No me voy a poner a comentar cada medalla o cada fracaso que ocurra en las Olimpiadas porque, si lo hago, me voy a volver loco. Y, no nos engañemos, poco añadiría a la mucha cobertura mediática que ya da fe de lo que ocurre en el tartán, la pileta, el tatami, el circuito o donde sea. Pero hoy, vamos, ahora mismo, acabo de leer que la holandesa Marianne Vos se ha llevado el oro en la prueba en línea de la categoría femenina en ciclismo y me apetecía dejarlo por escrito.
Diríamos que el ciclismo cuenta con tres especialidades: la carretera, la pista y el barro del ciclocross. Por supuesto, no es nuevo, pero en los últimos años ha venido ganando protagonismo la mountain bike, con lo que podríamos añadir una cuarta. Y, sí, hay más especialidades, otras habilidades que otro tipo de ciclistas demuestran en la calle, con la BMX o en las pruebas de trial. Pero dejadme que sea reduccionista aquí, por el bien de mi entrada. Dejémoslo todo en ciclismo de carretera, en pista, el ciclocross y el ciclismo de montaña. Cada especialidad necesita sus cualidades precisas, aunque ya hemos tenido muchos casos de ciclistas que combinan categorías. Bradley Wiggins ganó medalla olímpica en pista antes de ganar el Tour. Cadel Evans ha ganado la Copa del Mundo de Mountain bike y el Campeonato del Mundo en ruta. Y Lars Boom fue el mismo año Campeón del Mundo de ciclocross y Campeón de Holanda en ruta y contrarreloj. ¿Alguien puede dar más?
Pues sí.
Marianne Voss.
A sus 25 años, esta niña prodigio ha puesto la guinda a su pastel de varios pisos con la medalla de oro en las Olimpiadas de Londres 2012. Aún le queda mucho por lograr, no hay duda de ello, pero con solo 25 años, su palmarés da miedo. La tarta parece sabrosa y ya lo era sin guinda. Pero lo que más gusta de la tarta es que tiene cuatro pisos de cuatro sabores distintos, porque, a saber:
Ha sido cuatro veces campeona de Holanda de ciclismo de montaña en categoría junior. Ha sido cinco veces campeona del Mundo de ciclocross en categoría absoluta y una vez de Europa. Ha sido cuatro veces campeona de Holanda en ruta y 2 veces de contrarreloj, y vuelvo a hablar de categoría senior. Ganó el Campeonato del Mundo en ruta en 2006, la Copa del Mundo en tres años distintos y ha liderado el Ránking UCI los últimos cinco años. Ha ganado cuatro veces la Flecha Valona femenina, dos veces la Emakumeen Bira, una etapa en la Grande Boucle y 2 generales finales del Giro de Italia, donde también ha ganado 13 etapas, y, en distintos años, todas los posibles premios: la mejor joven, la montaña y por puntos. También acaba de ser campeona olímpica en ruta, por supuesto. Pero no es su única medalla, porque Marianne Vos también fue medalla de oro en la prueba de puntuación en Pekín 2008 en la que Leire Olabarria consiguió el bronce. En esa misma prueba, también ha sido campeona nacional y campeona del Mundo en 2008. Y lo mismo en la categoría de scratch.
Así que, dicho todo esto, ¿qué más se puede añadir? Poco más, que tiene 25 años, quizás. Que se le queda todo pequeño, hasta los maillots: a pesar de que en la categoría femenina hay pocas pruebas, ha llegado a ganar más de treinta carreras solo en ruta en un año. En solo cinco años, superó las 100 victorias en carretera. Y lo dicho, nació en 1987. Ahora ya es campeona del Mundo en ruta, en ciclocross y en pista. Cuando hagan el ciclocross olímpico, ya se encargará de ganarlo.
Hace tiempo, Iker se pasó por este blog y nos dejó un comentario. Yo le reconocí y le prometí que nos haríamos eco de su reto, o bien en este blog, o en el de nuestro vecino el de las asics. El caso es que el tiempo pasa muy rápido y se me pasó que el día ya había llegado. Por fortuna, fue el pormaratoniano quien se acordó y dio voz a la galopada de Iker Martín Urbieta quien, en su día, se propuso ir corriendo desde Santurtzi hasta Bilbao, pero no como las sardineras. Para hacerlo más emocionante, él se propuso hacerlo monte através.
Ayer sábado 28 de Julio fue el gran día, y hoy domingo 29 de Julio, apuesto a que Iker está disfrutando de un merecido descanso, porque, ya lo adelanto, todo fue bien, e Iker cubrió los más de 80 kilómetros de carrera tras superar más de una decena de cimas y hacerlo con unas condiciones climatológicas poco propicias. Él mismo lo decía al llegar a Bilbao, como recoge el diario DEIA: "durante el 90% de la carrera no veíamos prácticamente nada." El frío, la niebla y la lluvia han sido sus compañeros de viaje, aunque ha tenido otros muchos acompañándole y apoyándole, y no solo durante el sábado, lo que, según contaba, le ha ayudado a no arrojar la toalla.
Todos los detalles sobre la carrera los tenéis en nuestro blog hermanado, pormaratones, y la crónica periodística de la hazaña en el diario DEIA donde, por cierto, Iker mantiene su propio blog con un curioso y adecuado título, Correr no es de cobardes. En cualquiera de los tres, podéis encontrar más información, y pinchando sobre los nombres, el enlace os llevará directamente hasta allí; lo tenéis fácil, más fácil de lo que lo ha tenido Iker Martín para cumplir su sueño de evitar el asfalto y recorrer esos caminos que para él tenían un valor añadido, un trasfondo sentimental que merecía tener eco en este humilde blog.
Así que, zorionak Iker! y esperarémos próximos retos. Como él mismo confesaba, todo ha merecido la pena cuando un desconocido le ha felicitado al final de la carrera por lo que era todo "un ejemplo de superación". A veces, no aparecen los desconocidos que te lo reconocen, pero, salvando las distancias, todos los que corremos, aunque lo hagamos en silencio, sabemos que la única competición válida es la que mantienes de manera saludable contigo mismo. Una vez más, zorionak!!
Prometí una segunda entrada que conmemorara el comienzo de las Olimpiadas de 2012. Dije que tenía elegido el deporte pero que aún no la había escrito. Ya lo he hecho. Para ello, nos tenemos que remontar 40 años atrás. Viajar hasta Munich. Y zambullirnos en uno de los momentos que la ESPN clasificó en el top ten de su reportaje sobre los 100 momentos más importantes en la historia de las Olimpiadas. En concreto, ocupa la sexta posición y aún es el origen de una larga polémica que el paso del tiempo no ha logrado resolver. A lo largo de mi crónica o de mi reconstrucción de los hechos, haré comentarios y afirmaciones que necesitarían ser citadas. No lo haré, por no alargar el texto y hacerlo dinámico, pero si alguien está interesado en indagar sobre la veracidad de todo lo que se escriba en esta entrada, hay mucha información en internet, publicaciones al respecto, y varios documentales, en especial, destacando los que hace ya tiempo produjeron la ESPN y HBO. Y recordad cuál fue el título que ESPN utilizó para encabezar el sexto puesto de este acontecimiento en su clasificación histórica: "la final de básquetbol que ganaron los dos equipos."
Empezemos por el final. Las medallas de oro, plata y bronce en baloncesto tras la disputa de las Olimpiadas de Munich 1972 quedaron repartidas de la siguiente manera: el oro para la Unión Soviética, la plata para los Estados Unidos y el bronce para Cuba. Sorprende ver al baloncesto cubano tan arriba en el medallero, pero ésa no es la única curiosidad histórica de esta edición, porque las medallas de plata que los jugadores y técnicos de la selección norteamericana deberían tener en sus casas, aún están guardadas en un banco suizo en Lausana a la espera de que algún día las recojan. Kenneth Davis, capitán de los Estados Unidos en aquellas Olimpiadas, ha declarado en una ocasión que ha dejado por escrito y ante notario su deseo de que ninguno de sus herederos tenga derecho a recoger esa medalla cuando él falte. ¿Por qué?
Incluso sin tener que descubrir el misterioso proceder de Davis, ver a la Unión Soviética por encima de los Estados Unidos en la clasificación final del baloncesto en aquellas Olimpiadas de 1972 ya era toda una sorpresa. Desde que en 1936 el baloncesto se convirtió en deporte olímpico, los Estados Unidos se habían impuesto en todas las ediciones: siete olimpiadas, siete oros. Pero aún hay más. Llegaron a aquella final de 1972 con un récord inaudito: 63 victorias consecutivas y ninguna derrota hasta aquel partido. Los últimos cuatro oros consecutivos se los habían ganado, precisamente, a la Unión Soviética. Ante aquella demostración de poder, los enfrentamientos entre la Unión Soviética y los Estados Unidos alcanzaban una resonancia cada vez más beligerante, en parte, y como era fácil de adivinar, debido a las circunstancias políticas de una época en la que los dos modelos de país se presentaban como rivales antagónicos.
