Su nombre completo es Serge Jonas Ibaka Ngobila. Tiene 19 años y es el jugador extracomunitario más joven de la Liga ACB. Mide 2'07 y en lo que va de temporada ha jugado 25 partidos con 16 minutos de media por encuentro, 6'8 puntos por partido, 4'7 rebotes, 1'2 tapones y 8'8 de media en valoración. A principio de temporada, en una entrevista a El País decía lo siguiente: "Cuatro años más tarde, regresamos a Brazzaville y las cosas estaban un poco más calmadas. Mi madre había muerto de una enfermedad y mi padre nos mantenía con su trabajo en el puesto fronterizo de la ciudad a través del río Congo con Kinshasa. Él siempre tenía problemas con los militares de [Joseph] Kabila. Una vez le detuvieron en la otra orilla y llegó a pasar un año encarcelado en Kinshasa."
Y es que últimamente solo hablo de baloncesto, y hoy no quería ni hablar del March Madness donde decenas de miles de americanos medios probablemente con obesidad y pertrechados de palomitas, un cancarro de miller o bud y vestidos con camisetas de 40 dólares con el nombre de su universidad, se apelotonan para soltar la bilis y la agresividad que generalmente moderan o reprimen en su vida diaria.
Serge Ibaka nación en Brazzaville, la ciudad más importante de la República del Congo. El país cuenta con importantes recursos naturales de petróleo, madera, potasa, zinc, uranio, cobre, fosfato y gas natural pero el 95% del comercio del país está en manos de extranjeros o personas de origen extranjero. Sus vecinos de la República Democrática del Congo, antiguo Zaire, son uno de los cinco países más pobres del mundo.
¿Y qué es lo que quería contar? Porque en realidad hoy no me apatece hablar de deporte, solo quería contar algo que he leído hoy en el periódico, algo que un misionero de Hernani, Ángel Olaran, que trabaja con niños huérfanos y prostitutas en Etiopia, contaba en una entrevista:
"el coltán que se produce en el Congo, necesario para los teléfonos móviles, crea esclavitud infantil. Detrás de un móvil hay muerte, drama y corrupción. Para extraer un kilo de coltán, mueren dos niños en esas minas, niños a los que se les paga 0'25 céntimos de dólar al día y que más tarde se vende carísimo. El móvil es el ataúd del Congo. Hay cinco millones de personas que se han muerto allí por este problema. Y sin embargo, hay cantidad de empresas transcontinentales envueltas en ello. Pero esto no revuelve ni una conciencia y ni siquiera es noticia."
Según he terminado de leerlo, me ha sonado el móvil. Y he cogido.
Mi conciencia se ha removido y la voz se quebró al contestar.
No me siento mejor ahora tampoco.
No sé cuándo seré capaz de sentirme mejor.
No quería hoy hablar de baloncesto, ni de Serge Ibaka, pero espero que cuando llegue, porque llegará a la NBA, aproveche todo ese dinero que impúdicamente le pagarán para salvar a tantos niños como pueda. Que cada vez que coja el teléfono, dos niños dejen de recoger coltán en las minas.
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