E se quedó dormido. Con razón, pero se quedó dormido el cabrón, calentito en la cama. Yo no me rajé y A se hizo de rogar pero M estaba convencido y los tres nos fuimos para Lezama. ¿Por qué no?, que decía aquel francés mientras conducía un R5 con el equipo de música conectado a unos speakers de ordenador por París y yo le ofrecía un bocadillo de chorizo. ¿Por qué no? Por la carretera vieja, hablando de la nochevieja, sin prisa hasta Lezama y tras comprar las entradas, a calentarnos y hacer tiempo en el asador de fuera.
Pero la cosa no duró más de cuarenta y cinco minutos.
Fue pitar el árbitro y empezar a cubrir la niebla el monte, apagando, ya de paso, y poco a poco, la velocidad y la inspiración de las piernas de los futbolistas. Los tres pegados, nos enfriábamos por el cogote, donde nos golpeaba la nieve que venía a traición, por la espalda. El viento cortaba y ya no me arrepentía de que los guantes que llevaba eran de mi madre.
Pero la cosa no duró más de cuarenta y cinco minutos.
En el descanso, puestos de pie y taconeando, ya nos íbamos haciendo a la idea: esto no se juega, ya verás, el de atrás decía lo mismo. La gente pasó de hablar del tiempo a jurar contra él. Mientras, nos divertíamos siguiendo el rastro inexpicable de las huellas del único empleado que con un rastrillo parecía jugar a la pizarra mágica de Mickey. Salen los jugadores. Aketxe se aburre. El árbitro se asoma pero se me queda frío. La gente silba porque contra lo inevitable solo se puede silbar. Y sí: la cosa no duró más de cuarenta y cinco minutos.
Lentamente y entre comentarios jocosos, todos resoplando para casa. Congestión para salir del aparcamiento y M y A y yo mismo coincidimos en que todo ha sido una broma pesada. Para cuando dejamos Lezama, ya no nieva. Nos acordamos del rastrillo solitario y nos preguntamos, mientras Abellán en la radio del coche nos convence de que el periodismo deportivo es una broma de mal gusto, quién en aquel campo de fútbol quería jugar precisamente a eso mismo.
Cuando llego a casa tengo los pies congelados. E nace de sus cenizas y me llama por teléfono: ¿dónde estáis? Flipa cuando le digo que han suspendido el partido por la nieve. Y me dice, creo que el árbitro (efectivamente, el señor Pablo González Fuertes) era de Asturias. ¿Qué me quieres decir? Aaaaaah, pero luego leo que todos parecían estar de acuerdo, así que... Como nosotros solo estábamos en la grada y llevábamos bufanda y guantes (de mujer algunos) pues no podemos quejarnos.
Lo dicho, que la cosa duró 45 minutos, nos quedamos sin resultado y con los pies congelados pero al menos colaboramos con 10 euros que esperemos que utilicen para comprar más rastrillos.
Por cierto, la frase del partido fue dicha por un aficionado del equipo local y fue tal que: ¡vamos Ramalhito que hoy con la nieve se te ve mejor! De premio, de verdad, y mira que hay frases para competir. Por cierto, un aparte para los dos detalles de Ander Iturraspe. Y, por cierto, eso, que estaba hablando del empate a cero entre el Bilbao Athletic y el Barakaldo antes de que el partido se suspendiera en el descanso, que casi se me olvida explicarlo. ¿Hacía falta?
Fanzine deportivo literario. Crónicas caprichosas sobre héroes y villanos del mundo del deporte
lunes, 11 de enero de 2010
Pablo González Fuertes
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