domingo, 4 de septiembre de 2011

Sep Vanmarcke


A sus 23 años, el belga, que comenzó su carrera con el Topsport Vlaaderen hasta que, este año, fichó por Garmin-Cerveló, ya ha dejado muestras de su futuro. Hizo buenos puestos en Gante-Wevelgem o los Cuatro Días de Dunckerque y tiene la planta de esos belgas poderosos que mueven un desarrollo enorme sobre el barro y el pavés de las mejores clásicas.
Ayer, se metió en la fuga que acabó dándole el triunfo al bravo estonio Rein Taaramae en La Farrapona, pero él no llegó tan pronto. Y no llegó porque en el descenso del puerto anterior, una curva muy cerrada, le hizo trazar un rumbo equivocado y acabó cayendo por un barranco de unos cuarenta metros. Con él se fueron otros, y el peor parado fue Karsten Kroon, el veterano holandés, que hoy no ha podido salir.
La caída fue tan rápida y peligrosa que nadie se percató de ella. No se vio. No ocurrió. La vegetación era muy espesa y, probablemente, los árboles le salvaron la vida a Sep Vanmarcke.
Hoy, en la retrasmisión de la Vuelta, Pedro Horrillo ejerce como invitado junto a Pedro Delgado y Carlos de Andrés. No podían haber sido más oportuno. En el momento en el que han recordado la caída, no sé qué ha sido más emocionante, si escuchar al propio Sep Vanmarcke, a su director Bingen Fernández, que explicaba como Sep le confesó que mientras caía pensaba que esos eran sus últimos segundos de vida, o al propio Pedro Horrillo recordando, con mucha entereza y seriedad, su caída en el descenso de Culmine de San Pietro. Su caída tuvo aún cuarenta metros más que la de Vanmarcke, y fue más grave. Terminó con la carrera del corredor de Elorrio y nos dejó con algunas imágenes que ponían la piel de gallina. Vanmarcke sigue en el pelotón, aunque no las tengo todas conmigo y será difícil verle arriba en el Anglirú. Aunque, todos vimos a Johnny Hoogerland y sabemos de que son capaces los corredores.
Ahora mismo (tecnología punta) el comentarista en moto de la televisión está explicando como en la carrera de ayer, Antonio Piedra también sufrió una caída y se quedó enganchado en un zarzal, viendo como debajo suyo no quedaba más que un vacío de entre quince y veinte metros. Él avisó por radio a su equipo y se agarró a la zarza esperando a que le socorrieran.
De otra pasta, suelen decir. De raviolis tienen que estar hechos, sin duda.

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