lunes, 15 de junio de 2009

Jane Doe

En los Estados Unidos, se usa el nombre John Doe en las acciones o discusiones legales, en el caso de los hombres, o bien para reemplazar el nombre verdadero y mantener el anonimato o porque se desconoce el nombre real. En el caso de las mujeres, se utiliza el nombre de Jane Doe. El nombre que se emplea para un niño o bebé que se encuentra en el mismo caso es Baby Doe. Si hay parientes que se hallan en la misma situación, se utiliza el nombre de James Doe, Judy Doe, etc.

Ida Grove, Iowa

La Profesora Doe quiso ser amable conmigo. Coincidimos en el pasillo y me pidió un favor. Le dije que sí porque siempre es socorrido decir que sí con una sonrisa cuando no sabes muy bien qué es lo que te piden. Después, la Profesora Doe quiso compensarme. Me invitó al partido de fútbol del miércoles a la noche.
Have you ever been to a football game?
Dije que no, añadiéndole una p al final porque así sonaba más natural. Ajetreada, se movía con soltura entre los armarios de la sala de profesores mientras yo no me movía de mi rincón.
Then… Would you like to come with me next time?
Más alta que yo, rubia, treinta, quizás menos, gafas, delgada, con la apariencia de ser una eficiente madre de familia. Mientras ella se ponía un café, yo me fijaba en los detalles, por ese orden, por capricho y sin más juicios que los propios de mi edad y mi situación.
I’d like to.
Ok, then. Could you do it to the field on your own? I’ll wait for you right in front the ticket booth. It’s scheduled for 6 pm. It would be nice to have you there. Settled?
You bet.
Y se fue diciendo: by the way, you can call me Jane. Una habitación cargada, con olor a palomitas y café de sobre. La mesa llena de papeles, de rosquillas de todos los sabores, de radios, libros, plumas, carpetas, agujas de coser, un disco de country, figurillas de porcelana, caramelos, vasos de plástico y una biblia para niños. Seguí apoyado sobre la vieja máquina de coca-cola.
A las 6 menos cuarto aparqué el coche en la zona de profesores del high school. Un musical de gente con manoplas y bufandas se movía al ritmo de la banda. No sabía que había tanta gente en el pueblo. Todo el mundo me saludaba y con disimulo me escondí detrás del garaje. Un cigarrillo, mirando la noche del medio oeste: una obesa señora sigilosa que se recuesta sobre los campos de maíz. La Profesora Doe ya estaba esperándome en frente de la ticket booth.
Subimos arriba, muy arriba, sobre el graderío donde la gente se saludaba y bromeaba y me miraban los niños que gritaban mi nombre y los más pequeños les susurraban a sus padres quién era yo. Subimos arriba, una amplia habitación con una mesa corrida junto a unos ventanales. Otra mesa al fondo, un crucifijo, una foto del presidente de los estados unidos de américa. La Profesora Doe saludó a otras dos personas y apuntó hacia mí.
This is Ángel (eingel), the spanish teacher at the elementary. He came from Europe a couple of weeks ago.
Asintieron, quizás hasta dijeron welcome or nice to meet you o algo así.
Acepté sus manos.
Uno tenía cara de buena persona, cansado, descarnado y ameno. Vestía una camiseta del equipo y le dijo algo gracioso a la señorita Doe. El otro era gordo, muy gordo, serio, ceñudo, sudaba y apretaba las mandíbulas y volvia a sentarse en su sitio y darme la espalda. Se colocó bien el micrófono y le dijo al otro:
Almost ready.
La señorita Doe me sonrió.
Do you know about the rules and so on?
No… idea.
Y los puntos suspensivos no son de ahora. Entonces, estuve apunto de decir fucking pero de reojo vi el crucifijo y la foto del presidente de los estados unidos de américa. Ella se dio cuenta, pero la interrumpieron:
Un murmullo tomó la forma de una gran explosión de ruido. Los jugadores salían al campo. Las cheerleadears, en una esquina, se esforzaban por entusiasmarse. El estadio estaba en lo alto de una colina. Más allá, se veía la carretera y el río Mapple y un contorno de árboles tristes que parecían un incendio de sombras.
