lunes, 30 de marzo de 2009

Davide Rebellin


Puede que cuando se retire, y no le falta mucho, solo se le recuerde por la temporada 2004, en la que consiguió algo que parecía imposible, el triplete de la Amstel Gold Race, la Flecha Valona y la Lieja-Bastogne-Lieja. ¿Cómo se le puede llamar segundón a alguien que consiguió eso? Es cierto que probablemente, Davide Rebellin tenga más segundos puestos en su palmarés, que primeros. Pero eso solo quiere decir que tiene muchos segundos puestos. Ha ganado 41 carreras, entre ellas, pruebas importantes de una semana como el Tour del Mediterráneo o la París-Niza. En las grandes, solo ha ganado una vez en el Giro de Italia, pero, a cambio, tiene una de las hojas de trinufos más brillantes de la historia del ciclismo en lo que se refiere a clásicas, donde ha ganado, algunas en más de una ocasión, en Zurich, San Sebastián, Haut-Var, Chiasso, Veneto, Camaiore, Melinda y el triplete que ya hemos mencionado. Samuel le quitó el oro en las Olimpiadas y en la cita por excelencia de nuestra tierra, la Vuelta al País Vasco, también ha logrado más de un triunfo. Este año, con 37 años ya, ha conseguido levantar los brazos dos veces, las dos veces en Andalucía. Pero lo que importan son los segundos puestos, y los terceros, y no porque anuncien a un corredor sin pegada, si no, todo lo contrario, dan fe de un corredor infatigable, con un talento especial para leer las carreras, rápido, incombustible, bregador, que siempre, todas y cada una de las temporadas que ha corrido, ha estado entre los mejores: a veces ha sido el mejor, otras veces, no, pero eso no importa. Silenciosamente, su palmarés brilla con luz propia. Silenciosamente también, se ha hecho querer en el pelotón. Es tan silencioso que se inventaron un pasado como seminarista para él porque no había nada interesante que contar en su biografía. Quizás el año que viene ya no le veamos en el pelotón, y si este año ya echamos de menos a Bettini, el próximo sin Rebellin, habrá que empezar a pensar que nos hacemos viejos.

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