En eso que el otro día, estoy intentando que pasen lentamente los minutos mientras me tomo un café y ojeo el periódico con desgana. Con mucha desgana, sin apenas leer los titulares, cansado de noticias sobre la pretemporada, Iker Casillas, David de Gea, los fichajes del Atlético de Madrid o los posibles destinos de Fernando Llorente. Y, entre todas estas, aparece un nombre que suena a memoria sin puerto usb.
Pablo Couñago. ¿Pablo Couñago? ¿El Pablo Couñago del Celta?
Pablo Couñago aún en letras entintadas en un periódico. Cómo y por qué, por favor. Era leer Couñago en el periódico y retrotraerme a veranos incendiarios en las eras extremeñas, cuando leer el Marca por la mañana era casi como ligar por la noche. Qué triste. Era leer Couñago y avergonzarme del sentido del humor de aquel colega que, años más tarde, cuando ya incluso dábamos por retirado al gallego, decía que su jugador preferido era precisamente él. Y no por ninguno de sus talentos futbolísticos, porque a mi amigo el fútbol se la sudaba tanto como le sudaba el cogote jugando al mus. Lo suyo eran las cartas, los cubatas y las noches de gaupasa, pero el deporte rey le importaba tan poco como el índice Nikkei. Así que solo decía que Pablo Couñago era su futbolista preferido para hacer el chiste cuando se cansaba de nuestras conversaciones sobre el ocio del pueblo, ansioso por cambiar de tema y poder participar, y entonces, con afinado humor, repetía lo de que el mejor era Couñago y lo decía como aquel hombre vulgar y de pueblo que aupó Jesús Quintero al estrellato más esperpéntico y chabacano. ¡Couñao, couñao!, repetía, y ya si se aburría mucho y se las ingeniaba para inventarse una paleta prominente, te cagas. Te-cagas. Vergüenza ajena, quizás, pero propia también, que he tenido los cojones de recordarlo aquí. En fin. Me acordé de todo esto, quiera o no quiera, cuando leí que aún había noticias que producía Pablo Couñago y que daban para rellenar el periódico deportivo cuando ya se acerca el mes de Agosto.
Y salía el de Ventosela en prensa porque aún sigue jugando. A sus 36 años, que cumplirá en unos días, el gallego aún marca goles para el PK-35 Vantaa de la segunda división finlandesa, donde, según Alberto Rubio, periodista que firmaba el artículo que llamó mi atención y que llevaba un titular, por supuesto, vistoso, "Otra vez bota de oro", el ex delantero del Celta de Vigo lleva 12 goles en 14 partidos y aspira a devolver a su equipo a la Primera división finesa.
Por supuesto, la carrera de Couñago ha sido larga y curiosa desde que abandonó Vigo allá por el cambio de siglo. Le costó encontrar una oportunidad en el primer equipo celtiña, y estuvo cedido en Numancia y Recreativo de Huelva, aunque al final consiguió un puesto en el primer equipo, equipo que entrenaba Víctor Fernández, que acabó sexto en Liga y que lideraban gente como Pablo Cavallero, Henrique Guedes da Silva "Catanha", Alexander Mostovoi, Fernando Cáceres, Valery Karpin, Gustavo López, Everton Giovanella o el actual entrenador celtiña, Eduardo Berizzo, por solo nombrar a algunos. Couñago jugó ocho partidos y no marcó gol alguno aquella temporada. A la siguiente, se marchó cedido al Ipswich Town que entrenaba el escocés George Burley y donde tuvo como compañeros a jugadores como Matteo Sereni, Finidi George, Martijn Reuser o Marcus Bent. Couñago jugó trece partidos, no vio portería y su equipo descendió.