Por cierto, desde que la Unión Soviética acabara con la hegemonia dorada de los americanos en baloncesto, proclamar el fin de la primacía yankee es una afirmación un tanto relativa. Desde 1972, solo Yugoslavia en 1980 y Argentina en 2004 han conseguido el oro en unas Olimpiadas, a excepción de la edición de Seul 1988, donde la Unión Soviética de los Marciulonis, Volkov, Tikhonenko, Kurtinaitis, Sabonis, Homicius o Belostenny consiguió repetir el éxito de sus compatriotas 16 años antes y ganó el oro ante la Yugoslavia de los Petrovic, Kukoc, Paspalj, Obradovic, Zdovc, Divac o Radja. Ese año, 1988, vería probablemente uno de los pódiums con más talento de la historia del baloncesto olímpico, porque, a todos esos, deberíamos unir a los americanos que se colgaron el bronce, con jugadores como Mitch Richmond, David Robinson, Dan Majerle, Stacey Augmon, Danny Manning o Hersey Hawkins. Son cuatro victorias en diez ediciones (de 1972 a 2008), lo que deja un balance de seis oros para los Estados Unidos, un dato lo suficientemente concluyente como para afirmar que siguen reinando en esta categoría de los deportes olímpicos.
Volviendo a Munich 1972, los rusos se presentaron a las Olimpiadas con una selección que jugaba como un equipo de baloncesto profesional. Dirigidos por Vladimir Kondrashkin, en el banquillo había jugadores georgianos, kazajos, lituanos, bielorrusos, rusos y ucranianos. Hasta un chino, porque Sergei Kovalenko había nacido en 1947 en Port Arthur, bajo régimen soviético en aquellos años, pero que ahora corresponde al districto de Lüshunkou y pertenece a la República China. El jugador más destacado de aquella selección era Serguei Belov, el primer jugador internacional en ingresar en el Hall of Fame de Indiana, un exterior que hizo toda su carrera deportiva en Rusia y que aún es considerado como uno de los jugadores más importantes de la historia del baloncesto europeo. Belov ganaría otras tres medallas olímpicas con la Unión Soviética, pero todas de bronce. Gennadi Volnov, otro miembro de aquella plantilla, también tiene cuatro medallas olímpicas: fue oro en 1972, plata en 1960 y 1964 y bronce en 1980. Junto a ellos, otros jugadores importantes de aquel equipo eran Ivan Edeshko, Modestas Paulauskas o Alexander Belov, quien moriría con solo 26 años debido a una extraña enfermedad.
Por el lado americano, el equipo nacional había llegado a la cita ya envuelto en cierta polémica. No hubo consenso a la hora de elegir al seleccionador nacional. Henry Iba era un veterano entrenador con fama de duro y conservador. Según muchos de los periodistas y especialistas de la época, el baloncesto americano estaba evolucionando hacia otro tipo de juego más dinámico y ofensivo, y las estrategias de Iba no parecían convencer a todo el mundo. Bill Walton, el mejor jugador universitario del año, no viajó a Munich, y aunque otros indicaron que las razones fueron distintas, muchos apuntaron a que Walton no tenía ganas de estar a las órdenes de Iba. Ed Ratleff, el base titular de aquella selección, declaró que se hacía incómodo dar cinco o seis pases antes de tirar, cuando aquella plantilla estaba repleta de chavales que solo querían correr. En cualquier caso, con Walton o sin él, Iba y los americanos se presentaron con el equipo nacional más joven de la historia, una selección luchadora y no exenta de talento que estaba liderada por la velocidad del hoy entrenador de los Sixers, Doug Collins, el espigado pivot Tom McMillen y otros como el ya mencionado Ken Davis, James Forbes, Kevin Joyce, Jim Brewer o Michael Bantom. Entre todos ellos, consiguieron llegar a la final sin perder ni un solo partido y convencidos de que podían y debían ganar a unos soviéticos que también habían hecho un campeonato inmaculado.
El partido fue disputado, duro y frenético, aún cuando solo un equipo alcanzó los cincuenta puntos, y para algunos, es un resultado ficticio. Aunque el resultado final fue de 50 a 49 para los soviéticos, muchos aún defienden que no hubo más resultado justo que el 49 a 48 que campeaban en el marcador a falta de tres segundos.
Los soviéticos dominaron la mayor parte del partido. A falta de diez minutos, los hombres de Iba perdían por diez puntos. Gracias a Doug Collins y Kevin Joyce y una
gran defensa presionante que propuso Hank Iba, los americanos lograron acercarse en el marcador. A falta de 40 segundos, Jim Forbes puso a un punto a los americanos. Los rusos agotaron su tiempo de posesión y Alexander Belov se jugó un tiro un tanto desesperado aunque cercano a la canasta que Tom McMillen taponó. El balón llegó a las manos de Doug Collins con diez segundos, y el exterior americano salió corriendo como un poseso. En su bandeja final, le entraron de manera agresiva y el balón no entró. Apenas quedaban un puñado de segundos en el reloj del partido y el ahora entrenador tenía en sus manos la victoria americana tras una remontada épica. Algunas crónicas aumentan la épica con referencias al fuerte golpe que había recibido Doug Collins y del que aún no había tenido tiempo de reponerse cuando agarró el balón y no dudó para apuntar y conseguir el primer tiro libre. Cuando lanzaba el segundo, sonó una bocina a la que no hizo caso nadie y que, en realidad, daba inicio a uno de los momentos más estrambóticos de la historia del baloncesto internacional.
Faltaban tres segundos para que terminara el partido Alzhan Zharmukhamedov tenía el balón tras la línea de fondo y no sabía qué hacer con él. Consiguió dárselo a Serguei Belov. El ruso empezó a subir la cancha, cuando el colegiado Righetto detuvo el partido a falta de un segundo por el alboroto que se estaba formando en torno a la mesa de anotadores. Sergei
Bashkin, el asistente de Kondrashkin, había salido del área técnica rusa de manera alocada para solicitar que habían pedido un tiempo muerto y nadie se lo había otorgado. Algunos americanos creían haber ganado ya, otros, aún andan discutiendo si aquel tiempo muerto realmente existió. Según la normativa FIBA de la época, no se podían pedir tiempos muertos después de un segundo tiro libre. Solo se podía pedir un tiempo muerto antes de los tiros libres o entre los dos tiros libres, aunque después se podía solicitar si querías que te lo concediesen entre ambos tiros o al final del segundo. El caso es que la mesa de anotadores no comunicó la solicitud a los árbitros. Los soviéticos mantienen que solicitaron el tiempo muerto y que pidieron que se les otorgara entre ambos tiros, y muchos apuntan a que la bocina que sonó con el segundo tiro libre de Doug Collins pertenecía a una mesa de anotadores que intentaba detener aquel segundo tiro, sin éxito. Tras deliberarlo, los árbitros, ayudados por la opinión del Secretario General de la FIBA, Renato Williams Jones, quien bajó del palco para implicarse en la polémica, decidieron resolver el asunto repitiendo la jugada desde el principio. No se consideró si finalmente el tiempo muerto se pidió o no, si se pidió de manera adecuada o no, si había que sancionar a Bashkin o no por salir del área técnica. No se consideró, por ejemplo, que, al final, el tiempo muerto no se produjo, pero ambos banquillos dieron instrucciones, e incluso Kondrashkin aprovechó para sacar a cancha a Ivan Edeshko, quien encabezá esta historia porque, al final, sería uno de los protagonistas principales. Nada de eso se consideró, y se decidió que los rusos volvieran a sacar de fondo y que se iniciara con el reloj en tres segundos de tiempo útil.
Y sacar, se volvió a sacar, pero la confusión creció hasta límites insospechados. Ivan Edeshko estaba debajo de la canasta con el balón sobre la línea y los árbiros le dieron el balón sin percatarse de que los técnicos de anotación aún porfiaban por cambiar el marcador, donde se reflejaba que quedaba cincuenta segundos de partido y no tres. Tom McMillen, con sus 2'11, defendía el saque de fondo. La idea de Kondrashkin era buscar un pase largo de Edeshko sobre Alexander Belov, que permanecía de palomero en la canasta americana, una jugada que ya habían repetido con éxito en el CSKA de Moscú. Los árbitros, ajenos a los problemas técnicos, le dieron el balón a un Edeshko que tenía encima los 2'11 de McMillen y no veía la forma de ejecutar el pase. Desesperado, le dio el balón a Modestas Paulauskas, que esperaba cerca del banquillo ruso. Apenas pasó un segundo, cuando sonó otra vez la bocina. Los americanos, ajenos a todo lo que sucedía alrededor, concentrados en el juego, comenzaron a celebrabarlo. El público saltó a la cancha y las imágenes de televisión no ayudaban a clarificar lo que sucedía. La cobertura americana se vio tan sorprendida por la rapidez en la que los árbitros pusieron el balón en juego, que aún andaban enfocando al marcador con el tiempo erróneo, cuando el pase final de Paulauskas ya se perdía en el vacío. Los soviéticos protestaban, los americanos lo festejaban, y los árbitros se volvían locos. La mesa de anotaciones intentaba explicarles que la bocina había sonado con tan solo un segundo de juego disputado para detener el juego porque el reloj aún no estaba ajustado. La confusión reinó hasta que William Jones (quien, por cierto, moriría en esa misma ciudad nueve años más
tarde), ordenó que se repitieran los
tres segundos desde el saque de fondo una vez más. Los americanos no salían de su asombro. Algunos querían abandonar la cancha, pero el seleccionador Iba frenó el ímpetu de sus hombres y les obligó a volver a la cancha. Se tenían que volver a repetir los tres segundos más largos de la historia del baloncesto.
Una vez más, Ivan Edeshko cogió el balón de fondo. En esta segunda ocasión, se multiplica la polémica. Por un lado, algunos periodistas americanos insistieron después en que Edeshko tenía su pie sobre la línea blanca. Las imágenes de las cadenas americanas no mostraban una imagen adecuada, pero las soviéticas ofrecían la posibilidad de aguzar el enfoque para demostrar que Edeshko no pisaba la línea. Pero aún hay más, porque, en esta ocasión, la presión en el saque de Tom McMillen no fue tan efectiva. Según el jugador americano, Artenik Arabadijan, el otro árbitro del encuentro, le hizo un gesto solicitándole que se apartara de la línea, y, aunque ninguna regla le instaba a ello, McMillen confiesa que obedeció temeroso de que le sancionaran con una técnica. Arabadijan ha negado que él hiciera gesto alguno para que McMillen retrasara su posición. El caso es que Edeshko se vio más libre para ejecutar un lanzamiento que, durante muchos años, los periodistas soviéticos llenarían de poesía para calificarlo como el pase dorado. Un pase bien calculado que llegó a las manos de Alexander Belov, bien situado en el poste bajo. Sin mucha estética, pero evitando la defensa de los americanos, Belov dejó el balón en la canasta y los soviéticos cambiaron el color de sus medallas en tres segundos que duraron mucho más que eso, duraron tanto que aún duran.
Duraron, de hecho, hasta bien entrada la noche de aquel día, cuando una comisión de la FIBA se reunió para tomar una decisión sobre el partido, después de una reclamación americana que recogía muchas de las incongruencias de aquel partido (algunos rumores afirmaban que el árbitro principal, Righetto, se negó a firmar el acta, pero este extremo nunca ha sido confirmado). La comisión resolvió dar la victoria a los soviéticos por un resultado de final de 3 votos contra dos. Polonia,
Hungría y Cuba votaron a favor de los soviéticos, revisa en tu enciclopedia doméstica el contexto político de aquellos años, y no hace falta que te explique por qué crecieron las suspicacias entre los americanos.
Para bien o para mal, las cosas han cambiado mucho en el baloncesto internacional cuarenta años más tarde. Los americanos dejaron de reclutar sus equipos en las canchas de las universidades y la selección rusa ya no es soviética. Cuba no ha vuelto a repetir ese éxito, y ahora, otras naciones pugnan por colgarse las medallas al cuello. Eso sí, los americanos aspiran a colgarse la de oro una vez más. Y sería la 14ª medalla de oro en 18 ediciones, como para replicarle a cualquier americano que afirme que ellos son los reyes de este deporte. Pero los tiempos cambian, ya nadie bota el balón como veréis que lo botan en el vídeo que colgaré ahora. Los tiempos cambian y cambiarán más, y, quién sabe, quizás en esta edición, el baloncesto nos deje algún momento épico que obligue a la ESPN a crear una nueva clasificación histórica. Esperemos que, al menos, no tenga nada que ver con tiempos muertos con vida propia.
No queda nada para que en Londres se pongan a decorar la ciudad con aros
multicolores, ¿verdad? De hecho, decorada ya lo está, ahora toca arrancar, por
decirlo de manera vulgar. Aquí, por lo poco que pude ver en la televisión ayer,
más que celebrarse el inicio de los juegos 2012, se estaba recordando los que
se celebraron hace veinte años. En Barcelona, ya sabes, Cobi, Epi, Maragall, el
Príncipe, el tío de la flecha, Fermín Cacho, el Dream Team... No daría para
nombrar a todos los protagonistas.
Mi idea era celebrarlo a mi manera, escribiendo un par de entradas sobre
dos personajes elegidos a capricho. El primero ya lo tengo elegido, el segundo
aún está en proceso. Tengo elegido el deporte y hasta las olimpiadas,
disputadas hace ya 40 años, pero aún no he escrito esa segunda entrada. Para la
primera, he elegido el atletismo, y un deporte que, a muchos, aún parece
hacerles gracia, quizás por eso lo he hecho. Porque, candidatos, anda que no
tengo: Abebe Bikila, Mark Spitz, Jesse Owens, Ben Johnson, Carl Lewis, Michael
Phelps, Nadia Comaneci, Usain Bolt, Bob Beamon, Emil Zatopek, Haile
Gebreselassie, Johnny Weissmuller, Eric Moussambani, Yelena Isinbayeva, Sarunas
Marciulonis, Cathy Freeman, Florence Griffith, Dorando Pietri, Kerri Strug, Jim
Thorpe, Gabriela Andersen-Scheiss, Steffi Graf, Manu Ginóbili, Kostas Kenteris
y Ekaterini Thanou, Nwanko Kanu, Andre Agassi, Edwin Moses... Y tantos más que
han conseguido, por tener éxito o por saborear el fracaso, un lugar en la
historia del acontecimiento deportivo por excelencia.
Pero no he elegido a ninguno de esos. He elegido a Jordi Llopart
porque tenía que elegir a uno, y porque en algún sitio leí que la marcha es la
historia del atletismo y porque cada vez que veo la prueba de marcha atlética
me pregunto lo mismo: ¿cómo? Muchos cómos. Y por eso he decidido que esta
prueba tan característica de las Olimpiadas ocupe la primera entrada para
celebrar que Sebastian Coe se pone nervioso porque empieza la hora de la
verdad. La segunda entrada, anunciada, quizás deba esperar un poco más y hasta
puede que la encontremos con el pebetero ya encendido, pero intentaré cumplir
mis promesas.
La marcha es disciplina olímpica desde 1908, pero solo en categoría
masculina. Las mujeres tuvieron que esperar hasta Barcelona, en 1992, para participar.
Todo aficionado sabe que la marcha es una disciplina que se caracteriza por una
técnica muy característica: correr dando pasos sin perder contacto con el suelo
de manera visible. Antiguamente, no se era tan explícito (y aún se permite
cierta ligereza en pruebas de ultrafondo), pero en las categorías olímpicas, se
exige que la primera pierna del movimiento quede recta desde el primer contacto
con el suelo hasta que está vertical.
Esta técnica obliga a los atletas a un alto nivel de exigencia en coordinación,
ritmo, agilidad y resistencia. Resistencia porque las distancias suelen ser
bastante largas. En las Olimpiadas, las mujeres compiten en 20 kilómetros, los
hombres tienen dos distancias: 20 kilómetros y 50 kilómetros. Pero fuera de las
Olimpiadas hay pruebas de un nivel de dureza aún mayor porque las pruebas de
ultrafondo son bastante habituales en esta disciplina. Sin ir más lejos, desde
2009, se disputan en Francia los Seis días de Antibes. En 2010, Alain Grassi
ganó la prueba después de marchar durante más de 700 kilómetros. Pero hagamos
un pequeño cálculo para averiguar el nivel de exigencia.
Dos rusos y una rusa tienen los récords. En 20 km, Sergei Morozov lo
hizo en una hora, 16 minutos y 43 segundos. En 50 km, Denis Nizhegorodov
tiene el récord con 3 horas, 34 minutos y 14 segundos. La mujer más rápida es Olimpiada
Ivanova con 1 hora, 25 minutos y 41 segundos. Ninguno tiene entrada en la
wikipedia, por cierto, pero quien si la tiene es Patrick Makau que necesitó 2
horas, 3 minutos y 38 segundos para batir el récord de la maratón, es decir,
para correr 42’195 metros. Si aplicamos un cálculo matemático en el que
probablemente haya cometido algún error porque soy así de torpe, Makau tendría
una progresión en los 20 km de 58 minutos con 48 segundos. Un marchador tarda
18 minutos más. Imagínate multiplicar la progresión para hacer 50 kilómetros, y
no hablemos de Antibes.
A lo largo de la historia de las Olimpiadas, muchos marchadores han pasado a la historia del atletismo internacional. Quizás el más popular sea Robert Korzeniowski, quien superó una enfermedad reumática con 13 años para convertirse en el mejor marchador de la historia. Pero hay más: Jefferson Pérez ganó el 26 de Junio de 1996 en Atlanta la primera y única medalla de oro de Ecuador. Desde entonces, esa fecha conmemora el día del deporte en Ecuador. Pérez, que también fue plata en Beijing y tres veces campeón mundial, tiene una larga historia de superación personal. La historia de Donald Thompson también es digna de contarse. Se pasó a la marcha por una lesión en el tendón de Aquiles. Su historia tiene que ver más con la ropa. En el mismo año de 1960 en el que Bikila asombró al mundo y ganó la maratón descalzo en Roma, Thompson no quería que le ocurriera como cuatro años antes en Melbourne cuando se deshidrató y se tuvo que retirar. Se pasó todo el año entrenando en su cuarto de baño, convertido en sauna, y superó el calor de Roma para ganar el oro. Aún así, pasaría a la historia por su indumentaria: un quepí blanco en la cabeza, anteojos ahumados para proteger la vista, ropa muy amplia, medias grises y, sobre todo, unos zapatos de vestir y de cuero alcochado que no pasaron desapercibidos. Raúl González es una leyenda en México. Ganó la plata en los 20 km por detrás de un compatriota, Alberto Canto, pero superó los límites del cansancio para llevarse el oro en los 50 km en las mismas Olimpiadas de Los Ángeles, si no me confundo. Tenía ya 32 años.
De todos ellos, yo he elegido a otro, uno que nos cae más cerca, aunque
tampoco mucho: Jordi Llopart. Llopart fue el primer medallista en atletismo de
la historia de España, con una medalla de plata en Moscú 80 en los 50 km. Su
padre, Moisés Llopart, que también fue marchador, le entrenaba usando
unos métodos más propios de Rocky Balboa que de los avances técnicos y
metodológicos más contemporáneos. Superó las miradas extrañadas de sus vecinos,
para convertirse, durante los ochenta y los noventa, en uno de los atletas
españoles de mayor éxito. Sus duelos con Josep Marín pasarían a la
historia. Finalmente, un problema crónico en el riñón le privó de más éxitos y
tuvo que retirarse, pero ahí no acabó su contribución a este deporte y a la
cita olímpica. En Barcelona 1992, Llopart fue el secreto detrás de la medalla
de oro de Daniel Plaza en los 20 km (la historia de Daniel Plaza, quien
se convertiría el primer atleta español en ganar un oro olímpico, se vería años
después manchada con una rocambolesca historia de dopaje). Llopart entrena
ahora a la selección de México de marcha para Londres 2012. Parece que allí
están contentos después de que Isaac y Ever Palma, hermanos
gemelos, hayan conseguido la mínima para los 20 km.
Las medallas de Llopart y Plaza, así como los éxitos (y alguna polémica) que vinieron luego con Valentín Massana, María Vasco, Jesús Ángel García Bragado (campeón del Mundo de 50 km y con Londres, seis veces olímpico, como bien me ha recordado el pormaratoniano Gaxen en su comentario, gracias, tío) o Paquillo Fernández, le dieron visibilidad a un deporte que ya contaba con relativa popularidad en España, aunque, a muchos, aún les sigue pareciendo cómica una técnica tan exigente como la que caracteriza a esta disciplina. Sin embargo, forma parte de la historia de las Olimpiadas. Si las Olimpiadas no se entenderían sin la figura de Carl Lewis, tampoco sin la de Robert Korzeniowski, por mucho que uno parezca una gacela corriendo y el otro... el otro no.
Se acabó el Tour y ya he estado revisando las reflexiones finales que se han hecho desde varios equipos y en la prensa especializada. Todos parecen coincidir en que ha sido un Tour un tanto extraño que pasará a la historia por el esplendor británico, aunque los franceses se han llevado su tajada de éxito, un éxito más reluciente aún en cuanto parece apuntar al futuro más que al presente.
Voy a hacer esta recapitulación de manera vaga y atropellada. No me voy a poner a revisar los resultados, a enfangarme ahora visitando las clasificaciones, y me limitaré a hacer mención de las cosas que recuerdo, las que han permanecido en mi cabeza.
De entre todos los nombres que podría haber elegido, he optado por el de Michael Morkov como podría haber optado por cualquier otro. Aunque Mark Cavendish se haya llevado tres etapas, él mismo confesó que estuvo desesperado por lograr un esprint, y eso no deja de denotar que ha habido más escapadas que llegadas en grupo, y, en este aspecto, Michael Morkov fue el protagonista en la primera semana, y, aún así, también apareció en la última. Se podrían haber llevado el mismo premio los cinco supervivientes del Euskaltel-Euskadi que fueron capaces de superar la retirada prematura de todos sus puntales para dar una lección de pundonor y carácter. Se dejaron ver en prácticamente todas las etapas, con ataques bien calculados y otros desesperados, rozando la victoria y alcanzando, como premio final, un buen puesto en la general de Egoi Martinez y los halagos de casi toda la prensa al trabajo de Gorka Gerrikagoitia. De hecho, la imagen general del equipo destaca aún más ante otra imagen menos positiva que ha caracterizado este Tour: los desaguisados en la estrategia de equipo. Imágenes como la de Cadel Evans aplaudiendo a un vacío por el que se había marchado Tejay Van Garderen o la de Andreas Kloden pasando como una bala junto a su compañero Haimar Zubeldia, son una nueva prueba de que algunas de las apuestas de la UCI para con el ciclismo profesional van en contra de los valores más naturales que hasta ahora apreciábamos en este deporte. Lo mismo sucedió cuando se les preguntó a alguno de los veteranos en los primeros días de Tour sobre las razones para tantas caídas (otra, pero ésta ya parece costumbre, de las características de esta carrera), y corredores como Alejandro Valverde, Óscar Freire o Thomas Voeckler, todos coincidieron, con distintas palabras, en resaltar el nivel de tensión y competitividad que se veía en el pelotón.
Quizás ése último nombre sea el de uno de los protagonistas más señalados de este Tour. El francés Voeckler, que llegó renqueante a la prueba, ha llevado a lo más alto a un Europcar que se veía salpicado antes del Tour por presuntas acusaciones de dopaje. Entre Voeckler, Rolland y Kern el equipo ha alcanzado un nivel de sobresaliente. Igual que Thibaut Pinot que le dio una alegría mayúscula a Madiot y se propone como el definitivo objeto de todas las ilusiones del ciclismo francés. Las de otro país, y las de todo el ciclismo internacional, están puestas en un Peter Sagan que tiene todo lo necesario para convertirse en el nuevo Laurent Jalabert. La misma clase que el francés y que el checo tiene el español Luis León Sánchez, que durante la primera parte del Tour, fue protagonista por su dolorosa historia de amor con Tony Martin, y, al final, sacó toda la raza y el talento que guarda para quedarse cerca del doblete en victorias si no hubiera sido por la arrogante e impresionante capacidad de Mark Cavendish.
Si quitamos a todos estos, y a otros que ahora no me vienen a la cabeza, los protagonistas han sido los Sky. La victoria final de Bradley Wiggins, unida a la fuerza controlada (¿maniatada?) de Chris Froome han llevado al equipo de Sean Yates a lo más alto unos cuantos años antes de lo que calcularon. Otros corredores de equipo como Bernhard Eisel, Michael Rogers o Richie Porte también merecen su parte de gloria en esta hazaña. Wiggins tiene vocación de estrella iconoclasta, siempre deja joyas en sus declaraciones, ha ido superando etapas en silencio y ha ganado este Tour al más puro estilo Indurain. Que Froome podría haberle dado más guerra con otra camiseta, es algo que no sabremos nunca, pero, con sinceridad, da más miedo la fuerza efervescente de las piernas de Froome que el sufrimiento pausado de Wiggins, aunque no le quito mérito a un vencedor que ha sabido lidiar con los problemas del equipo, con la valentía de Nibali y con el tesón de Van den Broeck. Cadel Evans se quedó lejos de molestarle. Sus pinchazos no fueron la culpa de su desfallecimiento, y estuve tentado de responder a sus declaraciones después de aquel día, pero preferí aguardar a que el Tour tuviera conocimiento de lo que había pasado. No sé sabe nada, así que tampoco me entraron las ganas de hacerlo ahora.
Mención especial para tres veteranos (añadiría a cuatro porque Chris Sorensen me llega a la patata) que se llevaron su porcentaje de protagonismo con todo merecimiento. Primero, un Alejandro Valverde que venía con más pretensiones pero supo sufrir y aprovecharse del marcaje entre Froome y Wiggins para volver a ganar en Francia. También volvió a ganar David Millar, otro arrepentido que ha sabido reciclarse en un cazador de escapadas y un hombre de equipo en el llano. Y, por último, Haimar Zubeldia, que, como después confesó, superó una cardiopatía para convertirse en el líder de un equipo que sufrió la descalificación de Franck Schleck por un positivo que suena a canción del verano, la verdad.
En resumen, un Tour marcado por querer más que poder, por las ausencias más que por las presencias y por muchos aspectos ajenos a lo propiamente ciclista: caídas provocadas, declaraciones incendiarias, positivos y una edición que, quizás esto sea una apreciación personal y equivocada, ha tenido la mayor demostración de arte francés, ya sea arquitectónico ya sea por la pasión de la afición francesa por las instalaciones móviles en las fincas por las que pasa la carrera.
Se me quedan nombres y cosas colgados, por supuesto, pero esto va rápido, y ya estamos pensando en la vuelta, que si corre Froome que si no corre, en la Vuelta a Burgos y en los nuevos equipos (hoy se presenta el nuevo proyecto de Euskaltel quizás con Euskadi). Pero un último detalle: mi actuación en la porra, patética, aunque nuestro vecino de las Asics, desde Lyon, nos da un respiro y se lleva él el farolillo rojo. ¿Quién ganó? El de siempre, un Kantzelara-Kantzelase que va a tener, a este paso, mejor palmarés en porras que el que tiene su adorado ciclista suizo ganando contrarrelojes. Enhorabuena a la gente de bttzaleak (un gran blog si os gusta practicar ese deporte) en la organizacion de la porra.
Y, punto final, he seleccionado esa foto porque... ¿a alguien le queda alguna duda de que Bradley Wiggins es un mod? Ya hablaremos largo y tendido de él algún día.
Con ver el nuevo y reluciente cartel que nos ha diseñado nuestro experto particular, gracias Ricky, ya se entiende el porqué del nombre que encabeza esta entrada, ¿no? El de Koprivnice toma el relevo de Osoro Ondoro y este año encabezará todas las entradas que en este blog le dediquemos a la organización y celebración de la II Carrera Pormaratoniana, que sí, que tenemos otra más. Ya sabéis que o bien aquí o bien en el blog oficial y germen de esta fiesta Pormaratones, podéis seguir al día toda la información. Por ahora, os dejo con el primer anuncio oficial de esta segunda edición:
La segunda edición de la Carrera Pormaratoniana ya está en marcha. Ya tenemos cartel y hasta eslogan gracias a nuestro nuevo fichaje para la organización. Tras el éxito del año pasado, más en calidad que en cantidad, nos gustaría invitar a todos los participantes del año pasado, más todos aquellos que quieran unirse en esta segunda edición, a celebrar una vez más que nos gusta correr y que nos gusta hacerlo en grupo. Algunos ya sabéis cómo va esto: recorrido sorpresa, organización humilde pero pulcra, carácter amateur y furtivo.
Por ahora, os invitamos a participar en la elección del día señalado. En el link que encontraréis abajo, podéis acceder a un doodle donde elegir la fecha que más os convenga entre las que os proponemos. Mantendremos el enlace durante unos cuantos días para que podáis participar. La organización se reserva el derecho de tomar la última decisión, pero intentaremos tener en cuenta la decisión de la mayoría.
Con el mismo carácter participativo, podéis utilizar los comentarios de cualquiera de los dos blogs que albergan la organización para proponer posibles recorridos para esta nueva edición. Ya estamos valorando un par de alternativas, pero se agradecerá cualquier sugerencia.
Así que, ya sabéis, intensificad vuestros entrenamientos que ya se va acercando la fecha. Y no dudéis en participar. Os dejamos aquí abajo el link:
Pincha aquí para ir al doodle y elegir el día que prefieras: doodle.
Lo ha dicho él: 50 años de historia de baloncesto en Treviso a la borda. Porque fíjate: fundado en 1954, 5 Ligas, 8 Copas, 4 Supercopas, 2 Recopas y varias final fours tanto en Euroleague como en Eurocup. Y la nómina de jugadores que han vestido de verde es sorprendente: Audie Norris, Ademola Okulaja, Andrea Bargnani, Sani Becirovic, Charlie Bell, David Bluthenthal, Davide Bonora, Marcus Brown, Massimo Bulleri, Tomás Jofresa, DerMarr Johnson, Hrvoje Peric, Davide Pessina, Petar Popovic, Randolph Keys, Joe Kopicki, Toni Kukoc, Davor Kus, Roberto Chiacig, Chris Corchiani, Trajan Langdon, Erazem Lorbek, Stefano Rusconi, Zeljko Rebraca, Isma Santos, Brian Scalabrine, Laurent Sciarra, Ramunas Siskauskas, Brian Skinner, Uros Slokar, Devin Smith, Jon Stefansson, Mario Stojic, Pace Mannion, Stefan Markovic, Denis Marconato, Donatas Montiejunas, Marco Mordente, Pops Mensah-Bonsu, Art Housey, Tyus Edney, Maurice Evans, Vinny del Negro, Rodrigo de la Fuente, Mike Davis, Maurice Taylor, Terry Teagle, Nikoloz Tskitishvili, Bostjan Nachbar, Petar Naumoski, Gary Neal, Spencer Nelson, Sandro Nicevic, Marcelo Nicola, Drew Nicholas, Jorge Garbajosa, Winston Garland, Marlon Garnett, Dan Gay, Angelo Gigli, Marcus Goree, Alessandro Gentile, Nikolaos Zisis, CJ Wallace, Orlando Woolridge o Denis Wucherer. Casi nada.
El equipo estaba agonizando por las deudas y la retirada, tras muchos años de patrocinio, de la ayuda económica aportada por la empresa Benetton, anunció una muerte inminente. La dirección de la liga, encabezada por otro histórico jugador, Dino Meneghin, exigía que el equipo estuviera libre de deudas y estuvo apunto de conseguirse gracias a la iniciativa del exjugador Riccardo Pittis que inició una respuesta popular que tuvo bastante alcance en las redes. No se logró pero se creó una nueva sociedad bajo el nombre de Treviso Basket srl que nacía del consorcio Universo Treviso que comenzó Pittis y contaba con la ayuda de cuatro empresarios. Claudio Coldobella también se implicaba en el proyecto pero, finalmente, la Lega ha rechazado la inclusión del nuevo equipo, y también la del Teramo Basket, por "falta de documentación". Según Dino Meneghin, se ha rechazado hacer una excepción para no crear un precedente, pero, el resultado final, es que la Lega no contará finalmente con Treviso, una cancha histórica y una ciudad de clara tradición baloncestística. Mira la lista de arriba otra vez, e intenta consolar a Pittis. No conozco los detalles de este asunto ni si Meneghin tiene razón o no, pero las consecuencias finales, visto desde tan lejos, resulta de lo más penoso.
Está cabreado el director del Tour y no es para menos. El espectáculo de ayer fue bochornoso y doloroso, que riman, además. Más de treinta pinchazos, según algunas fuentes, que dieron con Robert Kiserlovski en el suelo. El croata tuvo que retirarse tras fracturarse la clavícula debido a una caída que provocaron las tachuelas o clavos que algún iluminado tuvo la gracia de sembrar en el recorrido de la decimocuarta etapa. La foto demuestra como la rueda de Kiserlovski pinchó con uno de esos clavos. Hasta la meta, el ascenso al Mur de Péguère fue espectacular. Una carretera estrecha, un bosque cerrado y mucho público en las cunetas. Sandy Casar daba lecciones de veteranía, Gorka Izagirre de pundonor y Peter Sagan de talento. Unos minutos después, Cadel Evans amenazaba con la heróica sin mucho convencimiento. Todo apuntaba a un descenso vertiginoso lleno de emociones, pero se convirtió en un espectáculo tragicómico. Cadel Evans llegaba pinchado arriba, se cabreaba y aplaudía a un Tejay Van Garderen que luego aceptaría la bronca, llegaba Stephen Cummings que venía también pinchado, Amael Moinard se dejaba el alma en el descenso, Evans volvía a pinchar, el auxiliar se caía por la resbaladiza cuneta, Pierre Rolland perdía capacidad auditiva, Haimar Zubeldia mostraba galones, Bradley Wiggins jerarquía y dicen que Pecheux se volvía loco en su coche informando a los corredores de lo que había pasado. Mientras tanto, Luis León Sánchez daba una lección de veteranía para apuntarse un nuevo triunfo parcial en la línea de meta. Surrealista aunque más realista no puede ser la situación: real como la vida misma, un vándalo que se aburre y encuentra diversión en el peligro que, casualmente, solo le afecta a otros.
Dicen que Pecheux lo ha dejado en manos de la gendarmería. Me cuesta creer que no haya testigos, que nadie pudiera hacer nada por evitarlo, que esto haya ocurrido sin concierto y premeditación. Había que ver las ruedas de las motos, con clavos relucientes como los que antes se usaban para colgar cuadros hasta que alguien inventó el velcro doble. Aquel que tuviera la flamante idea estará contento, su plan salió a la perfección. Una perfección inquietante. Gracias a él, Kiserlovski pasó la noche en un hospital, a Cadel Evans le dio un sofoco, Amael Moinard casi se deja un pulmón y Rolland tuvo sus más y sus menos con el pelotón. Otra rima. Y pudo haber sido peor, seguro.
Aunque no sea por buscarle el lado positivo, que no lo tiene, la situación dio para desempolvar antiguos debates sobre los acuerdos para detener el pelotón cuando un favorito sufre un accidente o sobre las estrategias de equipo. Yo tengo una opinión formada sobre la conveniencia de parar en estos casos, aunque este caso es muy concreto y si Pecheux les informó de que se había tratado de un sabotaje y no de una situación natural de la carrera la decisión de parar parece más convincente. Sin embargo, en otras situaciones, quiero decir, si el pinchazo no hubiera sido fruto de la actuación dañina de un (o varios) impresentable, no soy muy favorable a estos ataques de magnanimidad que solo sirven para crear precedentes y comparaciones retroactivas. ¿Por qué ahora sí y antes no? ¿Por qué con éste sí y con el otro no? Y hacerlo en todas las situaciones es imposible. Quizás en ésta, un caso muy concreto, la decisión fue acertada y tendremos que creer a Pierre Rolland cuando dice que no se enteró de nada, aunque no dejaba de estar en su derecho a lanzar su bicicleta a la velocidad que le diera la gana.
Sobre el iluminado, para despedirnos, ojalá le cacen y le pongan el catre de un fakir para que disfrute de las púas que parece que le gustan tanto.
Que la crisis ha llegado al baloncesto español, ya no lo duda nadie. Por ahora, y si las noticias son correctas, han desaparecido dos proyectos con una larga trayectoria como eran los de Menorca Básquet y CB León. No sé si el último está confirmado, así que, si no lo está, que me perdonen sus aficionados y ojalá no se confirme. No hubo ascensos a la Liga ACB, o Endesa, llámalo como quieras, porque no se pudo pagar el canon y, ahora, parece que Lucentum Alicante le venderá su plaza al CB Canarias, presumiéndose una posible desaparición. No son los únicos clubes que pasan apuros económicos. Simplemente, son los que no han logrado sobrevivir.
Pero no solo en la gestión general de los clubes se nota la crisis. Siempre ha habido, y habrá, exportaciones de jugadores cada temporada. Cuando no se iba Luis Scola, se iba Arvydas Macijauskas, o Charlie Bell, o Pau Gasol, o Rudy Fernández, o quien fuera. Igual que otros jugadores se iban a otras ligas de Europa. La fluctuación de jugadores, antes y después de Jean Marc Bosman, siempre ha sido una constante. Sin embargo, este año, la migración de jugadores a otras ligas es ingente. El año que viene no vamos a conocer a la mitad de los jugadores sobre la cancha. Porque alguien tendrá que ocupar el lugar de los que se van, y aunque el mercado aún está un poco parado, ya se han confirmado los regresos de jugadores como Thomas Kelati o Rudy Fernández, pero sobre todo, se ha confirmado que este año veremos mucho jugador desconocido para las aficiones de la ACB: desde Adrien Moerman hasta Aleksander Yanev, pasando por Fran Pilepic, Michael Roll, Tibor Pleiss, Fabien Causeur, Milovan Rakovic, Nikos Zisis, Krunoslav Simon o Bojan Dubljevic. O eres un buen aficionado, o, a muchos, esos nombres se les harán desconocidos. Luego está google, que tecleas el nombre y te encuentras todo, hasta videos, así que puedes hacerle creer a tus amigos que eres un experto en baloncesto europeo.
Pero, como decía, lo que más sorprende son las bajas, y lo que más sorprende todavía, es el número de jugadores que se han marchado, o se van a marchar, a la NBA. ¿Es eso también un síntoma de crisis económica en el reino de David Stern? ¿Son los jugadores europeos más baratos? ¿Es que el draft de este año no daba mucho de sí? ¿Es que el baloncesto europeo ya no le tiene que envidiar nada al americano? Preguntas a contestar en un simposio al mejor estilo griego, con vino y todo, pero que no va a ser hoy. Eso sí, los datos si los doy. Porque, confirmados del todo o no, rumores o hechos, el caso es que parece que darán el salto desde la ACB hasta la NBA, los siguientes jugadores: Joel Freeland a Portland Trail Blazers, Víctor Claver a Portland Trail Blazers, Nando de Colo a San Antonio Spurs, Mirza Teletovic a Brooklyn Nets, Kyle Singler a Detroit Pistons, Sergiy Gladyr a Atlanta Hawks y el sorprendente rookie de 35 años Pablo Prigioni a New York Knicks. No sé si me dejo alguno, pero aún puede haber más. Fran Vázquez aún no ha renovado con el FC Barcelona, que yo sepa; se comentó que Memphis Grizzlies estaba interesado en Víctor Sada; y Carlos Cabezas y Xavi Rey andan entrenándose con equipos de la NBA durante el verano, aunque tampoco es que tengan esperanzas reales de lograr un contrato, creo. Y hace nada que ha empezado (o va a empezar, no controlo las fechas) la primera liga de verano americana, la que se organiza en Orlando, y junto con otros ex ACB como Clay Tucker, Blake Ahearn o Taurean Green, Latavious Williams, Marquez Haynes, Duane Washington o Cedric Simmons son jugadores que la temporada pasada estuvieron en ACB y ahora intentan encontrar un hueco en la NBA. Habrá más, más ligas de verano, quiero decir, y más jugadores.
Y en Europa ha pasado lo mismo. Tras sonar para Valencia, ayer se confirmó que Andy Panko firmaba nada más y nada menos que por Panathinaikos. Paul Davis y James Augustine fueron de los primeros en irse, esta vez a Rusia, para jugar con el Khimki. A Rusia también se fue Marko Banic, pero al Unics Kazan. Y Kaloyan Ivanov parece que les seguirá fichando por el Krasnie Krilya que hasta la temporada pasada entrenaba Serguey Bazarevich. Cerca, al Khimik de Ucrania se fue Willie Deane, el base de Estudiantes. A otro continente, al americano, volvieron Bulfoni y Diego García para jugar en su país. Y Milt Palacio también se fue al mismo continente. Ebi Ere probará en Italia. Nik Caner-Medley ha firmado por el Maccabi de Tel Aviv. Aaron Jackson por el CSKA de Moscú. Janis Blums por el Lietuvos Rytas. Stephane Dumas por el Bourg. Hasta los entrenadores emigran, porque ayer se confirmó (¿cúantas veces he utilizado ya este verbo?) la marcha de Joan Plaza al Zalgiris Kaunas.
Habrá más. Y esto también lo he dicho ya.
Y habrá más caras nuevas. Más rumores aún. Nadie tiene la plantilla completa y aún hay muchos casos por resolver. Sergi Vidal ha firmado por Unicaja y deja Donostia donde acaban de renovar a Sito Alonso, Javier Salgado y Yaroslav Korolev. Se habla del regreso de Aíto García Reneses con el Cajasol. Txus Bidorreta también suena, y hace unas semanas coincidí con él en un avión con rumbo a las islas Canarias, aunque puede que fuera de visita o de vacaciones, no me voy a pasar de listo. Y hay otros rumores que aún parecen más débiles o infundados, nombres que han venido salpicando a distintos equipos y que sirven para cubrir espacio en los periódicos: Roko Leni Ukic, Stefano Mancinelli, Albert Miralles, Nathan Jawai, Vassilis Spanoulis, Theodoros Papaloukas, Malik Hairston, Benjamin Eze, David Andersen, Gustavo Ayón, Alex Tyus, Jaka Lakovic, Saun Stonerook... Lo dicho. Que habrá más. Más nombres. Lo que no parece haber es más. Más dinero. Esperemos que en lo que queda de verano ningún otro equipo se pierda por el camino y si hay que seguir exportando e importando, pues mejor, más caras nuevas, más emoción.
El título de la entrada para Michael Roll porque no me funciona el buscador de la página para confirmar (¡ole!) qué nombres he usado y cuáles no, y el del nuevo tirador del CAI de Zaragoza, ex de UCLA y que llega desde la liga belga, estoy seguro de que no lo he usado antes.
El de Aubenas había jugado casi 400 partidos en la Liga Francesa. Había marcado más de 80 goles. Le había dado para aventurarse en Italia sin mucho éxito. Incluso, ya había sido 39 veces internacional y había marcado 9 goles. Para más inclusos, Sauzée incluso había ganado ya la UEFA Champions League, en una temporada en la que él acabaría como segundo máximo goleador de la competición, solo por detrás del delantero del PSV Romario, y empatado a 6 goles con su compañero Alen Boksic y con Marco Van Basten del Milán. Precisamente a éste le quitaron el título, a éste y a los Rijkaard, Papin, Simone, Maldini, Baresi y compañía con aquel solitario gol de Basile Boli en la final. Un OM que además de con Sauzée, Boksic y Boli, contaba, ahí es nada, con Voller, Desailly, Deschamps, Abedí Pelé, Angloma o Barthez... y con Jean Jacques Eydelie quien, con la llegada de Bernard Tapie, participaría, al poco tiempo, en uno de los episodios más oscuros del fútbol francés y que dejaré para otro día.
Ya había conseguido todo eso el rubio centrocampista francés cuando fichó por el Hibernian escocés. Decían que andaba ya retirándose en Montpellier, cuando recibió la llamada de Alex McLeish para jugar con los escoceses en la segunda categoría del país. El proyecto era ambicioso y pretendía devolver al histórico equipo de Edimburgo a sus momentos de gloria, que ya quedaban muy lejos. Una gloria que habían escrito jugadores como Pat Stanton, Joe Baker o George Best y que ahora intentaba recuperar el histórico ex-jugador del Aberdeen, McLeish. Y a fe que lo consiguieron. Los Hibees regresaron a la primera división y vivieron alguno de los mejores momentos de su reciente historia, incluyendo una Copa de la Liga y un bagaje impoluto en sus derbies contra el archirival Hearts. Sauzée se convirtió en un ídolo para la afición de los Hibs, entre ellos, el escritor Irvine Welsh, famoso por la adaptación al cine de su novela Trainspotting. Precisamente en la película de Danny Boyle, hay constantes referencias al equipo escocés y el propio Welsh no oculta sus pasiones en su obra. Fuera de ella, Welsh ha aprovechado la prensa para dejar por escrito su declaración de amor personal para con el que considera uno de los mejores jugadores de la historia del Hibernian, Le God, como llamaban al francés. Y es que Sauzée marcó a la afición del Hibernian, aunque su despedida no fuera todo lo agradable que se le podía suponer a alguien que dejó tan buena impresión. Acuciado por las lesiones, y tras la marcha de Alex McLeish a los Rangers (dónde estaban y dónde están ahora), Sauzée aceptó la propuesta de la directiva para retirarse y pasar a dirigir al equipo desde los banquillos. La experiencia fue tal fracaso que Sauzée no ha vuelto a dirigir a ningún equipo. Desde su retirada, se ha dedicado a sus negocios (restaurantes, que yo sepa, de fuente del mismo Welsh) y a comentar partidos para diversos canales de televisión franceses.
Decía Welsh en su declaración de amor, que Sauzée no ha vuelto por Easter Road porque es muy humilde y no aceptaría robarle protagonismo a los actuales jugadores del Hibernian. Pero, lo que queda claro, es que, en un puñado de temporadas, y pasando de centrocampista ofensivo a busquete (como dice un amigo mío), el talentoso Sauzée le puso un broche de oro a su carrera cuando ya parecía que ésta estaba terminada. No está mal cerrar tu bagaje profesional entrando en la historia de un equipo donde jugó George Best, cuya camiseta lleva Begbie (Robert Carlyle) en Trainspotting, ha sido inmortalizado en la literatura de Irvine Welsh e Ian Rankin y al que The Proclaimers ha dedicado un par de canciones.
A mí por lo menos, me ha sorprendido. Que aún no había hablado del Tour en esta edición de 2012. Dónde quedan ya los años en los que hasta hacía una entrada prólogo analizando los equipos que participaban y todo. Ya, no. Este año ni prólogo ni contrarreloj por equipos. ¿Por qué? Por nada en especial. Ver, he visto todas las etapas, y participo en la porra de bttzaleak y podría haber escrito la entrada prólogo si quisiera, pero no. He estado perezoso hasta hoy, justo cuando Bradley Wiggins acaba de pasar por el primer puesto cronometrado y confirma que reviviremos el dueto Froome-Wiggins que ya vimos en la Vuelta. ¿Con igual resultado? Pues, no lo sé.
Por ahora, el Tour se ha mostrado peligroso y desmoralizante. Sobre todo para los que han tenido que volver pronto en casa. En otras palabras, para Euskaltel-Euskadi. A falta de dos semanas, quedarte sin cuatro corredores, entre ellos tu líder, tiene que quitarte las ganas de firmar en el control de firmas al día siguiente. Y no son los únicos, porque, si el Tour ya salía sin Andy Schleck o Alberto Contador, peor estamos una semana más tarde que, entre caídas y más caídas, se han tenido que retirar gente tan importante como Ryder Hesjedal, Hubert Dupont, Mikel Astarloza, Wouter Poels, Óscar Freire y Samuel Sánchez. Lo de Samu duele, y duele que le hayan tenido que acompañar Astarloza, Verdugo y Txurruka, quien estos días daba una entrevista y confesaba su desesperación ante tanta rotura de clavícula. Pero Dupont, Hesjedal y Poels a buen seguro que también habrían sido protagonistas en montaña. Poels estaba en mi porra, joder. Ya no correrá ninguno, y Tony Martin y Luis León Sánchez han estado remontando todo el Tour. Y Tyler Farrar casi pierde los nervios. Y a Mark Cavendish aún le duele el culo. Y Franck Schleck, Bauke Mollema o Robert Gesink ya se han despedido de sus ambiciones clasificatorias, aunque siguen corriendo. No es poco. En realidad, es demasiado. Algunos andan buscándole razonamientos, sin encontrarlos del todo. Hoy leía que Freire le adjudica la causa a los pinganillos, y Thomas Voeckler coincide con él. El mismo Freire añade que los jóvenes "no respetan nada" (as.com) como otra explicación alternativa, y en parte parecía darle la razón Alejandro Valverde cuando decía que todo el mundo parecía correr como si fuera a ganar el Tour. En una encuesta que aún está abierta en la versión digital de TVE los votantes optan por culpar a la organización y sus recorridos. En general, todo el mundo recurre a la mala suerte cuando tiene que opinar de primeras. ¿Mala suerte, recorridos, pinganillos, actitud? Pues, no lo sé, ni sé si se puede, o se debe, buscar una solución, pero, la verdad es que, aunque forme parte de la carrera igual que lo hacen las rampas y los esprints, no puedo evitar calificar de desesperante ver cómo un tío se tiene que ir para casa dos semanas antes después de caerse a 100 kilómetros de meta en una caída en el pelotón.
Por lo demás, parece confirmarse que esto será una batalla de Wiggins contra aquel que quiera o pueda ser su rival. Puede que lo sea su propio compañero, Froome, o aún Evans, que parece estar desinflándose en la contrarreloj. Menchov, Nibali y un gran veterano como Zubeldia, parecen estar un peldaño por debajo. Lo mejor de lo que ha ido pasando hasta ahora queda para un Peter Sagan que se destaca ya como un talento natural en el mundo del ciclismo, y para la alegría francesa del año, Thibaut Pinot, que ayer dio todo un recital para estrenar su carrera profesional.
Por cierto, esto ya ha corrido por las redes, Perico dice que lo ha retwitteado y nuestro organizador de porras particular y bloguero jefe de bttzaleak ya lo colgó, pero para cerrar esta entrada me queda de vicio, así que me despido con Peter Sagan haciendo el caballito:
La prensa especializada ha anunciado hoy la muerte repentina de Rob Goris, ciclista belga de 30 años, en una habitación de hotel en Francia. Al parecer, el corredor del Verandas Willems, se encontraba de visita en Francia para participar en un programa de televisión belga. La autopsia ha confirmado que Goris murió de un repentino paro cardíaco.
Goris había nacido en Herentals, localidad belga donde también nacieron Jurgen van den Broeck y Rick Van Looy, el histórico corredor belga de los años 60, campeón del Mundo y de la Milán-San Remo, Tour de Flandes, París-Roubaix y Lieja-Bastogne-Lieja, entre otras, y con cuya nieta estaba casado Goris.
La historia de Rob Goris era de las que necesitan un hueco en la historia del ciclismo. Y es que, igual que Tom Jelte Slagter, antes de dedicarse al ciclismo fue un distinguido atleta en la categoría de patinaje de velocidad, Goris había sido una estrella del hockey sobre hielo belga, llegando a ser internacional, si mis datos son correctos. De hecho, sobre la bicicleta, aún sorprendía su fornido aspecto físico, herencia de su anterior dedicación deportiva. Goris, por lo tanto, empezó muy tarde en el ciclismo profesional. Solo llevaba tres temporadas con contrato, y gente como Tom Boonen se habían interesado por contar con sus servicios después de ver su rendimiento en tan corto espacio de tiempo. Había sido campeón belga élite sin contrato y tras despuntar en Palmans, llevaba dos años seguido corriendo para Verandas Willems. La noticia de su muerte cierra una trayectoria deportiva sorprendente de la manera más trágica e inesperada. Una noticia luctuosa que se cuela entre las crónicas del Tour y los entresijos del proceso contra Lance Armstrong y que hubiéramos preferido no escuchar.
A vueltas con la edad. Unos que se retiran, otros que se quedan hasta la eternidad. Dos y dos, pero habría más. Por un lado, hablaremos de dos que, finalmente, se retiran. Uno, después de un extraordinario ejemplo de longevidad, el otro después de una carrera digna de elogio. Y dos que parece que son inmortales. Uno con una trayectoria irregular que apuntó mucho al principio, el otro con una carrera un poco más humilde. Empecemos por estos últimos.
Esta semana, entre los muchos rumores que han empezado a apoderarse del mercado americano tras el draft, se hablaba del interés de los Lakers por Grant Hill. Son ya cuarenta años los que contemplan al veterano jugador de Texas. Fue uno de los mejores jugadores de su generación. Sus años en Detroit fueron magníficos, con más de 20 puntos de media y buenos números en rebotes y asistencias. Sin embargo, la mitad de su carrera se vio marcada por las lesiones. En Orlando, casi que se perdió más partidos de liga regular de los que consiguió jugar. En Phoenix, recuperó algo de nivel como jugador de banquillo. Ahora, recién entrado en los cuarenta, dicen que ha pasado por Alemania para someterse al mismo tratamiento que siguió Kobe Bryant y está como un niño con rodillas nuevas. No solo los Lakers han apuntado interés en su fichaje, pero lo que queda claro es que el marido de la cantante de R&B Tamia no tiene ninguna intención de retirarse.
Lo mismo parece que le pasa al Chris Andersen del baloncesto nacional. Por supuesto que es mucho exagerar y que la comparación es patética, pero la perilla y los pelos que se nos ha dejado Nacho Romero asustan sobre la cancha tanto como los tatuajes y la mohicana del jugador de los Denver Nuggets. Romero fue uno de esos proyectos nacionales de pivot dominador que no llegó a cumplir con las altas expectativas. Y no podían ser más altas, el cordobés medía 2'14 y salía de la cantera del Real Madrid para debutar en ACB con solo20 años. Esa misma temporada se haría con el título, por cierto. Llegó a ser internacional con la selección absoluta, pero tras abandonar el Real Madrid, su paso por Caja San Fernando y Lleida no se prolongó por mucho tiempo y acabó por abandonar la primera categoría del baloncesto profesional español. Desde entonces, ha pasado por la liga portuguesa, la liga EBA y la Liga LEB. Tras jugar en Tarragona y Algeciras, lleva ya unos cuantos años en Melilla y acaba de renovar. A sus 39 años, solo uno menos que Grant Hill, el de Pedroche se apunta a un año más de baloncesto profesional. Y no son pocos.
Si estos dos son los casos de jugadores que aún se mantienen en activo, los dos que hoy quería contar sobre la decisión contraria, también hablan de jugadores que han alargado su carrera profesional durante bastantes años. Uno más que el otro, a decir verdad. Empezamos por el que encabeza la entrada, un verdadero caso de estudio sobre cómo mantener un físico competitivo hasta casi acercar la cincuentena. Y es que el histórico Mario Boni, un escolta-alero italiano de dos metros, acaba de anunciar su retirada... ¡a los 48 años! Lo anunció hace unos días con un breve pero emotivo mensaje. 40 años de baloncesto, como el decía, desde que con 9 años tocara su primer balón. Un anotador puro, con un fuerte carácter, que llegó a ser suspendido durante dos años por nandrolona, aunque él aún lo niega. Solo llegó a jugar una vez con la selección italiana, un amistoso, y él mismo reconocía que quizás su fuerte carácter fuera un hándicap, aunque Kobe Bryant lo recordara precisamente por eso cuando pensaba en los años que pasó en Italia con su padre, el entrenador Joe Bryant.
Empezó su carrera como profesional, entre liga A1 y A2, jugando con Montecatini y poniéndose las botas a anotar. Durate su suspensión, se marchó a Estados Unidos para jugar en ligas menores, primero con Memphis Fire, luego con Yakima Sun Kings. Regresó a Montecatini después de la suspensión y después también jugaría en Roma, Rosetto, Téramo, Aurora Jesi o Virtus Bolonia, además de regresar a Montecatini. Por el camino, emprendió aventuras en Grecia y España, primero en el Aris de Salónica y luego en el Alerta Cantabria, por donde pasó con más pena que gloria, no como en Grecia, donde, acompañado por Piculín Ortiz, se convirtió en un ídolo para los aficionados del Aris. En los últimos años, siguió jugando en las divisiones nacionales, las categorías más bajas del baloncesto italiano, donde casi seguro, seguiría, a pesar de la edad, poniendo en práctica su concepto alocado y enérgico del baloncesto.
El compañero de entrada que ha decidido retirarse y que yo he decidido glosar aquí, era un poco más sosegado, pero también demostró mucho carácter. Me refiero al madrileño Jorge Garbajosa. Vistas las edades de sus compañeros de entrada, sus 35 años lo convierten en un chaval, pero, aún así, y tras una accidentada temporada en Málaga, Garbajosa ha decidido poner fin a una exitosa carrera que comenzó cuando no era más que un niño.
Y es que pocos podrían haber adivinado la carrera del de Torrejón cuando debutaba con el Baskonia, por entonces aún Taugrés, en ACB con 18 años. Dos antes, había abandonado el Juventud Alcalá para iniciar una aventura en Gasteiz que parecía que le llevaría al éxito, más aún cuando se hacían con el Nacional Junior un año antes. Recuerdo que en aquellos años el Baskonia tenía bastante ascendente entre la afición vasca y todos seguíamos sus partidos. Todos hablábamos de aquel joven ala-pivot que parecía tener buen tiro y todo el mundo parecía coincidir en augurarle un buen futuro si conseguía mejorar su tiro y sus pies y adaptarse al puesto de alero. No le hizo falta, se quedó a medio camino, mejoró el tiro, pero se mantuvo en su posición, y así, fue ascendiendo en el escalafón del Taugrés, acabó marchándose a la Benetton para triunfar a las órdenes de Mike D'Antoni y, tras casarse, regresa a la ACB, a Málaga, para llevar al equipo a lo más alto y demostrar que su paso por Italia le había convertido en un gran jugador. Entonces, acepta la oferta de los Toronto Raptors y prueba con la aventura americana donde pocos le veían posibilidades de éxito. Su carrera NBA empezó con gran éxito y estuvo entre los mejores rookies de su primera temporada, pero una luxación de tobillo truncó su progresión y comenzaron los problemas legales en su equipo para permitirle jugar con la selección. Finalmente, rescindió contrato y volvió a Europa para jugar en Rusia con el Khimki, donde no le pusieron problemas cuando decidió volver a España. Fichó por el Real Madrid y quien si le puso problemas fue Ettore Messina, acabando rebotado en Unicaja de Málaga donde, finalmente, ha puesto fin a su carrera deportiva. A todo este recorrido, habría que añadirle su experiencia en el equipo nacional, donde, tras 166 partidos jugados, ha sido Campeón del Mundo y de Europa, amén de plata Olímpica, por hacer la entrada más corta y dejarlo aquí.
Por cierto, que ha habido más movimientos en la liga ACB. Va a ser una temporada extraña la que viene después de este verano olímpico. Muchos jugadores abandonan la Liga. Los últimos, dos jugadores muy importantes: Mirza Teletovic, que probará en la NBA con los Nets ahora de Brooklyn y Nik Caner-Medley que se va a Turquía. Por contra, se queda Andy Panko, aunque parece que jugará en Valencia y Rudy Fernández regresará al Real Madrid, según parece.