Iannone, tío, qué fácil es pegar cabezazos con casco, no te jode. Yo me iría de fiesta con Iannone y con Simoncelli. Me iría de fiesta, de ruta macarra, por bares que ya ni existen. Iríamos a AZ, al Ipotx, al C-mento, a la Coja y al JB, a la Cosa, a La Pela, al Txibiri, al Roadhouse, al Don Pepe y al Kubil, e iríamos en moto por la vieja carretera de Sestao, derrapando al final de la Avenida Kaiku. De Rossi, pasaríamos, es demasiado educado, pasamos de la Nutella. También de Lorenzo y de sus fiestas guays con patatas de sobre y ketchup. Pedrosa que se quede con su playstation. Paso, tío, me dice Andrea, vámonos de juerga, y Marco se anima: ¿por qué no invitamos a Stoner? Más que nada por el apellido. Al final de la noche, al principio de la madrugada, haciendo caballitos camino del Trinkete, haríamos una lucha a cabezazos, sin casco. Qué noche más jodidamente loca sería ésa, ¡qué no?
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