Jugaría en el Ipswich Town más años y de allí regresó a España para jugar en un Málaga que descendió a segunda división, justo cuando el delantero conseguía la titularidad y jugaba 27 partidos en los que consiguió marcar 3 goles. Repitió como titular en segunda división, haciendo pareja con Salva Ballesta pero con una temporada decepcionante en la que no se consiguió el ascenso y sí evitar el descenso a segunda B, con 27 partidos y 7 goles. Volvió a Inglaterra, que no a la Premier, para jugar en el Ipswich Town y en el Crystal Palace y, de ahí, comenzó su viaje exótico a Vietnam, primero, y a Hong Kong luego, para terminar regresando al Club Deportivo Choco de su Redondela natal, donde parecía que iba a poner el punto final a su carrera deportiva. Sin embargo, como cuenta en su artículo Alberto Rubio, Shefki Kuqi, ex jugador finlandés del Sheffield Wednesday, Blackburn Rovers, Derby County y Newcastle entre otros, y viejo compañero de Pablo Couñago en el Ipswich Town, se hizo cargo del equipo finlandés del Honka y convenció al de Redondela para que le acompañara en la aventura. La cosa salió bien en el césped pero no en los despachos y el Honka consumó un descenso que llevó a Kuqi y a sus jugadores españoles a abandonarlo y aceptar la propuesta del PK-35 Vantaa con el que aspiran ahora a conseguir el ascenso. En el equipo de Kuqi, además de Couñago, juegan también los españoles Yerai Couñago Vilaboa y Carlos Portela, ambos también de Redondela, con lo que se entiende que la conexión entre Couñago y Kuqi se expandió más allá de convencer al ex delantero del Celta para que viaja a Finlandia. No acaban a ir las relaciones personales, porque en el PK-35 Vantaa también juegan Daut Kuqi, primo del entrenador, y Albert Kuqi, hermano del mismo.
Por supuesto, si Couñago llegó a alcanzar reconocimiento por algo fue por aquella bota de oro a la que evoca el titular de la noticia y que consiguió en 1999 y en un lugar tan alejado de Finlandia como Nigeria. Hablamos del Mundial Juvenil que se disputó en el país africano y que encumbró a una generación de futbolistas españoles que se impuso a Japón en la final con un rotundo 4-0 donde el delantero protagonista de esta entrada marcó dos goles. Fue el primer titulo juvenil de la selección estatal.
Aquel equipo lo entrenaba Iñaki Saez y acabó el campeonato sin perder un solo partido, con 16 goles a favor y 5 en contra. Muchos de los jugadores que formaban aquella selección hicieron carrera en primera división y grandes carreras. Pablo Couñago se llevó los méritos con un balón de oro, empatado con Mahmadou Dissa, y una bota de bronce al tercer mejor jugador del campeonato, justo por detrás de Seydou Keita y Pius Ikedia, pero tenía como compañeros a gente como Daniel Aranzubia, Iker Casillas, Pablo Orbaiz, Fran Yeste, Carlos Marchena, Xavi Hernández, Gonzalo Colsa, José Barkero o Gabri García. Muchos serían internacionales absolutos, campeones del Mundo y de Europa y protagonistas de muchas y muchas noticias en prensa. No fue, además, un campeonato sin otras estrellas internacionales, porque, aunque Japón fuera la gran sorpresa, en aquel campeonato de Nigeria se reunieron jugadores como Timo Hildebrand, Damien Duff, Robbie Keane, Peter Crouch, Ashley Cole, Hugo Leal, Tim Howard, Gerardo Torrado, Rafael Márquez, Ronaldinho de Assis, Fernando Baiano, Gabriel Milito, Luciano Galletti, Aldo Duscher, Fabián Carini, Haruna Babangida, Brett Emerton, Carlos Kameni o el ya mencionado Seydou Keita.
Couñago demostró lo que prometía en aquel mundial africano pero le costó demostrarlo porque, entre otras cosas, dicen que le faltaron oportunidades. Sin embargo, aunque no acabara por protagonizar titulares tan rutilantes como los de sus ex compañeros Xavi o Iker Casillas, el de Redondela ha conocido Inglaterra, Finlandia, China y Vietnam y ha dejado su legado con goles que han alegrado a aficionados de distintos colores. Y aún sigue con ello, en la segunda división finesa, haciendo que los seguidores en Vantaa sueñen en verano con jugar en primera división el año que viene, así que, sean de oro o de piel sintética las botas, que le quiten lo bailao a aquel jovenzuelo que dejó a Japón sin gloria en el África central hace ya más de tres lustros.
Y el chiste malo de mi amigo no lo repito, aunque, la verdad, fue lo primero que me vino a la cabeza al leer el artículo y lo último que he recordado al terminar éste.
Foto: buscador de imágenes google, aparentemente proviene de la web theflagrants.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario