miércoles, 14 de diciembre de 2016

Matthew Cunningham



Hace poco leí, en solobasket.com, un interensantísimo reportaje que recordaba los tres títulos de campeón de Europa que consiguió la Jugoplastika de Toni Kukoc en los años 90. A raíz del reportaje, recordé una vieja historia que quería contar y había ido aplazando el momento. Una historia que, precisamente, tuvo lugar durante uno de los años de competición en los que Toni Kukoc y sus compañeros se hicieron con el título de campeones de Europa. Así que, me puse a escribirla, y hoy le he puesto el punto y final. Ahí va.


Digámoslo desde el principio: el baloncesto británico nunca ha tenido un gran peso en Europa. Su selección ha jugado, en los últimos tiempos, tres Eurobaskets (2009, 2011 y 2013) y nunca ha pasado de la decimotercera posición.  Acabaron novenos en los Juegos Olímpicos que ellos mismos albergaban, con una victoria y cuatro derrotas. Aquella selección de 2012 la formaban jugadores como Pops Mensah-Bosu, Luol Deng o Joel Freeland. Todos ellos han jugado o juegan en la NBA. Es decir, a título individual, quizás sí que el baloncesto británico, muy joven aún, por otra parte, ha progresado, pero a nivel de equipos, su nivel competitivo en Europa nunca ha sido reseñable. 

Uno de los momentos históricos más destacados del baloncesto británico tuvo lugar, precisamente, en esa temporada de 1990-1991, cuando el FC Barcelona y el entonces ya Pop 84 de Split se disputaban el cetro europeo. El Barcelona había firmado a Bozidar Maljkovic, el entrenador que había llevado a la Jugoplastika a lo más alto, y con jugadores como José "Piculín" Ortiz, Andrés Jiménez, Audie Norris, Juan Antonio San Epifanio, Nacho Solozábal, Steve Trumbo, José Montero o los jóvenes Lisard González y José Luis Galilea, aspiraban a lo más alto. Sus principales rivales eran un Pop 84 Split que había sufrido bajas en su plantilla tras sorprender dos veces consecutivas a todo el mundo, y al que se le suponía complicado repetir título por tercera vez. De todas formas, ahí seguía Toni Kukoc y le acompañaban jugadores como Velimir Perasovic, Zoran Sretenovic, Zan Tabak, Aramis Naglic, Avi Lester, Luka Pavicevic o, sobre todo, un Zoran Savic que se convertiría en el gran héroe de la final. Porque sí, tanto Pop 84 Split como Barcelona llegaron a una final que Lester, Kukoc, y sobre todo Savic (27 puntos y 4 rebotes) decantaron del lado balcánico para desesperación de los catalanes. Antes, en semifinales, se habían desembarazado de otros dos buenos equipos, el Scavolini de Pésaro que dirigía un joven Sergio Scariolo y donde destacaban, además de italianos como Alessandro Boni, Ario Costa o Walter Magnifico, los norteamericanos Darren Daye y Darwin Cook, y el Maccabi de Tel Aviv de Doron Jamchy, Willie Sims, Guy Goodes, Nadav Henefeld o el entrenador Zvi Sherf. Pero antes incluso de que se disputaran las semifinales, aquella edición de la máxima competición por clubes en Europa ya nos había dejado otros momentos de gloria, aunque fueran menos visibles, más locales, pero, al fin y al cabo, grandes momentos para aficiones concretas. Uno de ellos, el que queríamos contar aquí, lo protagonizó un equipo británico, los Kingston Kings. 

La historia de los Kingston Kings, empecemos por el final, terminó con su éxito en los años 90. Bajaron la persiana, de hecho, en la temporada 93-94, cuando sus dueños no pudieron llegar a un acuerdo para el uso de las instalaciones deportivas en Guilford, Surrey, localidad a la que se habían movido desde Kingston upon Thames. La licencia en la liga de baloncesto británico pasó a manos de otros propietarios que pusieron en marcha el proyecto de los Leopards, primero de Londres, luego de Benford y al final de todo Essex, otro equipo que, junto con los London Towers, dominaría el baloncesto británico en los años posteriores a los Kingston Kings. Pero los Kingston Kings dejaron de existir justo en el momento en el que no tenía rival en la liga británica y le daban protagonismo al baloncesto de las islas en Europa.

