llego a la biblio, ya me olvido de lo que iba a hacer. Dormir. Eso sí, como hago todos los domingos a eso de las cinco de la tarde, dormir. Y empiezo a recoger la mesa mientras silbo una canción que probablemente PintoPillo sepa silbar mejor.
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