Al ir a leer la Gazzetta dello Sport para informarme de lo de Riccó, me he enterado de que hoy mismo ha fallecido, a los 84 años, Cesare Rubini.
Como a mí lo que me gusta es el baloncesto, si Rubini se me hacía conocido, era porque fue el tercer italiano, junto con Dino Meneghin y Sandro Gamba, que entró en el Hall of Fame del baloncesto en 1994. Y lo fue porque, tanto como jugador como como entrenador, fue el responsable de que el histórico Simmenthal de Milán se convirtiera en uno de los mejores equipos de la historia del baloncesto italiano y uno de los grandes de Europa. Dicen, como dato, que siendo entrenador, ganó el 80% de los partidos que dirigió. Fue medalla de plata olímpica en 1980, campeón de Europa en 1983, bronce en 1985 y ganó diez campeonatos de Italia.
Pero lo más sorprendente de la carrera deportiva de este italiano es que antes de triunfar en el baloncesto, lo hizo por todo lo alto en un deporte tan distinto a éste como es el waterpolo. Con la selección italiana de waterpolo, sin ir más lejos, fue internacional en casi cincuenta ocasiones. Fue medalla de oro en las olimpiadas de Londres de 1948 y bronce en las de Helsinki de 1952, donde también era el capitán del equipo. Para ponerle la rúbrica a una carrera deportiva impresionante, también fue incluido en el Hall of Fame de la natación. Con toda probabilidad, el único caso en la historia de ambos deportes.
2 comentarios:
Joe, algunos no podemos destacar, ni mínimamente, en ningún deporte (e incluso quizá en ninguna faceta de la vida), y otros en cambio son capaces de triunfar y llegar al más alto nivel en más de uno, y encima tan diferentes!!
Qué extraña es la vida, verdad?
Es extraña, sí. Nosotros somos muy extraños en realidad. La vida es de lo más sencilla.
Publicar un comentario