Aquel equipo de la temporada 90-91 se había ganado en casa el derecho a participar en Europa, pero antes de llegar a las ansiada fase de grupos (el sistema era mucho más básico y reducido que el actual) tenían que pasar dos eliminatorias. Liderado por gente como Alton Byrd, Alan Cunningham, Trevor Gordon, Lorenzo Duncan o Martin Clark, y con Kevin Cadle en el banquillo, no solo pasarían las dos primeras rondas, si no que, a pesar de quedar eliminados con un bagaje final de 4 victorias y 10 derrotas, su experiencia en la fase de grupos, de donde partirían directamente los cuatro equipos clasificados para semifinales, fue un auténtico éxito y compitieron con dignidad y eficacia. Kevin Cadle es probablemente el entrenador más laureado y reconocido de Inglaterra, ya que ganó 8 títulos de mejor entrenador de la temporada en los 13 años que dirigió a equipos como los Kingston Kings o los London Towers. Además, se hizo como unos treinta títulos y dirigió a Gran Bretaña en las Olimpiadas de 1992. Ahora se dedica a comentar deporte norteamericano para Sky Sports y publicó su biografía hace unos años, The Cadle Will Rock, un libro en el que, ya desde la portada, se hacía referencia a la dualidad de su trabajo (entrenador y comentarista), sus deportes (baloncesto y fútbol americano, comenta ambos) y su origen (norteamericano pero asentado en Inglaterra). Cadle sacó oro de jugadores con unas carreras extrañas si lo medimos por los estándares más comunes. Uno de los jugadores más queridos de aquel equipo era Martin Clark, quien jugaría el Eurobasket del 81 con la selección británica, pero son las carreras de Alton Byrd y de Alan Cunningham, dos de los jugadores más representativos de aquel equipo y, por ende, del baloncesto en Gran Bretaña, los que nos pueden ayudar a tener una idea de lo que suponía aquel equipo. Alton Byrd, por ejemplo, había nacido en San Francisco pero hizo toda su carrera en el Reino Unido, tanto en Inglaterra como en Escocia. Su historia es curiosa porque Byrd fue una estrella del baloncesto universitario en Columbia, donde aún es el máximo asistenciador histórico, e intentó entrar en los Celtics de Boston al mismo tiempo que lo intentaba Larry Bird, pero no lo consiguió. Larry Bird, sí lo consiguió, por su puesto. A nuestro Byrd, sin embargo, se le puso muy difícil cuando una lesión en el pie le entorpeció la experiencia. Tanto que, de hecho, aparcó el baloncesto, y aceptó una oferta de trabajo en Londres. Si volvió a jugar fue por curiosidad y salud. Viviendo en Gran Bretaña, el baloncesto aún estaba en pañales, y Byrd se puso a jugar con el Crystal Palace por diversión. De ahí hasta jugar lo que ahora es la Euroliga. Desde que se retiró se dedica a los negocios y no le ha ido mal. Alan Cunningham, por su parte, también tiene una historia larga y curiosa. Nacido en San Diego, jugó con los Colorado State Rams y, al parecer, con los Harlem Globetrotters antes de pasarse a Europa. Cunningham se convirtió en uno de los grandes ídolos de Inglaterra, con una larga carrera que le llevó por equipos como los Kings, los Worthing Bears, el Portsmouth o los Glasgow Rangers, retirándose y rechazando una oferta de Grecia cuando frisaba los 40 años. Pero regresó para jugar con los London Towers cuando estos se llenaron de lesiones. Su antiguo entrenador, Kevin Cadle, le llamó y le pidió por favor que le echara un cable. Ya, de paso, alargó su carrera y acabó jugando con el Solent Stars hasta casi cumplir los 50 años. Fue internacional con Inglaterra y, antes, le eligieron en el draft de 1978 por Philadelphia 76ers.