El gordo se agitó. Comenzó a gritar. Su amigo aplaudía. La puerta estaba abierta y los niños se asomaban, gritaban mi nombre, me saludaban y se iban. La señorita Doe me explicaba las normas, con una mano sobre mi hombro y la otra de puntero imaginario. Yo decía que sí a todo mientras miraba al gordo servirse una diet coke. El descarnado se volvía y nos sonreía. Un gesto de complicidad. La señorita Doe se lo devolvió. El gordo gritaba por el micrófono aunque estuviera hablándole al flaco. El flaco le contestaba al micrófono aunque le hubiera preguntado el gord. Laurel le preguntaba algo a Hardy. Otro niño se asomaba. La música de la banda entraba sin llamar a la puerta. Los jugadores saludaban. La gente gritaba. Los árboles ardían en cámara lenta y en blanco y negro.
De repente, todo se paró.
La señorita Doe dijo:
I’ll tell you later.
Los niños desaparecieron. La música ensordeció. Los jugadores, sobre el campo, se congelaron. Los árboles agacharon la cerviz. La noche se detuvo. El presidente de los estados unidos de américa se llevó la mano al pecho. Laurel y Hardy se pusieron de pie. El gordo le dio a un botón. En unos segundos, comenzó el O Say Can You See.
Desde allí, veía a todo el mundo derecho, con la mano en el pecho, mirando hacia el cielo del medio oeste: solemne, plácido y se ve que patriótico.
Con los brazos cruzados, hice una mueca y no levanté el culo de la mesa.
Laurel se volvió. Me buscó. De alguna manera, sonrió.
La señorita Doe le imitó.
El gordo hizo el mismo gesto, pero sus ojos se clavaron en mí como los clavos de la cruz. Volvió a mirar al frente. ¿Qué?
Cuando terminó la canción, perdón, el himno, el ruido volvió de golpe como si fuera el epílogo de una buena novela, un eructo gozoso después de una ovípara cena, mejor. La señorita Doe se excusó: My husband is the assistant coach, I always go down to say luck! Will be back in a sec.
Hardy aprovechó la situación en cuanto ella desapareció por la puerta. Puso cara de Al Pacino pero sin el jabeque en la cara:
Don’t you have any respect for our anthem?
Laurel:
Hardy, come on, let it stay loose. Don’t…
Hardy:
Don’t? Are they gonna come to our country and don’t show at least a little bit of respect? Do you get it… dude?
I get it.
No moví los brazos. No dejé de sonreír. No levanté el culo de la mesa.
Do you know what it means that anthem for us… dude?
No moví los brazos. No dejé de sonreír. No levanté el culo de la mesa.
Laurel:
Hardy, come on, you know…
I don’t know a… You dude need to know a little bit more about the places you go. You think you can go anywhere and behave…
Le interrumpí:
Yo no tengo respeto por ningún himno. ¿Sabes tú de dónde vengo yo? ¿Sabes mi himno, sabes cuál es mi bandera, sabes el nombre de mi país, sabes al menos colocarlo en el mapa? Me la soplan tu himno, tu bandera, tu crucifijo y tu presidente de los estados unidos de américa, igual que me la soplan el mío, la mía, mi crucifijo y mi presidente de las comunidades unidas de españa.
En lugar de todo eso, no moví los brazos, no dejé de sonreír, no levanté el culo de la mesa. Y mi parlamento climático quedó escuetamente traducido al inglés así:
I’m sorry. Next time I will be so patriotic…
Pero la señorita Doe volvió a entrar como entra un personaje cómico en una obra de teatro. Se tropezó, y las patatas fritas con salsa barbacoa estuvieron a punto de estamparse en la solemne, plácida y se ve que patriótica cara de Hardy. El árbitro pitó el inicio del partido y todo el mundo volvió a sus puestos, ready para ver como los fucking Hawkeyes perdían un partido tan boring que acabé por susurrarle a la profesora Doe: this fuc… game of yours is just a nonsense. El gordo lo oyó, tú, qué oído… y qué mirada asesina.

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