
Aprovechando su fichaje por el Almería, hoy le concedían una página de gloria en un periódico deportivo. Que si el amigo de Pep Guardiola, que si el entrenador más joven de la Liga, que si juego de ataque, que si todo lo que parecía se quedó en nada. A mí me gustó cuando entrenó a la Real Sociedad. No por los resultados, pero sí por su actitud, pero eso ya es una opinión personal que no le interesa a nadie. En ese mismo reportaje, hablaban de aquel apodo que le pusieron hace ya tiempo: el Valdano vasco. Se ve que todo aquel que sepa hacer una frase entera con sujeto, verbo y un predicado con al menos tres complementos ya puede hacerse merecedor del título de Valdano, que en el fútbol, viene a ser algo así como ganar el premio Goncourt. De todas formas, es cierto que con Lillo no es gratuito. En el mismo reportaje, hablaban de un blog que le han dedicado al entrenador tolosarra (era de Tolosa, ¿no?). El blog en cuestión es el siguiente: queremosunblogdelillo. Se ve que alguien se ha propuesto reunir todas las frases rimbombantes del entrenador guipuzcoáno. Como contraste de los Totti, Cassano y compañía, no está mal. Yo voy a elegir tres, la última que han publicado en dicho blog y dos que me den al ojo de primeras, después, ya, si os pica la curiosidad, pues pincháis y a trastear:
1. "Messi representa el paradigma sistémico y contextual. Todos estamos en el contexto y el contexto está en nosotros. Leo Messi es la prueba más evidente."
2. "Soy totalmente huidizo de fronteras y muros, soy amigo de los puentes"
3. "La realidad es la que es y hay que asumirla, pero decidnos cuál es la realidad, por favor. Si no sabemos dónde estamos, ¿cómo podemos saber dónde vamos?"
Pero podría haber puesto muchas más. Voy a volver a pecar de sinceridad: muchas de ellas me parecen envoltorio, pero creo que Lillo en el fondo sabe cuál es el regalo perfecto para el fútbol. O no, no lo sé, la verdad. Espero que le vaya bien en Almería, que le vaya justo un peldaño por debajo del Athletic, pero que le vaya bien.






















Mi entrada va a ser de lo más frívola, vaya por delante, porque yo de boxeo no entiendo nada. He visto las pelis de rocky y raging bull un par de veces, pero de ahí no me saques. Si quieren hablar de eso, llamen a Ray Loriga. Recuerdo que por aquí hubo un boxeador bastante bueno en un gimnasio de Sestao. Un sábado de fiesta un amigo buscó bronca con un desconocido que se mostraba especialmente seguro de sí mismo a pesar de ser enclenque y torpe. Unos minutos más tarde descubrimos quién era uno de los amigos de su cuadrilla. Si me piden que les diga nombres me los sé, claro, desde Legrá o Urtain hasta Cassius Clay o De la Hoya, pasando por Poli Díaz o Pacquio, quien, precisamente hoy, es protagonista en las portadas de algunos periódicos digitales bajo titulares como el de haberse convertido en el mejor boxeador del mundo. Los nombres me los sé, pero eso no vale de mucho. Vale, sí que vale, ¿eh? A veces sabes unos nombres, y con un poco de capacidad comunicativa y performativa, ya consigues aparentar lo que realmente no es: los libros no se leen, le decía una doctoranda a mi amigo, los abres, los hueles... y ya está. Pues eso, que yo no entiendo nada de boxeo, pero sin verle boxear, la figura de Valuev ya me impresiona. Me impresiona porque su físico es impresionante, con 2'13 de altura y 150 kilos de peso, ha sido el boxeador más alto y más pesado de la historia, según tengo entendido. Por supuesto, su presencia física no es solo cuestión de altura y peso, sus rasgos, que ya es acostumbrado relacionarlos con un famoso personaje del cine de dibujos, le dan un carácter agresivo y poderoso que, a mí, me animan a buscarle el reverso, a encontrar el lado escondido de tanta voluptuosidad corpórea. Tengo entendido que sus aficiones son la caza, la pesca y su todo terreno, además de leer. Dicen que tiene un verbo con ritmo, que cita a Dostoievski y que demuestra una sensibilidad ajena a la impresión de su físico. No se descubre nada nuevo, pero en el caso de Valuev, su profesión y las medidas desmedidas, lo multiplican por cien, lo convierten en una exageración simbólica que, conmigo, por lo men