Volviendo a la temporada 90-91, en la primera ronda, los Kings ganaron al Commodore Den Helder holandés, pero, en la segunda, se encontraron con uno de los cocos, el CSKA de Moscú del entrenador Ivan Edeshko. Y sí, también los eliminaron. Ganaron por 93-77 en casa y perdieron por 74-72 en Rusia, con 32 puntos de Martin Clark, en un partido histórico que les daba acceso a la fase de grupos. Ahí, como ya he dicho, los ingleses ganaron a equipos reputados como el Aris de Salónica, el Maccabi, el Limoges o el Scavolini de Pesaro, y perdieron dos veces con el Barcelona, aunque les hicieron sufrir, y con el Pop 84 de Toni Kukoc, quienes ganaron uno de los partidos en la prórroga y con Toni Kukoc exprimiéndose para aportar 28 puntos. Por lo tanto, un rendimiento más que digno para un equipo que batalló en todos los partidos y que intentó convertir su cancha de Crystal Palace en un campo complicado.

Y, de hecho, fue ahí donde consiguieron una de las victorias más recordadas: un apretado triunfo contra el Aris de Salónica por 97 a 96, después de dos prórrogas. Los rivales eran de cuidado, ya que hablamos del Aris de Nikos Gallis,  Panagiotis Yannakis, Vasilis Lipiridis, Goran Sobin o Dinos Angelidis, que en Salónica les había ganado por 103 a 90 gracias a 37 puntos de Gallis. El partido fue frenético y el ambiente muy caliente por la presencia de hinchas griegos (aún se puede visionar el partido en youtube.com). Brad Sellers, con 95 a 96 (por arriba su equipo) y 7 segundos para el final, falló un tiro libre. Los Kings atraparon el rebote a duras penas y en los pocos segundos que quedaban, un eléctrico contraataque llevado por Alton Byrd acabó en las manos de Matt Cunningham, no Alan Cunningham, quien esperaba en una esquina, y, sin pensárselo dos veces, se levantó para anotar una canasta que encendió todo el Crystal Palace. En la imagen que he colgado arriba, que no es más que un videoclip del partido grabado, podéis ver a Cadle y sus ayudantes celebrando el inesperado final. Alan Cunningham, no Matt Cunningham, uno de los mejores jugadores del equipo, había conseguido 23 puntos antes del tiro decisivo. Entre él, Alton Byrd y Martin Henlan (jugaría en Francia, Grecia o los London Towers de Euroliga), quien añadió 16 puntos, rivalizaron al extremo con el potente conjunto griego. Pero la gloria final se la llevó un chaval de 17 años, Matt Cunningham, que cuando salió a la cancha para jugar aquellos desesperados siete segundos finales, lo hizo por primera vez en el partido. No había jugado ni un solo minuto hasta entonces y aquellos dos puntos fueron sus únicos puntos en el partido. Probablemente, para aprovechar cualquier oportunidad de lanzar desde lejos, Cadle, justo antes de que Sellers lanzara su tiro libre, sacó a la cancha a un chaval al que no solo no le temblaron las piernas si no que tampoco dudó con su muñeca, cuando, inesperadamente, como quizás había soñado en alguna ocasión, le llegó el balón y le apareció su oportunidad de saborear la gloria. 





Posdata: la imagen, como ya he dicho, es un clip de youtube. Y, el titular, aunque cualquiera se lo hubiera podido llevar, se lo damos a un Matthew Cunningham del que ha sido imposible (poco tiempo he ocupado en intentarlo, también es cierto) encontrar más información por ahí. De hecho, ha sido complicado informarme bien de algunos detalles que comento en esta entrada, así que, si he cometido errores, nuevamente, lo lamento.

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