jueves, 19 de agosto de 2010

Simon Carr


Es lo que tiene el verano, que no enciendo la tele más que para ver ciclismo. No me preguntes que dan en la programación. No tengo ni idea. Si durante el calendario laboral ya la veo poco, en verano ni te cuento. Así que los días que no se alarga la noche por otras cuestiones, toca visita al videoclub y película para anticipar las ganas de irte a la cama. Y esta semana, de casualidad, las dos últimas películas han tenido que ver con el deporte.
Primero, la última, la que más tiene que ver con deporte, en este caso, con rugby. Ayer tocó ver Invictus, la película de Clint Eastwood, con Morgan Freeman en el papel de Nelson Mandela y Matt Damon en el de François Pienaar que toma como base el exitoso libro de John Carlin Playing the Enemy, traducida al castellano como El factor humano. No he leído el libro, a pesar de las insistentes recomendaciones de Segurola. Pero tiene buena pinta. Apuesto a que cumple con la máxima que dice que el libro es siempre mejor que la película. Lo que si he hecho ha sido leer un par de entrevistas a John Carlin, y no cabe duda de que lo que cuenta, y la intensidad con que lo cuenta, me emociona más que la forma y el estilo con el que Clint Eastwood lo ha traducido al celuloide. La historia es arrebatadora y emocionante, forma parte de la historia del siglo XX y trasciende lo meramente deportivo. La historia paralela de Sudáfrica y el apartheid, bien ilustrada por el ámbito familiar de la familia Pienaar y la figura de Chester Williams, el único jugador de color de la selección springbrok, se citaron en un Mundial, el de 1995, que vivió el nacimiento de Jonah Lomu, probablemente el mejor jugador del mundo, en una selección, la de Nueva Zelanda, que maravilló en aquel Mundial pero no pudo con los ensayos de Joel Stansky, incluido el ganador, en la prórroga. Stansky, por cierto, era judío, como dice el mismo John Carlin, uno de los pocos judíos que ha jugado al rugby. En la película, su papel lo cubre el hijo de Clint Eastwood, Scott Eastwood.
Si me pongo a hacer de crítico, la película no me ha convencido. No me ha gustado el ritmo, que parece una crítica abstracta de aquellos que quieren hacerse los entendidos, y me decepcionó la filmación final del último partido. La historia, sin embargo, supera cualquier tipo de error técnico.
El día antes, nos vimos la película Solo ellos, protagonizada por Clive Owen, que hace de alter ego del periodista inglés Simon Carr. (Digresión: diez puntos a la música de Sigur Ros) Simon Carr, que ahora es columnista político de The Independent y es conocido por sus comentarios directos y sin tapujos, comenzó su carrera periodística en las secciones deportivas. Hace un año o así, publicó una autobiografía titulada The Boys Are Back in Town, en las que contaba su experiencia como padre en Australia, tras el fallecimiento de su mujer de cáncer y al tenerse que ocupar del hijo de ambos, de cinco años, y de otro hijo de un anterior matrimonio que le visitaba desde Inglaterra. A lo largo de la película, se hacen comentarios sobre la vida laboral de Carr, un artículo sobre Nadal, comentarios hacia la anatomía de las hermanas Williams y de Michael Phelps... Se ve que fue un comentarista ácido y sin pelos en la lengua, ahora que hace lo mismo pero hablando de Gordon Brown y compañía, no sé si se la morderá un poco más. La película no está mal, pero es irregular, como lo era Shine, el primer éxito del director Scott Hicks que también se hace cargo de la adaptación de la historia de Simon Carr. Carr cuenta con una biografía mucho más intensa de lo que parece en la película, donde es retratado como un excéntrico y malhumorado inglés en una Australia que no se parece a la de los libros de Billy Bryson (guiño en la peli), ya que ayudó a fundar The Independent en los 80, formó parte de la Grumpy Generation y llegó a ser portavoz del gobierno.
Si he de decir la verdad, después de ver las dos, me han entrado más ganas de jugar al rugby que de ser padre.

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